Luis y Sergio Saíz Montes de Oca crecieron en un hogar armonioso, teniendo como canción de cuna anécdotas de los héroes de nuestra Patria contadas por su madre Esther, hija de veteranos. Repartían papeletas para adquirir juguetes para los niños pobres en la Logia Masónica a la cual perteneció su padre Luis, y en sus fiestas de cumpleaños compartían dulces con sus amigos más humildes.
Camino a la escuela pública (no quisieron ir nunca a la privada, a pesar de que pertenecían a la clase pequeño burguesa y sus padres podían costearla), se retrasaban respecto al paso de su madre para quitarse las medias. No admitían que otros niños no las tuvieran y ellos las llevaran puestas.
La investigadora Yuliet Osorio asegura que eran muy martianos y también asevera que “tanto Sergio como Luis tenían en común dentro de sus diferentes aficiones, el ajedrez, el cual jugaban con cierta destreza, sobre todo lo practicaban en la mesita del portal de su casa; pero la afición por la lectura fue para ellos la más importante de todas, la cual contribuyó en gran medida a su posterior inclinación hacia la literatura…
“Ellos tenían diferentes rasgos de carácter, pues Luisito era más sereno y reposado y Sergio era más inquieto e inconforme. Sus vocaciones también diferían, Luis sentía inclinación hacia el Derecho y Sergio era atraído por la Medicina”.
Luisito disfrutaba la actuación y representó varias obras teatrales. El teatro era la expresión artística idónea para protestar contra los abusos de la tiranía. A la edad de 12 años encarnó el papel de Abdala, en el teatro Martha de la localidad. Cuentan que lo hizo con tanta emoción que, al declarar el bocadillo final de la misma, cambió el nombre original de Nubia por Cuba, exclamando: -¡Cuba venció! ¡Muero feliz!, a lo cual el público reaccionó inmediatamente poniéndose de pie y aplaudiéndolo por varios minutos.
A Sergio le gustaba la búsqueda de árboles genealógicos de reyes y papas, así como de mapas. Coleccionaba sellos de diversos países, efemérides de fechas históricas y de personalidades cubanas y latinoamericanas. Era un caricaturista aficionado, estudiaba de forma autodidacta la pintura y el dibujo.
La poesía en ambos expresaba su mundo inmediato con influencias de la tradición modernista y neorromántica. El profesor y filólogo, Luis Pérez, ha dicho, que, a pesar del contraste formal entre la poética sosegada de Luis y la vehemencia de Sergio, “las coincidencias temáticas entre ellos son causalmente necesarias. Testigos de un mismo tiempo, emprenden un similar itinerario que hace estancia en iguales signos del entorno. En ambos casos, queda la invariante de una obra que enlaza con la poesía actuante que identifica al poeta y la revolución, aunque con la irrenunciable implicación del valor estético”…y siguen la senda abierta por Martí.
Sus vidas estudiantiles estuvieron ligadas a su trayectoria revolucionaria. Luis fue presidente de la Asociación de Estudiantes del Instituto de Pinar del Río, después se incorporó a los actos realizados por el Movimiento Estudiantil Revolucionario en todos los frentes de la rebeldía. Ya graduado de bachiller, en la Universidad de La Habana, ingresa al Directorio Revolucionario y participa en lo adelante en numerosas actividades dirigidas por José A. Echeverría, Fructuoso Rodríguez y Machaco Ameijeiras.
Fue electo delegado de la Federación Estudiantil Universitaria en su curso y fue subdirector del boletín Justicia, de la escuela de Derecho. Al decretarse el cierre de la Universidad, a finales de 1956, regresó a San Juan y Martínez, donde se incorporó al Movimiento 26 de Julio, para convertirse a principios de agosto de 1957, en el coordinador del municipio.
Emilia Delgado Carballo, exprofesora de Literatura del Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del Río, recuerda que, en aquellos días terribles de la dictadura de Batista, Luis y ella salían juntos del Instituto de Segunda Enseñanza y tomaban el ómnibus a San Juan. “Yo, preocupada por sus actividades, le dije en voz muy baja: ‘Cuídense, sean discretos, que la Patria los quiere vivos y si caen ¿cómo podrán servirla?’ Y con ese cubanísimo sentido del deber y esa firme resolución de encarar la muerte, me respondió: ‘Doctora, con uno solo de nosotros que llegue basta’”.
Sergio también se incorporó al Movimiento 26 de Julio. Junto a su hermano y a sus compañeros hacen estallar petardos y cartuchos de dinamita en diferentes puntos de la zona, irrumpen inesperadamente en actividades de la burguesía sanjuanera, provocan apagones eléctricos, lanzan proclamas y publican folletos escritos a favor de la Revolución.
Rosalba Bencomo, compañera de lucha de Luis y Sergio Saíz Montes narraba que cuando no había “trabajos de acción’’ Sergio le decía: “Mi hermanita, si no hay olor a pólvora y dinamita, vamos a oler a bonos y papeles, pero tenemos que hacer algo”. Se ponía la propaganda alrededor del cuerpo, sujetada con el cinto, y la llevaba hasta el municipio.
Sergio fue electo en 1955 secretario de la Asociación de Alumnos del Instituto de Pinar del Río. También creó en su pueblo natal, unido a otros compañeros suyos, una escuela popular nocturna donde se impartían nociones de Derecho Constitucional, Moral y Cívica y Economía Política. Su interés era que llegara a todo el pueblo el conocimiento de los derechos cívicos. Lamentablemente fue clausurada por “órdenes superiores”.
El 13 de agosto de 1957 los hermanos salieron de su casa con el objetivo de realizar una acción revolucionaria para celebrar el cumpleaños de Fidel Castro. La policía los vigilaba de cerca. No habían registrado su casa, fue porque eran los hijos del juez.
En el portal del antiguo cine Martha, el sicario al que dieron la misión de asesinarlos, llegó hasta Sergio para registrarlo. El joven se resiste, el asesino lo empuja. Desde la acera opuesta, Luis sale en su defensa, pero un disparo lo derriba.
“¡Si mataste a mi hermano, me tienes que matar también a mí!”, le gritó Sergio.
Una nueva bala, a boca de jarro, terminó con su vida. Tenían solo 18 y 17 años, respectivamente.
Sobre su legado sociopolítico, el investigador, profesor y escritor Luis Figueroa, afirma en su libro Juventudes: “El contenido de la obra de los hermanos abarca un universo extraordinario, pues no se puede constreñir el pensamiento de ambos a los documentos de carácter político; toda su obra literaria está permeada de profundas reflexiones y motivaciones sociales”. Y más adelante testifica que su herencia sociopolítica aborda un amplio diapasón de problemas, con un pormenorizado proyecto de programas de reformas y cambios sociales radicales, pasando por temas históricos, nacionales e internacionales, antropológicos, propiamente sociales, políticos, morales, etcétera.
El documento ¿Por qué luchamos? se considera el testamento político de los dos jóvenes y la certeza más clara de sus convicciones: “(…) No tenemos más que nuestras vidas, avaladas con la honradez de un pensamiento justo y una obra inmensa que realizar y como ofrenda de devoción y desprendimiento las hemos depositado en los brazos de la Revolución Cubana -justa, grande, renovadora, honrada, socialista-, sin más esperanzas que ver cumplidos estos sueños”.
Acerca de sus hijos Esther expresó: “No fueron niños prodigios ni seres sobrenaturales, que en pocos años lograron comprender y asimilar conocimientos propios de personas mayores; tampoco superdotados ni sabios eminentes, sino jóvenes que debieron afrontar responsabilidades de hombres por el momento histórico que les tocó vivir y las supieron afrontar”.
Fuentes:
*Los hermanos Saíz Montes de Oca, paradigmas de la juventud cubana, investigación de Yuliet Osorio Díaz
*Libro Juventudes, de Luis Figueroa
*Los valores estéticos en la obra literaria de los hermanos, investigación de Luis Pérez