A los estantes con escasa variedad, repetición de las mismas ofertas en casi todos los establecimientos y precios excesivamente altos, hay que adicionar el mal servicio en algunas tiendas en moneda libremente convertible (MLC), de la ciudad de Pinar del Río.
La incomodidad puede empezar al intentar franquear la puerta, los trabajadores a cargo de los departamentos habilitados para guardar bolsos, lo mismo conversan con un amigo mientras usted espera que responden al teléfono, abandonan su puesto… la última experiencia personal fue una animada charla del colectivo en el área de venta, en la que no había clientes, y sus potenciales compradores esperábamos por ser atendidos.
Intentar obtener información sobre un producto es otra odisea, “qué va, yo no le llego a eso…”; “ni idea de para qué sirve, es que las instrucciones están en italiano”; “ah, no, yo no le puedo recomendar cuál es mejor, lo mío es vender y punto…”.
Conocer las características y propiedades de un determinado artículo no está condicionado por su uso y consumo. Imaginen que los médicos debieran padecer todos los males para curarlos; pero como mismo confiamos en que el galeno nos sane, el maestro nos enseñe, el ingeniero solucione y así sucesivamente, es lógico que esperemos de un dependiente el asesoramiento que contribuya a que el producto que se vaya a adquirir esté en consonancia con la necesidad a satisfacer.
Incluso, cuando no hay opciones, y es una situación de lo tomas o lo dejas, es un derecho del consumidor recibir la información sobre el bien a comprar, y que sepa los riesgos o beneficios que implican su inversión.
Corresponde a las administraciones, directivos y especialistas de mercadotecnia velar para que cada trabajador que interactúe con los clientes esté en condiciones de responder a sus inquietudes; es indolente no asegurarlo, sabemos que la relación precio calidad no es algo de lo que se pueda presumir en la actividad comercial de nuestro país.
Añadir al elevado costo la incertidumbre de incurrir en un gasto que a la postre resulte inútil, sin duda es ser víctima de un engaño; acompañar cada mercancía con una ficha que aporte elementos sobre su forma idónea de uso, durabilidad es respeto y consideración, máxime cuando hablamos de entidades estatales, esas que responden a los principios de una nación empeñada en ser socialista, pese a las deformaciones de su maltrecho sistema económico.
Y también hay que tener en cuenta la cuota de profesionalidad de cada trabajador, el interés por aprender, conocer, ser útil y abandonar la cara de fastidio ante cualquier inquietud de un consumidor.
Punto y aparte para la ausencia total de bolsas en las que llevar la mercancía, sí, esas mismas jabas desechables que se expenden en puestos de vianda e instalaciones de Comercio al precio mínimo de cinco pesos, y de ahí ascendente a capricho de vendedor, disponibilidad en las áreas aledañas y otros elementos “conformadores” de la tarifa.
Los que laboran en las cajas cobradoras llevan sobre sí la refriega cuando sacan a relucir la frase “me da pena, pero no tenemos bolsas”, y para ser francos, es muy vergonzoso que el mínimo complemento de un servicio que es para llevar, no esté disponible.
Esta red comercial, a la que desde un inicio se miró con ojeriza, tuvo un momento de esplendor cuando ciertas ofertas eran privativas de sus centros, hoy los nuevos actores económicos son una competencia, y aquí se impone una aclaración: “La competencia es la lucha entre los operadores por hacerse con mayor cuota de mercado, mientras que la competitividad denota el potencial de competir de cada operador con el resto”.
También mal vistas por muchos, las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) tomaron la delantera en accesibilidad por tener mejores precios, así como calidad, estabilidad y diversidad, y nuestras entidades no están acostumbradas a tener rivales.
El buen servicio puede marcar una diferencia, además de la revisión minuciosa de los márgenes comerciales, que a fin de cuentas el llamado es a que las empresas estatales socialistas contribuyan a disminuir precios y no lo contrario.
No obstante, con o sin lid para ganar clientes e ingresos, urge que desde cualquier prestador prime la intención de satisfacer, porque con tantas carencias, el maltrato o engaño al consumidor es un “lujo innecesario”.