Casi 40 años frente a un aula es buen average. Quien se dedica a la profesión sabe cómo es el día a día de un maestro: preparar clases; enfrentarse a un grupo de alumnos de disímiles familias; tratar de atender a cada uno de forma diferenciada según sus características; buscar los métodos y medios más certeros para impartir los conocimientos… llegar a los estudiantes.
A estos y otros retos se enfrentan los educadores cubanos, es su pan diario, y casi siempre con limitaciones de recursos y otros muchos problemas en su cerebro, no obstante, cuando llegan al aula se hace la esperanza, y viven por cada uno de sus pupilos.
Una de ese gran grupo de maestros es Grisel Fajardo González, a quien la experiencia y el amor la hacen ser una educadora ejemplar.
Es graduada de la escuela pedagógica Tania la Guerrillera, carrera que escogió cuando culminó el noveno grado, y sus primeros estudios en este centro fueron muy sacrificados porque su mamá tenía a su otro hijo enfermo en La Habana y ella tuvo que estar solita.
Con nostalgia recuerda los concursos en los que participó y los premios obtenidos; sus profesores le decían que su vocación era ser maestra. Fue algo bien claro que siempre tuvo y lo logró. Hoy sus alumnos tienen el privilegio de tenerla en el aula, en la escuela Carlos Hidalgo, ubicada en el reparto Montequín de Pinar del Río.
Nació en San Juan y Martínez en un lugar llamado La Estrella, allí vivió los primeros años de su vida, en el reparto Altura.
“Era una zona buena, de gentes muy humildes, pero que les gustaba que sus hijos se prepararan. Mi madre fue una persona muy sacrificada con sus cuatro hijos.
“Mi etapa de estudios fue linda, sana; de sacrificio, pero de mucho amor”.
Grisel asegura que a sus padres debe esa educación llena de amor, también a ese barrio donde pasó su infancia, pues los vecinos se querían como familia, incluso, hoy todavía cuando se ven se abrazan y besan. Así son los campos de Cuba.
“Eso no se ha perdido, el sentimiento de humanismo y de solidaridad aún permanece. En tiempos difíciles de ciclones, allí todo el mundo se ayudaba unos a otros. Hoy cuando llego allí me siento como en casa, porque en ese lugar, donde todavía vive mi mamá con mis hermanos, nací y crecí”.
UNA MAESTRA QUE NO SE ARREPIENTE
Los ojos le brillan y la expresión del rostro de Grisel cambia cuando habla de su profesión, de sus niños, de los que ha enseñado y educado durante décadas. Ella nació para esto y nunca lo ha puesto en dudas.
“Esta vocación vino de mi tío Ramón Azcuy, quien fue metodólogo municipal en San Juan y Martínez, y me mostró lo bello y humano de esta profesión.
“Tenía razón, pues cuántas graduaciones ya han pasado por mis manos y cuántos estudiantes hoy son personas preparadas. Se graduaron como médicos, ingenieros y de otras profesiones y oficios, y siempre me recuerdan con amor”.
Reconoce el sacrificio que lleva estar tantos años frente a un aula. El maestro es el espejo en que se miran los niños, al que tratan de imitar y parecerse, incluso, hay grados en que lo que digas se convierte en ley para ellos, sin embargo, esta mujer sabe que el verdadero secreto es el amor que entrega a cada uno de sus pupilos.
Les brinda mucho cariño y trata de que vean en ella un ejemplo para la vida, porque forma en ellos valores y sentimientos genuinos hacia los que le rodean.
DE LOS MÉTODOS, DE LA HISTORIA Y DE LOS ALUMNOS
Nos habla de los métodos docentes y de los educativos, en cuanto a los últimos se refiere sobre todo a la confianza y al respeto como elementos claves, pero en especial hace mención a la disciplina.
“Me considero una persona cumplidora, pues acato fielmente el reglamento laboral, desde que soy trabajadora, también les inculco a mis estudiantes esa misma manera de ser”.
A esta maestra le quedan dos años para jubilarse, sin embargo, nos asegura que si la salud la acompaña seguirá en el aula.
Le gusta más trabajar con quinto y sexto grados, porque los niños son más independientes y puede desarrollar mejor sus clases a partir de las habilidades que traen del primer ciclo.
En estos grados introduce muchos contenidos, disfruta verlos ansiosos por conocer cosas nuevas. La Historia de Cuba es su asignatura preferida y trata de que los alumnos ingresen a la Secundaria Básica con un buen conocimiento.
Algo de verdad especial para esta maestra son sus alumnos.
“Todos son buenos, lo que hay es que saber lidiar con ellos y entenderlos. He trabajado con estudiantes con problemas de conductas, que vienen de una escuela de este tipo, no porque yo los haya evaluado así, porque soy de las que considera que a todos los niños podemos rescatarlos.
“No podemos hacer que un alumno por cualquier indisciplina o problema vaya para una escuela de conducta, hay que afanarse mucho con ellos, conocer sus problemas, visitar sus hogares y crear un buen vínculo entre la familia, el hogar y la comunidad. Lograr que el maestro conozca todo lo de ese estudiante”.
Es de las educadoras que piensa que la familia es muy importante en la formación de un muchacho. “Hay que conseguir su estrecha relación con la escuela, porque es donde primero se educa, de este vínculo depende que la labor tenga calidad”, aseguró.
UN ARTISTA
Formar y moldear a los pequeños tiene un poco de arte y hace falta mucho ingenio para saber cómo proceder ante cada alumno y cómo hacer que en ellos crezca y prevalezca lo mejor que llevan dentro de sí y formen patrones correctos que existen a su alrededor.
“Uno debe ser un artista, porque imagínese, cuántos alumnos vienen de diferentes lugares y situaciones económicas y sociales; algunos de padres divorciados, en estos casos nosotros desempeñamos un rol fundamental, ya que las necesidades del niño dentro del aula son del maestro, no de la escuela ni de la casa”.
Hay mucha templanza en las palabras de Grisel, como mujer acostumbrada a dar lo mejor de sí, a lograr que su criterio se tenga en cuenta; pero no a la fuerza, sino a base de razón y análisis.
De cómo motiva las clases esta experimentada pedagoga y de los procedimientos que utiliza para enganchar a los alumnos en los contenidos, quisimos saber.
“Sin una buena motivación el niño pierde el interés, ellos buscan conocimientos y nuevas formas de aprender, y el maestro es quien se tiene que convertir en un artífice, por ejemplo, para estimularlos a que quieran conocer la Historia uno tiene que meterse en ese mundo, actuar igual que esos personajes, de lo contrario se convierte en una monotonía”.
Por eso trata de que los alumnos se sientan a gusto y para eso es importante el diagnóstico del grupo, para siempre trabajar sobre la base de sus conocimientos y habilidades.
¿Puede cualquier ser humano con una formación pedagógica convertirse en maestro?
“Pienso que no, el maestro tiene que sentirse un evangelio vivo (como dijo José de la Luz y Caballero), y meterse en el corazón de los niños, si no, no somos buenos educadores”.
Habla de su familia y reconoce lo sacrificada que ha sido; la atención de sus tres hijos lo ha equilibrado con el trabajo, sin dejar de cumplir con las dos tareas.
“A la par lo equiparo todo, me gusta quedar bien con lo laboral, pero también atender a mis niños, que ya son profesionales, y por eso estoy muy satisfecha, porque desempeñan una labor social adecuada”.
Muy agradecida Grisel reconoce lo que aprendió de Reymundo Pérez Iglesias, un compañero de muchos años, que se convirtió en su hermano.
“Aprendí cantidad de él, incluso del segundo ciclo, porque los alumnos de este nivel estudian, y uno tiene que imponer respeto”.
Recuerda a un estudiante que trajeron de una escuela de conducta, que era fan a las asignaturas de Letras y cuando llegaban los turnos de Ciencia con el maestro Reymundo, él la miraba como diciendo: “No te vayas para la otra aula, quédate conmigo aquí”, porque no soportaba la Matemática.
“Nosotros hacíamos un enlace entre asignaturas y dejábamos tareas integradoras; en la misma clase de Lengua Española le poníamos ejercicios, y de esa forma conseguimos que trabajara poco a poco”.
Ansiosa por superarse siempre, Grisel es máster y ha tenido la oportunidad de apreciar los resultados de esta constante superación en su puesto de trabajo, porque su tesis radicó en un sistema de ejercicios para desarrollar la lectura extraclase en el segundo ciclo.
“He visto el desarrollo y avance en mis estudiantes, los resultados son buenos”.
De estas marianas actuales, imprescindibles en la Educación cubana, está hecho el día a día de nuestras aulas. De las que de verdad enseñan, a base de suspicacia y amor, de las que no imponen con malas palabras y procederes, de las que sienten de verdad lo que hacen y de las que disfrutan que en las calles, alguien que casi ni recuerda, le diga: “Maestra Grisel, ¿se acuerda de mí? Yo soy…”.