Resulta un placer muy grato el saborear un pan calentito en el desayuno o en la merienda de la tarde. Algunas personas lo descartan de sus dietas para evitar el sobrepeso o la descompensación por enfermedades como la hipertensión o la diabetes, pero los nutricionistas alegan que consumirlo con moderación es beneficioso para la salud.
El pan contiene fibras que tributan al buen funcionamiento del tránsito intestinal y es fuente de proteína vegetal e hidratos de carbono que aportan energía a nuestro organismo.
El cubano promedio valora mucho este alimento, de ahí que se formen grandes colas cada día ante los mostradores de las panaderías con el fin de adquirirlo.
La Empresa Cubana del Pan (ECP) tiene 17 unidades distribuidas en todo el territorio pinareño; cinco de ellas radican en la cabecera provincial en los consejos populares Hermanos Cruz, Ceferino Fernández, La Coloma, Carlos Manuel y Celso Maragoto.
“Inicialmente solo elaborábamos pan de corteza dura y de corteza suave; pero desde el pasado enero hemos incorporado la producción de mantecados y bases de pizzas”, explicó Reynel Cruz Rivero, director de la ECP en Pinar del Río.
La base de pizza goza de gran aceptación entre los consumidores. Sus niveles de producción oscilan mensualmente entre las 14 y 19 toneladas. Muy demandados son además los mantecados, por lo que se han horneado hasta la fecha 590 000 unidades.
Las prioridades actuales de la unidad empresarial consisten en mantener la calidad de las ofertas y en potenciar la repostería seca; por lo que prevén comercializar en breve dulces como queques y masareales.
“Aunque la Empresa tiene concebido vender solo en mostrador, hemos convenido, de conjunto con Comercio y a solicitud del Consejo de Defensa Provincial, trasladar los productos hasta consejos populares distantes a fin de llegar a un mayor número de población que de otro modo no podría disfrutar de nuestro servicio. Para esta actividad destinamos diariamente entre 8 000 y 12 000 panes así como 648 bases de pizzas”, informó Cruz Rivero.
La fábrica Raúl Sánchez, ubicada en el consejo popular Ceferino Fernández, es una de las entidades que colabora con estos surtidos. En ella laboran 16 trabajadores entre operarios, horneros, maestros panaderos, dependientes, jefes de turno y personal de servicio y administración.
La jornada de trabajo se divide en dos turnos: un equipo opera en la mañana mientras que otro cubre el horario nocturno.
“Hemos adoptado todas las medidas sanitarias para evitar los contagios por coronavirus. Contamos con agua clorada para el lavado de las manos, exigimos el uso del nasobuco a todos los trabajadores y velamos porque se realice una desinfección rigurosa de los locales”, aseveró Ernesto de los Santos Herrera, jefe de la fábrica.
Del otro lado del mostrador, dos funcionarios de la CTC ayudan en la organización de la cola y un miembro del Consejo de Dirección de la UEB constata que todo marche bien.
María Madelén y Yusca, clientes habituales de la panadería, dan fe de la buena calidad de los productos y del trato amable de los empleados.
Pedro, vecino de la zona, refiere por otra parte que echa de menos la venta de pan de corteza dura, que es su preferido.
“En estos momentos no estamos elaborando ese producto porque requiere mucho tiempo de horneado, 45 minutos exactamente, lo que se traduce en un gasto superior de combustible diésel; en cambio, el pan suave exige solo 12 minutos. En lo que sale un carro de pan de corteza dura podemos tener listos tres del suave, lo cual permite atender a un número mayor de usuarios”, señaló el responsable de la fábrica.
Conversar con operarios y maestros panaderos que laboran en horario nocturno era interés de nuestro equipo de prensa y en tal sentido visitamos recientemente la fábrica La Alameda.
Se trata de la única entidad de su tipo que ha sido certificada por el Sistema Hazard de análisis de peligros y puntos críticos de control, enfocado en evaluar la inocuidad de los alimentos y controlar los posibles riesgos físicos, químicos o biológicos que puedan atentar contra la calidad de los procesos de elaboración.
José Ismael Álvarez García, jefe de la fábrica, asevera que el trabajo serio del colectivo laboral y su sentido de pertenencia han sido determinantes para que la unidad sea seleccionada como pionera en la implementación de nuevas líneas productivas.
Yasmany Sánchez Alzola tiene apenas 29 años y ya es maestro relevante. Sus manos largas y fuertes se afanan con destreza en la mezcla de ingrediente o en la preparación de la masa. Entretanto, la noche se va haciendo vieja y crecen sus ganas de volver a casa para observar la carita hermosa de su niña de meses.
“Trabajar toda la madrugada sin pegar ojo es lo más duro de este trabajo; pero uno termina adaptándose”, confiesa el muchacho y agrega:
“Siento que tengo dos familias, la mía propia y la que he encontrado aquí. Los chamacos estos son responsables, se entregan, y eso me hace quererlos como hermanos. Este es un trabajo de equipo, solo si estamos unidos las cosas marchan bien”.