Sus manos alzaron vuelo desde la casa grande de Birán. Con ellas se aferraba a las barandas de los corredores para alzar la vista a un mundo de fascinación, circundante más allá de la calidez del hogar, donde fulguraban la luz, el verdor y el movimiento.
Como a todos, le servirán para apoyarlas y levantarse tras los primeros pasos bamboleantes, y luego, para comer por sí solo o para jugar en las amplias habitaciones donde la familia recibe las visitas y los mayores entablan largas conversaciones, mientras se mecen despaciosamente en los sillones y adorables comadritas que huelen a cedro, como los abrazos, las paredes, los armarios, las escaleras, el altillo, los espejos, las sábanas, las cajas de tabaco y hasta el aire que sopla durante las tardes desde los Pinares de Mayarí, en días de torrenciales aguaceros.
Aún pequeño, aparece de cuerpo entero y engalanado en una fotografía. Mientras observa a la cámara con mirada de asombro, sostiene un libro, puerta ancha al saber que acumulará erudito con el tiempo. Después, compartirá con los amigos ropas y comida, se asirá fuerte a las crines de su caballo Careto, nadará en las frías aguas del charco del jobo, boxeará en evidente desventaja física ante rivales mayores, se defenderá de agravios a puñetazos, esgrimirá rebeldías para enfrentar injusticias, escribirá con caligrafía palmer las tareas de la escuela, y siendo ya un muchacho, disparará las escopetas que porta en solitarios viajes a los campamentos forestales, ubicados lejos, en las montañas de los Pinares.
En los colegios, durante el estudio en las bibliotecas, entre sus manos, reposará la cabeza al meditar, o cuando el cansancio casi consiga vencerlo, o cuando lo abrume la lejanía de la casa y los seres queridos, o cuando sueñe amores inalcanzables y anote versos.
Llegará el tiempo de amar y acariciar desvelos y goces. Acunará a los hijos propios y a los que nazcan de sus luchas, de sus manos de vida.
En días de transformarlo todo desde la raíz, contra el Imperio y el sistema de explotación capitalista en el Archipiélago, de cambiar el dolor de un pueblo por la alegría, la paz, la dignidad, empuñará el fusil, apuntará ideas y principios, trazará tácticas y estrategias militares. Con su fervor convencerá a casi todos, perfilará sueños y los alcanzará para Cuba, batallará por los seres olvidados de todas las latitudes y los movilizará y sumará para alcanzar sus anhelos.
Con los obreros compartirá en las fábricas el hollín y el ruido. Junto a los campesinos laborará incansablemente la tierra. Sus manos de tizne y lodo serán las del trabajador más humilde, siendo jefe de Estado de una Revolución genuina y profunda, volcada a la humanidad. Manos ejemplo.
Reflexionará, discursará y movilizará multitudes y al final y en los comienzos indicará el rumbo justo y noble de la historia con el índice extendido, voz peculiar y expresiva. Triunfará siempre con esas mismas manos –digo– con sus palomas.