Cuando aún no tenía uso de razón y vivía en la zona de Troncoso, extendía su pequeña manito por la ventana y le regalaba la carne a un perro jíbaro enorme que cada tarde esperaba el jugoso premio y luego seguía su camino.
A Durkyen Yorlenys Licort Valdés nunca le gustaron los perros de raza. Cuando era adolescente tuvo su primera mascota, una perrita sata que llevó a su hogar sin permiso de los padres y que estuvo en la familia por casi dos décadas, hasta que murió de viejita.
De los 16 años que lleva de manicure en la peluquería Ilusión, 14 de ellos los ha dedicado a alimentar animales callejeros, especialmente en la ruta que lleva a su casa en el reparto Hermanos Cruz y que incluye la avenida Martí y la Terminal de Ómnibus.
VETERINARIA COMO ÚNICA OPCIÓN
“Podría haber estudiado Cultura Física porque era deportista, pero elegí Veterinaria. Era lo que me gustaba, esa fue la primera y única opción que pedí. Saliendo de la Espa me fui para la escuela Marien Ngouabi en Sandino”.
El interés por la lombricultura, los abonos y los trabajos con el ganado la llevaron, luego de terminar el periodo lectivo, a hacer prácticas en La Primavera, en el kilómetro dos de la carretera a La Coloma, pero siempre le decían que en Punta de Palma era donde se aprendía de verdad.
“Para allí me fui, con tremendo sacrificio, pero aprendí mucho. En el matadero había un centro de cría para animales depauperados y con ellos trabajábamos.
“Por ejemplo, había una enfermedad llamada papilomatosis, que son unas verrugas que les salen a los terneros, al parecer por falta de vitaminas. Les aplicábamos el calostro de las vacas subcutáneo durante siete o 10 días, y se desprendían las verrugas. En aquellos tiempos no había tantos medicamentos para subirles las defensas.
“Viví experiencias que me chocaban debido a ser tan joven, porque preferían a los médicos veterinarios más experimentados, pero poco a poco me fui ganando las cosas al punto de que decían ‘no, con la jovencita’, y lo mismo me aparecía en los lugares en un caballo, en una bicicleta o a pie.
“Lo mío era ganado vacuno, fue lo fundamental que nos enseñaron. Sin embargo, un día me fui para Batabanó de vacaciones con mi hija y su papá. Allí había un multiplicador de cerdos donde necesitaban una veterinaria que se encargara de la maternidad.
“Me presenté y le dije al jefe que no sabía mucho de cerdos, solo lo básico, pero que estaba dispuesta a aprender. Nos mudamos para allá y comencé una nueva experiencia profesional. Le agradezco mucho a los trabajadores de aquel multiplicador por todo lo que me enseñaron: inseminación, cría, cuidados. Fue enriquecedor”.
Después de un buen tiempo allí, por cuestiones de la vida, regresó a Pinar del Río y comenzó a buscar trabajo, por supuesto en la rama veterinaria. Una amiga le comentó que la Técnica Canina del Minint necesitaba un veterinario, y se lanzó a un nuevo reto.
LENIA
“Empecé en la calle 20 de Mayo, donde radicaba la Canina con el capitán Lázaro al frente. Él depositó toda su confianza en mí, sobre todo porque nunca había trabajado tan de cerca con los perros, mucho menos con animales de raza que tenían un objetivo específico.
“En aquel tiempo, la parte de la Canina no tenía médico. Yo era técnica y quería superarme, entonces cuando llegó un médico de Consolación del Sur, el teniente coronel Raciel Godoy, que era el jefe del Técnico en la parte de Criminalística, me ofreció la posibilidad de crecer profesionalmente”.
Durkyen se convirtió así en especialista en Odorología Criminalística. En un curso para 68 estudiantes, era la única pinareña de solo tres mujeres. En Pinar había dejado a su niña pequeña con su mamá y muchos fueron los sacrificios que tuvo que hacer para, con esguinces en los dos tobillos, completar en tres meses todo el contenido del curso que duraba seis.
“Fue otra experiencia maravillosa, tenía buenos rivales en Defensa y otras disciplinas, pero en Odorología yo iba adelante con mi perrita. Un día me trajeron un sato y mi entrenador quiso demostrar conmigo que ellos tienen sus características también, y lo preparamos para droga”.
¿Y el vínculo emocional?
“El vínculo que haces es muy fuerte, incluso nos llegan a atender con psicólogos cuando pasa algo. Regresé con mi perra para Pinar. En el Técnico perdí mi nombre, me llamaban Lenia, como ella. Es algo común con los técnicos caninos.
“Los puedes tener en la casa, incluso después de ocho años, que ya el animal pierde muchas habilidades, se considera que la mejor persona para cuidarlo hasta los últimos momentos sea el conductor canino.
“Con Lenia ocurrió un accidente, ya tenía 10 años. Estábamos dándole el ‘libre’ (que hagan sus necesidades en el área) y entró un perro callejero y ella se le mandó detrás. Los guardias de la puerta siempre son jóvenes que pasan el Servicio Militar. Imagínate, una pastora alemán bien cuidada y alimentada, cuando el muchacho vio que venía corriendo se quitó y la perra salió para la calle…”.
Durkyen no logra contener las lágrimas al contar el suceso. Repasa al detalle cómo Lenia volvía a la unidad arrastrándose, sin extremidades traseras, luego de haber sido atropellada por una rastra Kamaz.
“La cargué y me la llevé para adentro. No sabía qué hacer. El veterinario le puso anestesia general para luego ponerla a dormir, y con aquella dosis aún levantaba la cabeza buscándome. No la podía dejar. Hasta que al fin pudo descansar en mis muslos. La enterré en la parte de atrás del Técnico. Aún guardo su collar.
“Pedí unos días, me atendí con psicólogos, pues hasta le hice rechazo a la niña. Me fui para el Técnico y allí me quedé un tiempo durmiendo, para ver si podía recuperarme”.
Después de aquello, por los resultados en el trabajo Durkyen fue designada como jefa de los instructores de la Canina en la provincia. De esa forma, aunque debía evaluar a los animales no tenía un vínculo tan personal. “Además, juré que nunca más iba a tener un perro”.
Por razones ajenas a su voluntad decidió abandonar su carrera como instructora canina y pidió la baja. Luego, gracias a una amiga de la familia, se enfrentó a un nuevo desafío, esta vez trabajar como manicure para poder cuidar de su hija, su hermano discapacitado y sus padres.
COSI, LINDA… ANIPLANT
“Hace casi tres años rescaté una gatica. Le puse Cosi. Había un temporal y sentimos un ruido. Cuando fui a ver estaba enredadita por el ombligo en el pasto de estrella, tenía hasta los ojitos cerrados.
“Calenté agua, le di un bañito y un poco de leche. Cuando se la llevé a Felito, el veterinario, me dijo que no me hiciera ilusiones con ella, que era cría muerta. Le dije ‘bueno si se muere que sea calientica en mi casa’. Estuve seis meses con ella en el centro de trabajo sin que nadie lo supiera.
“Venía con una mochila y ella adentro, en una cajita de esas donde se guardan los pomos de pintura, cabía perfectamente porque era diminuta. Le traía su fórmula y se la calentaba en el microwave. Le pedía permiso al cliente para ir al baño y salía afuera, la ponía en la tierra a que hiciera sus necesidades, le daba su lechita y para la caja de nuevo. Ya cuando empezó a comer se la dejaba a mi mamá”.
Antes de que surgiera la filial pinareña de Aniplant, ya Durkyen formaba parte del contingente de Bienestar Animal. Después se hizo miembro de la Asociación y ahora es una de las coordinadoras en la provincia.
Todos los días llega de noche a su casa, pues en el trayecto alimenta a varios callejeros y también hace, junto con otros integrantes del grupo, trabajos de desparasitación y otros cuidados. Hace un tiempo que se encarga de Linda, una callejera que le hace guardia frente a la peluquería y que incluso llora cuando no le presta atención.
Ahora en Aniplant contamos con el apoyo de algunas personas que desde otros países nos ayudan con comida y medicinas para los callejeros. Nos han facilitado un medicamento para la sarna que, después de usar Labiomec por siete, 14 y 21 días, se lo aplicas y el resultado es increíble.
“Linda es un ejemplo de ello. Le apliqué el tratamiento vía oral primero para que no me huyera hasta que se adaptara. Pero todos los días aparece un animal nuevo en la calle, y la culpa es de los humanos”.
¿Cuánto crees que se ha avanzado después de la aprobación del Decreto-Ley de Bienestar Animal?
“Nada. Seguimos en el mismo lugar. No parece que haya una ley de Bienestar Animal. Se sabe que está, pero no se implementa. Siguen los maltratadores, y no solo de los perros, lo mismo de equinos o felinos.
“De la pandemia para acá ha sido triste lo que hemos vivido con los callejeros. No sé qué trabajo habría que hacer con la población para que no maltraten. Tampoco sé qué pasa con la humanidad en estos tiempos”.
¿Qué problemas crees que tenga Aniplant para desarrollar su trabajo en Pinar del Río?
“Necesitamos un refugio. No le pedimos ni dinero ni comida al Gobierno, solo un techo con paredes en el cual podamos atender a ese perrito con sarna que recogemos, o a esas perras que paren y necesitamos cuidar de los cachorros por 45 días. Si tuviéramos un refugio estaríamos ayudándonos mutuamente, el Gobierno y nosotros”.
Hace un año que Aniplant se creó en Pinar del Río y aún no cuentan con personalidad jurídica ni local para hacer su trabajo. Para Durkyen no hay mayor satisfacción que ver la evolución de los callejeros después que son tratados, y sobre todo dados en adopción.
“Ellos necesitan de mucha dedicación, son como niños y hay que atenderlos. Si Aniplant logra avanzar aquí en Pinar del Río llegará el momento en que tendré que sacrificar todos estos años que llevo en la peluquería Ilusión y dedicarme de lleno a ellos, pero no importa, sé que me voy a sentir bien”.
?recuerdan cuando llegaba UN jeep con trabajadores de salud publica y Los recogian a la fuerza Los maltraban .Los tiraban a monton en El vehiculo.y despues directo a matarlos.( Esos nunca pagaron ni pagaran por tales atricudades).El Pueblo no olvida tiene Buena memoria