Desde hace algún tiempo en secretariados, en balances de gestión y en otros espacios de análisis del funcionamiento de los sindicatos en la provincia, es tema recurrente qué más hacer desde estas organizaciones para transformar el escenario económico del territorio.
Lo primero de forma incuestionable es desechar el formalismo, ese que limita el alcance del colectivo laboral en la toma de decisiones; despojarse del patrón de que solo es otro espacio en el cual respaldar las indicaciones de la administración, convocar a trabajos voluntarios y velar por el pago de la cotización.
A los sindicatos les compete llevar la voz cantante en la concepción de los planes de la economía, en la búsqueda de nuevas opciones para la producción o prestación de servicios -según sea el caso-, cuando es preciso modificar los escenarios tradicionales de acción.
Hay que exigir para que los trabajadores no sean solo notificados, sino consultados; propiciar el diálogo e implementación de las ideas viables que emanen de él, a la vez estimular la creatividad y el ahorro.
Debieran los sindicatos liderar la capacitación en materia de normas jurídicas y políticas estatales, porque el conocimiento de ellas contribuye a que se redimensione la necesaria mirada transformadora que hoy demanda la economía cubana.
Cuestionar, promover, estimular, exigir y acompañar en dependencia del contexto es el rol que se espera de una organización que por definición su “objetivo es la defensa de los intereses profesionales, económicos y laborales de los asociados”.
Mejorar el funcionamiento no es solo efectuar reuniones rutinarias cuando corresponda, garantizar el pago de los afiliados y entregar diplomas en fechas conmemorativas; revitalizar la vida sindical es otro de los retos que enfrenta Cuba, para que esos gremios sean parte de la solución.
Informes que enumeren membresías, asistencias y “aportes” simbólicos, o hasta dañinos, como esos improductivos e ineficaces trabajos voluntarios en que el gasto de combustible supera el valor de la acción ejecutada, no validan la eficacia sindical; ella ha de construirse desde cada victoria frente al estatismo, ese que, duele reconocer, ya ganó muchos espacios que se concibieron para el cambio.
Modificar el guion de la actual puesta en escena implica escoger cuidadosamente a los representantes de cada colectivo en el consejo de dirección, no se trata de que vaya allí quien sea más “cómodo” para la administración, sino que sea la voz más desafiante y fuerte en condiciones de velar por los derechos de la mayoría; la que requiere trabajar para obtener el sustento propio y de la familia, mientras se convierte en el proceso en un ente activo que aporta al desarrollo de la sociedad.
En la convocatoria al Primero de Mayo, la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) insta a “…la búsqueda constante de soluciones a todo cuanto aporte eficiencia para alcanzar un superior desempeño de la economía…”; no será posible sin modificar los actuales modos de hacer, porque con ellos la improductividad e ineficiencia reinan en muchos sectores.
La resistencia es más que soportar penurias, es revertir el estado de las cosas, se logra con pasión, esfuerzo, pero principalmente con inteligencia; identificar los errores es primordial para enmendarlos.
Si algo nos sobra son yerros, asumirlos y erradicarlos con la entereza de quien se sabe poseedor de la fuerza, capacidad y tenacidad para hacerlo es el camino a la victoria; los sindicatos deberán liderar cada batalla.