La pandemia de la Covid-19 ha cambiado de súbito las rutinas de los cubanos. Las casas se han convertido en escuelas y en escenarios para la creación; pero sobre todo, en refugios para guardar la salud familiar.
Hay cosas que permanecen inalterables, colas que doblan las esquinas e inescrupulosos que en las cercanías de las tiendas lucran con las necesidades del pueblo; pero también trabajadores que a pesar de la alarma epidemiológica, caminan osados hasta sus centros laborales, hornean el pan de madrugada, manipulan dinero detrás de las cajas registradoras, tratan con el público, estiban mercancía, limpian la ciudad…
Mientras tanto, en los hospitales, los equipos sanitarios se debaten por la vida, la retienen a fuerza de coraje e ingenio. Ante la imposibilidad de adquirir algunos insumos, el trabajo se les torna doblemente arduo. La escasez es un golpe que hiere más fuerte en momentos de crisis como los que atravesamos.
Este difícil contexto marcado por la incertidumbre y el temor, ha despertado en nuestra isla una oleada de iniciativas solidarias con el propósito de ayudar al personal médico que hace frente al coronavirus.
Guerrillero tuvo ocasión de conversar con los esposos Hany Pérez Bruno y Jorge Luis Junco Romeu (Chuchi), miembros de la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales, trabajadores por cuenta propia y gestores del grupo creativo “Impresiónate”, especializado en comunicación e identidad corporativa, diseño, servicios gráficos e impresión en diferentes soportes.
Desde hace unos días esta pareja que vive en la ciudad Pinar del Río se volcó en la fabricación de máscaras de protección para galenos, enfermeros y tecnólogos de la salud en contacto con pacientes sospechosos y positivos a la enfermedad.
“Supimos por las noticias de una iniciativa similar en otra provincia. Lo creímos un gesto muy noble y nos motivamos a fabricar algunas caretas desde nuestro taller. Lo primero fue investigar por Internet cómo se confeccionaban, porque llevan sus requisitos”, explica Chuchi. Es dinámico a la hora de conversar y sonríe afable.
“Si uno entra a un portal online de ventas como Amazon, puede constatar que el costo de estos implementos médicos es de aproximadamente 50 dólares, lo que no se corresponde con el precio de fabricación real, que es mucho menor. El mercado se aprovecha del nivel de demanda de los productos para encarecerlos. Me parece injusto cobrar tanto dinero por un recurso imprescindible para salvaguardar a aquellos que velan por nuestro bienestar”, opina.
Para elaborar las máscaras utilizan transparencias de acetato, que permiten la visibilidad. Estas son fijadas a una tira de policloruro de vinilo (PVC) en forma de cintillo, que se ajusta a la cabeza con un elástico. A esta se antepone otra tira aún más delgada de PVC, de consistencia esponjosa, lo que hace más confortable el uso y protege la frente del especialista de una lesión por contacto. Evita a su vez que la cara se pegue a la lámina frontal y que la respiración empañe la mascarilla.
“Hemos contado en este proceso con el acompañamiento de muchos amigos y trabajadores por cuenta propia, que nos han llamado para aportar materiales y para preguntar de qué manera pudieran colaborarnos”, cuenta Hany y agrega que el proyecto de las mascarillas faciales ha entusiasmado a todos en la familia, especialmente a su pequeña hija Alma, de cabellos rubios y una imaginación desbordante.
Preguntamos a Ariadna García Rodríguez, especialista de segundo grado de anestesiología y reanimación del hospital Abel Santamaría Cuadrado su valoración sobre este producto completamente artesanal y alegó estar muy complacida con el terminado del mismo.
“Es muy cómodo. Una de sus ventajas es que puedes subir el plástico si se humedece y bajarlo nuevamente”, describió vía telefónica. Más adelante agregó la importancia de este tipo de implemento:
“Las máscara facial es una barrera que impide a las microgotas de saliva del paciente proyectarse sobre la piel de tu cara, el nasobuco que usas y tus ojos, sobre todo cuando no se dispone de suficientes espejuelos protectores, como suele ocurrir en nuestros hospitales. Evita además que te toques el rostro inconscientemente.
“Resulta sumamente útil en estos momentos en que no puedes discernir quién es positivo al coronavirus y quién no. Los anestesiólogos e intensivistas somos de los más vulnerables al contagio, ya que debemos acercarnos a las vías respiratorias del paciente para poder ventilarlo.
“No encuentro las palabras precisas para describir el aporte del proyecto “Impresiónate”, o acaso sí: humanismo en su dimensión más amplia”, expresó la doctora.
El 22 de abril se donaron las primeras 50 máscaras ante el Consejo de Defensa Provincial. Otras 50 estaban listas el sábado 25. Palabras de gratitud fueron expresadas para elogiar la obra de Chuchi, Hany y la familia en general; pero no es ese reconocimiento el que buscan, tampoco les interesa publicitar sus servicios, ni ser conocidos por su altruismo. A ellos les gratifica más saber que en estos momentos, un superhéroe recorre una sala hospitalaria, protegido por la mascarilla a la que imprimieron tanto amor.