La estrategia de Cuba para el control de la COVID-19 tiene como pilar fundamental el perfeccionamiento de la atención a pacientes contagiados, para disminuir el riesgo de gravedad y muerte.
Por otro lado, en el mundo, la existencia de vacunas y ensayos clínicos avanzados contra la enfermedad impulsa a muchos países a apostar solo por la inmunización como vía para controlar la enfermedad.
Según la Organización Mundial de la Salud, por cada millón de dólares que se invierte en vacunas, solo se emplean 15 mil en el desarrollo de fármacos para el tratamiento de la dolencia.
Esta estrategia tiene su base en la llamada inmunidad de rebaño, colectiva o de grupo, que ocurre cuando un número suficiente de individuos están protegidos frente a una determinada infección, y actúan como cortafuegos, impidiendo que el patógeno alcance a quienes no tienen protección.
No obstante, autoridades de salud alertan que este tipo de defensa solo es efectiva cuando está vacunado, al menos, el 70 por ciento de la población; mientras hasta la fecha han recibido las vacunas contra la COVID-19 poco más de 600 millones de personas (de una población mundial de 7 mil millones).
A este paso, la inmunización no podrá controlar, a corto plazo, los niveles de contagio con el virus causante de la COVID-19 (SARS-CoV-2), y por tanto, la enfermedad continuará costando la vida a miles de personas diariamente.
En función de hacer frente a esta realidad, y reducir el riesgo de muerte para los contagiados, Cuba tiene, desde inicios de 2020, un protocolo para el control de la enfermedad que estratifica de forma precoz a los pacientes, y determina un tratamiento que evita la evolución a estadios críticos.
José Ángel Portal Miranda, Ministro de Salud Pública, asegura que en el país la contención de la pandemia ha estado sustentada, entre otros aspectos, en el acceso a medicamentos novedosos producidos en el país.
Según las autoridades de salud, el 85% de los productos que se usan en el Protocolo de actuación para la COVID-19 son producidos por la Industria Farmacéutica y Biotecnológica cubana.
En tiempos de pandemia se han aprobado y puesto en marcha más de mil investigaciones, entre las que se incluyen estudios clínicos y observacionales.
Como ejemplos de innovadores fármacos nacionales para el tratamiento de la enfermedad severa y grave, destacan el anticuerpo monoclonal Itolizumab (Anti CD6) y el péptido Jusvinza (CIGB 258).
El primero, desarrollado en 1995 en el Centro de Inmunología Molecular, originalmente se utilizó para tratar ciertos tipos de cáncer, y a raíz de la pandemia se investigó y comprobó su efectividad en el tratamiento de personas diagnosticadas con COVID-19.
Los estudios demostraron que en los pacientes graves, la tasa de recuperación fue superior al 80 % y en el caso de los de cuidados con propensión al agravamiento de su cuadro clínico, más del 95 % se recuperó exitosamente.
Por otra parte, el Jusvinza, producido en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), fue en un primer momento una molécula diseñada para tratar enfermedades autoinmunes, principalmente la artritis reumatoide.
También se evaluó si funcionaba con personas en estado grave y crítico de COVID-19, y se evidenció su eficacia, con una tasa global de recuperación superior al 85 por ciento, en este tipo de pacientes.
Asimismo, en el plano preventivo se incluye en el protocolo cubano la Biomodulina T, del Centro Nacional de Biopreparados, para estimular el sistema inmunitario de personas pertenecientes a grupos vulnerables para que, en caso de infección, su respuesta al virus sea mejor.
Con el mismo fin se usa el Hebertrans o Factor de Transferencia (del CIGB), que tiene la propiedad de mejorar la respuesta de pacientes con antecedentes de déficit inmunológico.
Preventivamente, se usa también el Nasalferón, que potencia el sistema inmune, y muestra resultados en la reducción de contagios en grupos vulnerables.
Hasta inicios de marzo, se había aplicado a más de 100 mil personas, de las cuales el 99,4 por ciento se había mantenido sano y solo 634 se habían contagiado con la COVID-19, todos con una evolución satisfactoria.
Ya en el tratamiento de la enfermedad moderada, el Interferón alfa 2b Humano Recombinante (del CIGB) se emplea en junto con otros fármacos, para evitar la evolución a la gravedad de los pacientes.
La combinación de este medicamento con interferón gamma es el Heberferon, que ha demostrado gran eficacia terapéutica en la reducción del tiempo necesario para la eliminación del virus.
Especialistas destacan que la capacidad de reposicionamiento de estos productos (desarrollados originalmente para otras aplicaciones) es uno de los logros de la medicina y la biotecnología cubanas, que han llevado a tener los resultados actuales en el tratamiento a pacientes.
Al cierre de marzo, se habían diagnosticado con el nuevo coronavirus en Cuba 76 mil 276 pacientes, de los cuales se recuperaron 71 mil 493 (el 93,7%) y han fallecido 425 por complicaciones asociadas a la COVID-19.
Por otra parte, el índice de supervivencia de pacientes graves y críticos atendidos en el país esté por encima del 78%.
Las estadísticas de supervivencia a la COVID-19 en Cuba, muy superiores a las reportadas en el mundo, son resultados loables en el control de la enfermedad que han sido posibles porque el país enfrenta la pandemia con una industria biotecnológica y farmacéutica sólida, y ha sido capaz de gestionar estratégicamente estos recursos para la innovación.