Aunque un cambio de política hacia Cuba sigue excluido de las prioridades de la Administración del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, diversos sectores reconocen y promueven los beneficios de una posible mejoría de las relaciones entre ambos países.
Siempre que se basen en el respeto, la soberanía y la no injerencia en los asuntos internos, para las autoridades cubanas serán bienvenidos el diálogo y el entendimiento con el vecino del norte, cuyos Gobiernos se han empeñado en destruir la Revolución durante sus más de 60 años de existencia.
En marzo pasado, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, se refirió a la mencionada postura actual hacia la isla caribeña, después de afirmaciones previas de que el mandatario ordenó una revisión de las políticas de su predecesor en el cargo, el republicano Donald Trump (2017-2020).
Antes de las últimas declaraciones de la vocera, 80 congresistas demócratas enviaron una carta a Biden para solicitar un cambio de las crueles estrategias y restricciones impuestas por Estados Unidos a Cuba bajo la Administración precedente.
Los legisladores piden renovar el diálogo productivo con el Gobierno de la mayor de las Antillas, en pos de ‘ayudar a las familias en dificultades y promover un enfoque más constructivo al volver rápidamente a la política de compromiso y normalización de las relaciones’.
A criterio de los firmantes de la misiva, que impulsan los representantes Bobby Rush, Gwen Moore y Barbara Lee, las órdenes ejecutivas implementadas por la Administración republicana endurecieron las sanciones a niveles no vistos en décadas.
Mediante el texto, los congresistas instaron al Ejecutivo a reiniciar la responsabilidad diplomática para involucrarse en áreas de interés mutuo como la salud y la seguridad, y a revertir la decisión, tomada en los días finales de la presidencia de Trump, de volver a añadir a Cuba a la unilateral nómina de Estados patrocinadores del terrorismo.
En el transcurso de su campaña electoral, Biden manifestó que levantaría algunas de las restricciones al comercio y los viajes entre los dos países, pero diferentes analistas apuntan que cumplir esas promesas significará afrontar variados obstáculos.
Paralelamente, Washington mantiene contra la isla el bloqueo económico, comercial y financiero, el cual tuvo un recrudecimiento inusitado durante el mandato del republicano. Más de 240 nuevas medidas fueron impuestas con el propósito de perjudicar a la nación caribeña, subvertir su orden interno, crear una situación de ingobernabilidad y derrocar a la Revolución que triunfó el 1 de enero de 1959.
La drástica reducción de los viajes y el envío de remesas, los múltiples obstáculos para el acceso a combustibles y las considerables multas a bancos extranjeros que negocian con la isla estuvieron entre las dañinas operaciones.
También, el Departamento norteamericano de Estado retiró gran parte del personal de la embajada en La Habana, tras incidentes de salud reportados por sus diplomáticos, y detuvo la emisión de visas.
Otro de los pasos fue la activación del Título III de la controvertida Ley Helms-Burton, que permite demandar a quienes inviertan en propiedades nacionalizadas en el país.
Impuesto desde el 3 de febrero de 1962 por una orden ejecutiva del entonces presidente, John F. Kennedy, el aludido cerco constituye el principal obstáculo para el desarrollo de la isla, y ningún ciudadano o sector económico y social escapa a sus negativas consecuencias.
Según el Ministerio cubano de Relaciones Exteriores, los daños acumulados hasta marzo de 2020 por la aplicación de dicha estrategia ascienden a 144 mil 413,4 millones de dólares, a precios corrientes.
Considerando la depreciación de la moneda estadounidense frente al valor del oro en el mercado internacional, el bloqueo ha provocado perjuicios cuantificables que sobrepasan un billón 98 mil ocho millones de dólares.
Como denuncian diversas voces, esa política, ampliamente rechazada a nivel mundial, significa carencia de alimentos, medicinas, insumos sanitarios y útiles escolares, entre otros necesarios recursos para la vida de las personas.
Sin embargo, más allá de la hostilidad, Cuba cuenta con el apoyo solidario de figuras públicas, organizaciones, movimientos y activistas sociales de países de todas las latitudes, incluido Estados Unidos, contrarios a la agresividad de Washington.