Las operaciones en el mercado informal de divisas parecieran ser un elemento más presente cada día en la vida de los cubanos. A diferencia de tiempos pasados, este mercado ha tomado una relevancia singular al convertirse en mecanismo de acceso a divisas por parte de la población y actores económicos no estatales, siendo utilizado a la vez por estos últimos como referencia para su fijación de precios y reaprovisionamiento.
Depreciación del peso e incremento del tipo de cambio informal
El incremento del precio de las divisas en este mercado negro/paralelo/informal/ilegal es un tema complejo y multifactorial. Como cualquier mercado en sus fundamentos responde a dos elementos esenciales: a) la demanda de divisas, que se realiza desde la moneda nacional, y b) la oferta de divisas disponible, que tiene en nuestro caso dos orígenes fundamentales, las remesas enviadas por vías informales y el derrame del turismo mediante sus pagos en divisas en los circuitos no estatales.
En octubre del año 2019, antes de la intensificación migratoria poscovid y la apertura a la importación de los actores económicos no estatales, el tipo de cambio informal se desalineaba, por primera vez en casi 25 años, de la referencia marcada por el “tipo de cambio de Cadeca”. Dos factores fundamentalmente contribuían a este proceso: a) por un lado el incremento salarial de junio de 2019, que, aunque limitado, expandió la circulación monetaria en manos de la población, con un muy limitado incremento de la contrapartida de bienes necesarios para absorber esos recursos, desequilibrio este que a la larga termino presionando sobre los mercados informales, entre ellos el de divisas; b) por otra parte la apertura del circuito de ventas minoristas dolarizadas, generó una nueva demanda de divisas por parte de la población, que en una determinada proporción comenzó a ser satisfecha en los mercados informales, impulsando al alza la cotización informal de las mismas.
La suspensión de las ventas de divisas por parte del sistema financiero unas semanas después, demostraba la imposibilidad real de defender el tipo de cambio de Cadeca con las divisas captadas por el mismo. Al tipo de cambio de 1×24 la demanda de divisas se había incrementado hasta niveles insostenibles, y dado la existencia de un nuevo tipo de cambio informal ligeramente superior, buena parte de las divisas que antes se vendían por el público al sistema financiero formal, ahora estaban siendo intercambiadas en el circuito paralelo.
El tipo de cambio de Cadeca ya para ese momento se había tornado indefendible, la decisión de no devaluar el mismo hasta los nuevos niveles en donde objetivamente comenzaban a realizarse las transacciones y se compatibilizaban los flujos de oferta y demanda reales del mercado, condicionó de forma paulatina que más y más transacciones fueran transitando al mercado paralelo.
En 2020, el tipo de cambio informal alcanzaba nuevos máximos cercanos a los 40 CUP/USD a finales de año. A los factores antes expuestos, se sumaba una reducción de la oferta de divisas dado la limitación de los vuelos internacionales y la reducción del envío de remesas debido al inicio de la pandemia de COVID-19, la ampliación de las ventas minoristas en divisas en junio de 2020, y muy marcadamente el deterioro del entorno monetario en un año que registro déficits fiscales cercanos al 18% del producto interno bruto.
A inicio de 2021, las transformaciones monetarias impulsadas con la Tarea Ordenamiento, impactaron en una acelerada expansión de la cantidad de dinero en circulación (incrementos salariales, operaciones fiscales etc.) que constituyeron nuevos impulsos al alza del tipo de cambio. La concentración de estos desequilibrios y la apertura de los vuelos internacionales a finales de 2021 —que amplificó la demanda de divisas por motivos migratorios—, canalizó un acelerado proceso depreciatorio entre septiembre de 2021 y abril de 2022 que implicó una depreciación de la moneda nacional de casi un 66% desde los 70 CUP/USD hasta cerca de los 120 CUP/USD.
Desde mediados de 2022 y lo que va de 2023, nuevas fuentes de demanda se han incorporado paulatinamente a las presiones ya existentes, con un énfasis especial en la demanda de divisas para importaciones del sector no estatal y previsiblemente un incremento de los ahorros en divisas fuera del sistema financiero por actores económicos y la población ante la incertidumbre en la estructura de precios en moneda nacional y la constante depreciación del peso cubano.
Con particularidad en los últimos tres meses —junio, julio y agosto— se ha observado una acelerada depreciación del peso en los mercados informales luego de una relativa estabilidad en los primeros meses del año. Este proceso pone de manifiesto que la demanda de divisas informales por sus diferentes motivos continúa fuerte y que el deterioro de las condiciones monetarias subyacentes no ha cambiado. A todo esto, se suma el efecto estacional de los meses de baja del turismo, que supone una contracción en parte de la oferta de divisas en los mercados informales, elemento este que agrega presión a una estructura de mercado ya de por si inestable.
Aunque cada una de estos “destinos de la demanda” suponen explicaciones coyunturales de la dinámica del mercado informal, en el mediano plazo por sí solos no pueden explicar la tendencia al alza seguida por la divisa. Divisas en el mercado informal no demanda toda el que la quiera, sino el que tenga los medios monetarios en la moneda nacional para pagarla. Cuando se analizan causas más fundamentales, solo un incremento acelerado de la oferta monetaria —cantidad de dinero en circulación—, como el que previsiblemente ha ocurrido producto de casi cuatro años con déficits fiscales superiores al 10% del producto interno bruto, financiados mediante emisión monetaria del Banco Central, pueden explicar la tendencia depreciatoria del tipo de cambio a largo plazo.
No importa si 100 actores económicos desean demandar divisas en el mercado, o 1 000 personas con el objetivo de viajar el exterior, si no cuentan con la moneda nacional para ello el impacto de estas intenciones sobre el tipo de cambio informal es intrascendente. Sin embargo, cuando la masa monetaria aumenta, más y más agentes realizan operaciones que les permiten acceder a pesos cubanos, que luego a su vez le dan acceso a demandar divisas en el mercado informal y con ello presionan sobre la depreciación cambiaria. No es que las intenciones de compra de divisas y los destinos de la misma no influyan en el tipo de cambio, pero estos solo impactan en el mercado si cuentan con los medios monetarios para realizarlo.
A mediano plazo el valor del tipo de cambio es una expresión entre la oferta de divisas existente y la demanda que sobre ella se realiza desde la moneda nacional existente, independientemente de el que demanda sea un actor económico no estatal, un viajero al exterior o un consumidor con destino a compras en el circuito dolarizado. El tipo de cambio se deprecia porque la masa monetaria destinada a comprar dólares se incrementa más rápido que la oferta de divisas en el mercado. Así a mediano plazo el tipo de cambio responde a desequilibrios monetarios, aunque en una mirada más estructural el tipo de cambio real de una economía va a ser el reflejo de la productividad, eficiencia y la capacidad de generar ingresos en divisas de la misma.
En una economía con mayor volumen de ofertas de producción nacional, menor componente importado, mayor productividad, menor dependencia externa y más profundos encadenamientos en el tejido productivo local, una oferta monetaria similar a la actual daría como correlato un tipo de cambio previsiblemente inferior. Sin embargo, estas son transformaciones de la estructura económica que no ocurren de la noche a la mañana y que, aunque son las que verdaderamente impactan en lo que se podría denominar ‘el desarrollo económico de un país’, a muy corto plazo tienen un impacto menos claro sobre la tendencia de las variables nominales como el tipo de cambio.
Impactos y distorsiones asociadas al mercado cambiario informal
La existencia de un mercado informal de divisas, así como la constante depreciación cambiaria, generan por su parte distorsiones, que terminan lastrando a la larga la eficiencia, el desarrollo de actividades productivas y las potencialidades de crecimiento de la economía.
Un primer grupo de distorsiones está asociada al impacto inflacionario. Sin lugar a dudas existe una presión vía costos sobre la inflación cuando las divisas son adquiridas por los agentes económicos a un tipo de cambio superior, sin embargo, la depreciación cambiaria y la inflación son a su vez efectos de causas subyacentes, como los déficits fiscales, la reducción de los ingresos en divisas, la escaza competitividad y la baja productividad de la economía etc. Si bien la depreciación cambiaria refuerza la tendencia inflacionaria, el tipo de cambio es a su vez un precio más que aumenta por causas similares a la que lo hace la inflación general del resto de los bienes y servicios en la economía.
Contraintuitivamente, dado que la causalidad más visible del día a día es que un tipo de cambio alto impacta en mayores precios, la depreciación cambiaria tiene la tendencia en el largo plazo de seguir la tendencia inflacionaria de la economía en su conjunto, aunque por momento pueda adelantarla y contribuir a su aceleración. La depreciación del tipo de cambio informal refuerza el proceso inflacionario al condicionar costos de importación más altos, pero no es por sí misma el motor fundamental de dicho proceso.
La existencia de mercados informales de divisas, más allá de su impacto inflacionario, implica otras deformaciones en un primer momento menos visibles pero que impactan de forma más profunda en la eficiencia del tejido productivo nacional y que a la larga constituyen los mayores lastres de la existencia de estos mercados paralelo.
La informalidad del mercado de cambio agrega incertidumbre e inestabilidad a las actividades económicas de los agentes que concurren al mismo y por consiguiente al entramado productivo del país. Dada la inestabilidad que genera, propicia e incentiva el surgimiento de actividades rentistas que buscan rentabilidad y recuperación de la inversión a corto plazo en contraposición a actividades que supongan inversiones más formales orientadas al desarrollo de actividades productivas con retornos más distanciados en el tiempo.
Genera espacios para la evasión de impuestos, y a su vez dificultan a los actores económicos que acceden a divisas mediante estos mecanismos paralelos a llevar las mismas de forma transparente a su contabilidad -si compran divisa a 220 pesos solo pueden registrar por ellas 120 en las actuales condiciones-, lo que a la larga obliga a estos actores a sobredimensionar otras partidas de gasto o sub-declarar ingresos a fin de hacer cuadrar la contabilidad.
La informalidad genera por su parte un esquema de acceso segmentado a las divisas que es discriminatorio sobre las empresas del sector estatal que no pueden concurrir en igualdad de condiciones a un mercado cambiario informal por su propia naturaleza. Esto genera un esquema cambiario un tanto perverso donde capacidades industriales de empresas estatales y mixtas no pueden competir directamente por las divisas, no porque sus niveles de eficiencia y rentabilidad no lo permitan, sino porque el diseño -o en este caso el no diseño- institucional del mercado de cambios informal las excluye del mismo.
Se privilegia así el acceso a la divisa a actividades de presumiblemente menor valor agregado, y mayor componente importado, a la par de que se condiciona el acceso a dichas divisas al tejido productivo estatal mediante actores intermediarios no estatales que compran las divisas informales y luego realizan importación de insumos o utilización de las capacidades instaladas no explotadas del sector estatal. Esto último podría entenderse en algún sentido como una forma de encadenamiento productivo, pero que parte de premisas y deformaciones que conceden una ventaja extraeconómica a uno de los polos de la negociación.
Esta informalidad en el acceso a las divisas que entran al país vía remesas o una parte del ingreso del turismo, dinamiza la existencia de capacidades ociosas, la propensión entonces a importar o a alternativas de encadenamiento basadas en la dolarización para evitar la distorsión de los tipos de cambio múltiples. Desconecta al crédito bancario formal del acceso a divisas -un crédito formal bancario no suele ir al mercado informal a demandar dólares-, lo que reduce la capacidad de arrastre de este instrumento financiero. Desincentiva la inversión extranjera directa, dado que por su naturaleza estas no pueden acceder a las divisas del mercado de cambios informal y por tanto cuentan con menos oportunidades para reaprovisionar su actividad productiva.
En términos generales, la incertidumbre y la informalidad del mercado de cambios, es un lastre mucho mayor para el desarrollo de la actividad económica, la plena utilización de las capacidades instaladas y el desarrollo de negocios que realmente exploten potencialidades humanas y materiales del país, que el impacto depreciatorio de corto plazo que si bien refuerza la tendencia inflacionaria está lejos de ser el principal dinamizador de la misma.
Las distorsiones antes comentaras, y esto es fundamental, no son el resultado del accionar de ningún actor económico en particular, es una consecuencia de las deformaciones del mercado de cambios dado su carácter informal. Corregir estas distorsiones y avanzar en un proceso de formalización progresiva de dicho mercado, que garantice el acceso en igualdad de condiciones a todos los agentes económicos y que a la par venga acompañado de la creación de condiciones monetarias para la estabilidad de su tipo de cambio debería ser el verdadero foco del debate sobre estos temas. Sobre ello ampliaremos en la segunda parte de este trabajo.