La educadora pinareña Oria Borges Santos atesora muchas anécdotas de la misión que en estos momentos cumple en el estado de Aragua, en Venezuela.
Para ella, los oriundos de ese país son excepcionales, por eso valora su capacidad de resistencia, la firmeza que los caracteriza, y sobre todo la solidaridad, el amor por la vida y el sentido de la justicia.
Recuerda cómo después del confinamiento social por la COVID-19, decretado por el presidente Nicolás Maduro el 13 de marzo, no se detuvo el proceso educacional en el país, sino que diseminaron informaciones, orientaciones de último minuto e hicieron llegar a cada municipio los sistemas de clases y ejercicios, entre otras actividades.
El trabajo continuó y resultó una experiencia bien linda la primera reunión virtual a través del grupo de Whatsapp.
“Fue increíble, todo un éxito, hubo puntualidad, no faltaron los saludos, la asistencia, las intervenciones, los acuerdos y desacuerdos y hasta los stickers como muestra de alegría y aprobación por el trabajo realizado.
“La dirección nacional reconoció nuestro trabajo, cumplimos las expectativas, incluso publicamos las experiencias, las cuales constituyen hoy una fortaleza”.
Oria es de esas mujeres que vive a plenitud cada uno de sus desafíos laborales, y con orgullo se refiere a la creación de una videoteca con procedimientos metodológicos y productivos, relacionados con la siembra y elaboración de abonos, entre otros temas.
“Es emocionante visitar cada municipio y hacer las filmaciones, compartir con los venezolanos, con la clase más humilde y valiosa de este pueblo. Esos momentos se convierten en escuelas vivientes y en testimonios que sirven de experiencia novedosa para las preparaciones en los grupos municipales, congresos y demás eventos”.
ORIA SE SABE ÚTIL
En su misión en Venezuela Oria forma parte del proyecto de asesoramiento para reimpulsar las misiones Robinson y Ribas, por eso junto a sus compañeros contribuye a la preparación científico-metodológica de las estructuras de dirección nacionales, estatales y municipales. Ella sabe cuán útil es su trabajo.
“Los días aquí transcurren con una variedad considerable, comenzamos el lunes con las preparación en mesa técnica, donde se trata la preparación política, evaluamos el trabajo metodológico y productivo de la semana anterior, además revisamos los indicadores de incorporación y graduación”.
“Un elemento importante es que la misión educativa coopera en la realización de pesquisas con la brigada médica, trabajamos unidos, nos reunirnos en efemérides conmemorativas y conformamos una sola misión: todos somos hermanos”.
UNA MAESTRA CONSAGRADA
Graduada de maestra de Primaria en el año 1985 en la escuela pedagógica José Licourt Domínguez de San Cristóbal, Oria recuerda con amor que sus primeros alumnos fueron angolanos.
“Hoy son todos profesionales en su país”, nos comentó con orgullo.
Después de cumplir su servicio social en la secundaria básica Evangelina Cossío Cisneros, en la Isla de la Juventud por tres años, se trasladó a Pinar del Río.
“Este tiempo fue inolvidable, la misión tan noble de enseñar y educar no tiene igual”.
Muy pronto comenzó a dirigir las instituciones educativas de la carretera a Viñales, luego pasó a directora de la escuela primaria Antonio Maceo en el centro de la ciudad de Pinar.
En su trayectoria laboral estuvo también un año en la Dirección Municipal de Educación como metodóloga de Matemática, y en la Dirección Provincial de Educación, donde lleva 10 años y se desempeñó, como metodóloga de Ciencias Naturales y el Mundo en que Vivimos, jefa del departamento de la Educación Primaria en la provincia e inspectora integral.
“Ser maestra para mí significa la máxima expresión del ser humano, cuando sabes que tus conocimientos, experiencia, amor y tributo contribuyen a tallar las líneas que distinguen y diferencian una personalidad, que en poco tiempo la verás como todo un profesional.
“Sientes que en cada alumno que formaste dejaste una huella eterna que no olvidas. Eso te hace grande, solo un educador puede entender lo que digo, es gratificante.
Dedicarse a esta profesión es continuar el viaje, es perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y descubrir el cielo”.
ENTRE LO ÚTIL Y LO DIFÍCIL
Aparte del aislamiento social y el miedo al contagio de la COVID-19, Oria confiesa que lo más difícil en estos 15 meses de misión ha sido la lejanía de la familia.
“Ellos son lo más hermoso que tengo, llenan de luz y energía mis días. Tengo dos hijos maravillosos: Flor Elena, que comenzó la especialidad de Anestesia, y Robertico, que inicia los estudios de Ingeniería Eléctrica en la CUJAE; son los continuadores de mi obra de educadora.
“Mis padres constituyen mi refugio, mi esencia, a ellos les debo todo lo que soy.
“Para comunicarnos tenemos nuestro grupo de WhatsApp familiar, así compartimos cada noche y hacemos tertulias hasta muy tarde; hacemos bromas, cuentos, compartimos noticias y seguimos unidos por siempre, pese a la distancia”.