«Nunca pensé en la derrota», asegura el luchador cubano Mijaín López, que esta semana se convirtió en el deportista olímpico con más medallas de oro consecutivas en una misma prueba individual, nada menos que cinco en lucha grecorromana categoría de 130 kilos.
«Venía seguro de mí mismo», insiste López en una entrevista con EFE, en la que, retirado del tapiz desde el mismo martes pasado de su victoria, repasa su larga carrera de 32 años que le ha llevado a ser posiblemente el luchador más legendario de la historia.
Tres días después de su histórico triunfo, López reconoce que a ratos aún no se cree haber logrado su gesta, aunque a la vez sí lo va asumiendo. «Creo que realice un esfuerzo grande para poder llegar y romper ese récord y contento con el resultado», explica de forma sencilla.
«Yo venía seguro de mí mismo desde que salí de Cuba», incluso desde que decidió volver a unos Juegos tras Tokio 2020, disputados en 2021 por la pandemia de la COVID-19.
Esta seguridad en sus posibilidades hizo que jamás pensara en perder. «Nunca pensé en mi derrota, siempre pensé en mi victoria», afirma con firmeza, aunque con un hablar muy afable.
La capacidad mental, clave
Y es que considera que «la capacidad mental» ha sido una de las claves para los éxitos en su larga carrera de 32 años, en la que a sus cinco triunfos olímpicos suma cinco oros y tres platas en campeonatos mundiales y cinco oros en Juegos Panamericanos.
López, que cumplirá 42 años el próximo 20 de este mes, insiste en que «la fortaleza mental» y «el rigor del entrenamiento» han sido las bases de sus triunfos, además de la ambición.
«Me exijo mucho en cada uno de los entrenamientos» y «siempre me ha gustado obtener mi resultado, ser ganador», explica, antes de subrayar su pasión por este deporte: «He disfrutado cada uno de los combates».
En esta espléndida carrera no encuentra una figura especial que haya tenido un papel especial, y piensa solo en «el colectivo» que han formado su familia, sus entrenadores y los profesionales médicos, que le «apoyaron mucho para llegar a estos Juegos sin lesiones, sin problemas mentales y bien preparado».
Tras los Juegos de Tokio, Mijaín López manifestó su objetivo de llegar a París y lograr el récord, pero se tomó un descanso de casi tres años sin competir, una pausa que considera que ha tenido un papel «muy importante» en su éxito final.
«Creo que fue algo que me ayudó a enfrentar estos Juegos Olímpicos como los enfrenté», asegura este coloso apacible de 1,97 metros y casi 130 kilos de peso.
En su torneo olímpico, su mayor obstáculo fue el duelo de cuartos de final ante el vigente campeón del mundo, el iraní Amin Mirzazadeh, que se resolvió por un apretado 3-1.
En los cuatro duelos del torneo, especialmente en los dos últimos, miles de personas en el Arena Campo de Marte corearon repetidamente «López, López» para animar al campeón y poder ver con sus propios ojos el establecimiento de un récord histórico en el deporte.
El cubano agradece ese apoyo, que considera producto del «respeto» que tiene » hacia todas las personas», y se muestra «contento de que haya sido aquí en París y de que toda la gente» que le sigue «tuviera la oportunidad de estar» con él «en ese récord».
La «hora más bonita» para la retirada
Tras celebrar su victoria entre las ovaciones del público, López se arrodilló, besó el tapiz que ha sido su vida y se quitó las zapatillas para dejarlas allí, el gesto que simboliza la retirada de un luchador.
Confiesa que se sintió «triste», tras «años y años de carrera deportiva», porque «entregar las zapatillas, darle un adiós al deporte que uno ama, es muy triste para cualquier atleta».
Aún así, reconoce: «Creo que era el momento, que era la hora de decirle adiós al deporte (…) y hacer ese retiro oficialmente delante de tanta gente que te admiran y te quieren, creo que era la hora más bonita en que podía hacerlo».
¿Y qué va a hacer ahora, tras una carrera que empezó a los 10 años? Pues dice que aún se está trabajando en su función exacta, pero sí que se ve como «maestro» en la «motivación de los jóvenes que vienen».
Mijaín López, un ídolo de la lucha, pero también de todo el deporte cubano, apunta cuál es la clave del éxito de los luchadores y boxeadores de su país en tantos Juegos Olímpicos y otros torneos. Se debe a que «los atletas somos todos tan aguerridos, somos luchadores de sueños, de lograr éxitos para nuestro pueblo, para nuestra familia», señala.
Uno de los jóvenes a los que prevé entrenar es a su propio hijo, también llamado Mijaín, que ya es luchador, a quien dice que le dejó «un récord a seguir».
«Viene inspirado, viene con deseo», explica con una sonrisa cariñosa, pero aún tiene 12 años y prefiere esperar sin presionarle con el récord paterno: «Vamos a ver qué pasa» porque «aún le queda».