Por más de 27 años durante mi paso por el periodismo, presencié y divulgué innumerables muestras de solidaridad luego del paso de un huracán por Pinar del Río. Sin embargo, desde hace algún tiempo estoy alejada de ese ajetreo, lo que me permite (como dice el refrán) “mirar los toros desde la barrera”.
Les confieso que estar desde este lado tiene su cosa; por ejemplo, que te invade la nostalgia por los días de recorrido en las zonas dañadas para buscar historias. Pero también te da la oportunidad de mirar, desde afuera, cómo llega la ayuda de otros lugares, algo que por la premura de la cobertura, solo te dejaba transformarla en noticia.
Hablo de ese respaldo de unos hacia otros en momentos difíciles, en los que el miedo y la desesperación acechan en aquellos sitios donde la naturaleza se empeña en borrar los paisajes acostumbrados e impone su furia sobre los techos que resguarda a la gente.
Ahora disfruto más cuando veo que hombres afanosos llegan a la tierra que me vio nacer para brindar su ayuda desinteresada, esa que brota solo con el deseo de demostrar solidaridad; esa que carga, más que con bultos, con esperanzas.
Sonrío cuando me llegan imágenes de la gente agradecida por este socorro que llega imponente; que brinda luz, amistad… sosiego.
“Mirar los toros desde la barrera” precisa, además, admirar más a los colegas de los medios de comunicación, quienes con tal de llevar la información superan cualquier obstáculo: he visto a periodistas pinareños subirse al lomo de un corcel y recorrer caminos inundados; los he visto en las laderas de un río con su cauce enfurecido, los he visto sufrir con los damnificados… y, pienso en todo lo que arriesgan (incluso la vida). Eso también se llama solidaridad.
Desde este lado puedo reconocer con más elocuencia a médicos y enfermeras que, más allá de trabajar por un salario, demuestran que lo importante es el ser humano, y ante eso no los detiene ningún huracán para llegar a lugares necesitados y brindar su ayuda.
También pienso más en los míos cada vez que sienten el miedo de perder sus pertenencias, de quedar a oscuras, de ver dañados sus esfuerzos. Pero a la vez, disfruto cuando los veo levantarse, y ello gracias a la solidaridad, la que desde hace algún tiempo percibo más allá del periodismo… percibo “desde la barrera”.
Esta solidaridad de la que hablo lleva consigo la lealtad, el compañerismo, la empatía, la amistad, el respeto, el amor… valores que recibe, con cada fenómeno meteorológico, mi querido Pinar del Río, cuya gente ya está acostumbrada a desafiar huracanes.
Idalia no es un caso distinto, aunque no llevara esa categoría al paso por mi tierra. Detrás quedó una estela de solidaridad y humanismo; de reafirmación de que no tiene que existir ningún lazo afectivo para que exista la voluntad de ayudar. Y esa ayuda es la que disfruto ahora, y la que también estoy dispuesta a llevar.
Pero hoy… hoy escribo esta crónica “mirando los toros desde la barrera” o, lo que es igual, agradeciendo desde este lado donde ya no estoy en una cobertura periodística, pero sí con el corazón en los míos y en mi tierra.