Misael Zaldívar recuerda con romanticismo las décadas del ´70 y el ´80 del siglo pasado, decenios dorados para el deporte cubano y para el balonmano, en el cual estuvo por 10 tempo-radas en el equipo nacional.
Si se tiene oído afinado, cualquiera se percata de que este hombre, de seis pies y dos pulgadas de estatura, es natural del oriente de la geografía cubana; a pesar de que llegó con siete años a Minas de Matahambre y en la actualidad lleva canas sobre su cabeza, todavía hay algo típico en su acento de los oriundos de esa parte del territorio nacional.
Me cuenta de las escapadas de La Habana para venir a Managuaco, como popularmente se le conoce al reparto Vietnam Heroico en Minas, para jugar las provinciales que se desarrollaban en la cancha de esa comunidad y del nivel de esas competiciones: «Eran las finales del balonmano una fiesta y se jugaban con una calidad tremenda. Rolando Morejón, comisionado provincial, no me dejará mentir».
¿Cómo llegó al deporte?
«Estudié desde el séptimo y hasta el noveno grados en la escuela militar Camilo Cienfuegos, concretamente comencé en el curso 1971–’72.
«En esa época me inicié como portero de los equipos de fútbol, porque mis características físicas me permitían esta función, ese deporte lo practiqué durante un año y medio; pero sucedió que en 1973 ese centro educativo fue sede de un torneo nacional de balonmano del Ejército Juvenil del Trabajo, y a partir de ese evento se incluyó la modalidad entre los deportes practicados en los ´Camilitos´, porque se hizo muy popular, esa es la verdad.
«Estuve como parte del equipo representativo de la provincia en los primeros Intercamilitos, certamen en el que resulté el atleta más destacado, fue en Baracoa, La Habana. Esta lid significó mi debut en un torneo a nivel de país.
«Después pasé a estudiar en el preuniversitario Hermanos Saíz, porque la carrera que obtuve en los ´Camilitos´ no me gustó y en esa época me trasladaba casi todos los días de esta escuela para el pre Antonio Guiteras a entrenar con el profesor Carlos Morales.
«En 1977 participé en los Juegos Juveniles Nacionales, en un conjunto que se llamó Vegueros, en esa ocasión logré dos distinciones individuales: líder goleador y el más destacado de todos los balonmanistas, además del tercer lugar colectivo».
¿Y al equipo nacional?
«Por mis méritos, el primer entrenador del equipo nacional me invitó a unas pruebas físicas y técnicas y el 28 de agosto de 1978 ingresé en el ´Cuba´, junto a otros tres compañeros de Pinar del Río, esto ocurrió justo cuando comenzó el balonmano como disciplina en la Espa Nacional».
Esto debió significar un cambio en tu vida y más seriedad a la hora de enfrentar esta compleja etapa.
«Fue muy fuerte desde la perspectiva deportiva, y durante mi tránsito de los juveniles a la categoría de mayores tuve que compartir con atletas maduros, que emigraron de otros deportes al balonmano, pero me adapté y estuve en dos Panamericanos de la especialidad, uno en Estados Unidos y otro en Brasil, 1984 y 1986, respectivamente, en ambas oportunidades logramos el título.
«Era muy difícil imponerse en el equipo nacional, llegó el momento en el que los juveniles tenían a nueve jugadores y el de mayores a otros 10, e incluso hubo veces que no integré el equipo A, como popular-mente se conoce, porque la plantilla del ´Cuba´ se incrementó a 30 atletas y solo se conformaba la selección con 12 balonmanistas, había que dejar el extra para hacer el grado a un campeonato internacional.
«Te contaré que mi gran decepción ocurrió en vísperas de los Panamericanos de Indianápolis ’87, era mi oportunidad de asistir a un evento múltiple, creí que estaba en la lista del ´Cuba´ y no fue así, aunque todavía me encontraba en forma, y junto a otros factores como la no participación de la delegación cubana a la Olimpiada de Seúl en 1988, provocaron que abandonara el equipo nacional».
Tu generación preparó el camino para esa nueva hornada de jugadores, la de los ’90, que reinaron en varios Panamericanos.
«Aconteció que en mi etapa íbamos directamente a una competencia, no existían topes internacionales, aunque aclaro, no me gusta comparar épocas, y en numerosas veces nos encontrábamos con el contrario por primera vez en el propio torneo, aspecto que conspiró para alcanzar mejores resultados.
«La generación que nos sucedió se insertó en varias ligas de Europa y les permitió conocer mejor a los contrarios, esa posibilidad no se tuvo en mis años en el ´Cuba´. Nosotros nos preparábamos internamente, jugábamos el equipo rojo contra el azul, por poner un ejemplo fácil de comprender.
«Cuando estábamos en el evento teníamos que resolver los problemas estratégicos que se presentaban y hacer esto era una tarea titánica, pues el devenir del deporte así lo afirma: en la actualidad hay que competir mucho para lograr un buen resultado en una olimpiada o un mundial. Incluso, en los ’90 se amplió el número de jugadores que representaban a la Isla en campeonatos internacionales, ya que participaban 16 atletas y dos más en las gradas, exactamente esto fue una disposición de la Federación Internacional».
Sin embargo, aunque abandonaste el equipo nacional en 1988, tu carrera deportiva se prolongó hasta 1996.
«Continué en torneos de primera categoría con las diferentes selecciones de la provincia, a la par era entrenador de la Espa en Pinar del Río. Todavía ocupaba un puesto regular a pesar de contar con más de 30 años.
«En 1996 decidí que era el momento de dejar el deporte en activo, otras responsabilidades demandaban mis esfuerzos y mi tiempo, como la familia y el trabajo, porque había que cumplir con las evaluaciones en este último».
No obstante, la participación en un torneo internacional de balonmano de playa, con sede en Brasil en 1996, fue un premio a tu trayectoria y consagración deportivas.
«Ese torneo se llamó Festival Olímpico de Verano, desarrollado en Copacabana. Para esa incursión se tuvo en cuenta que había un grupo de destacados exjugadores de balonmano, dentro de ellos estaba yo. Porque el principal requisito para asistir era no estar, en ese momento, en el equipo nacional.
«Fue una sorpresa, te diré que el grupo escogido nunca había practicado esa modalidad, ni siquiera habíamos visto un partido y a través del reglamento nos preparamos para ese reto. Al final, alcanzamos el segundo lugar, solo nos superó Italia. Esa experiencia la trasladamos al país y se hicieron varias competiciones, pues no es tan costoso como el balonmano de salón».
Luego, ¿qué fue de tu carrera profesional?
«He ocupado varios cargos en la Dirección Municipal de Deportes en Minas de Matahambre, en Actividades Deportivas y como metodólogo de deportes con pelota. También cumplí en dos ocasiones misión internacionalista en Venezuela, una como parte de la Misión Barrio Adentro en funciones directas con la Federación de Balonmano de esa nación y después como profesor de alto rendimiento».
¿Piensas que influiste en la popularidad que alcanzó el balonmano en Matahambre?
«Modestamente, creo que sí. En esta localidad hubo un entrenador que fue el padre del balonmano en Minas, Carlos Martínez, y siempre me decía que fuera a practicar con los muchachos, claro cuando venía de visita porque en esa etapa estaba en el equipo nacional, me refiero a los años ’80.
«Pero te aclaro que el auge de este deporte aquí era algo impresionante. Hay un resultado histórico para el municipio que le da contundencia a esa afirmación: un tercer lugar en unos juegos nacionales pioneriles con jugadores nativos de Mata-hambre, que representaron a la provincia, ese fue el clímax de esta disciplina en el territorio. Aquí se jugaba hasta de noche y Carlos Martínez buscaba meriendas para los muchachos.
«Cuando en la actualidad veo la desolación de esa mítica cancha, me da tristeza, y lo más doloroso es que creo que pasará mucho tiempo y no se rescatará esa pasión, esa alegría y la masividad del balonmano. Por ahora lo veo como algo imposible».