No le gustan las entrevistas, mucho menos para hablar de logros o reconocimientos nacidos de una vida entera dedicada al trabajo. Sin embargo, sin ningún esfuerzo y con cálida fluidez repasa sus 79 años de existencia, muchos de ellos comprometidos con organizaciones de las que se enamoró por igual, desde sus inicios hasta hoy.
Mary, como la conocen todos en Viñales, fue una de las cinco mujeres cubanas que por estos días recibieron, de manos del Presidente de la República, la orden Mariana Grajales, máxima distinción que otorga la Federación de Mujeres Cubanas.
“Pensé que ya no la iba a recibir, pues no estoy muy bien de salud, tengo cuatro o cinco stents en el corazón. Después de la pandemia no he ido más nunca a un médico. Soy medio ‘acuática’ en ese sentido. Creo que uno se muere el día que le toca”.
Y así se lo ha demostrado la vida, de la peor manera, desafortunadamente. La Covid-19 le dio duros golpes en el plano familiar, y aunque estuvo un mes entero en estado grave, logró recuperarse. “No me tocaba a mí”, dice con lágrimas en los ojos.
Conversamos en una amplia sala adornada con imágenes de Vilma, de Fidel; con el Premio del Barrio que recibió hace par de años por los CDR. Nos sirve café y va, con mucha exactitud, hilvanando anécdotas de sus años mozos, de su pueblo, de su FMC…
MUJER MULTIPLICADA
“Cuando triunfó la Revolución yo tenía solo 14 años, cumplía los 15 en marzo. En aquella época no era como hoy que se ingresa a la FMC después de los 14, sino que debían ser mujeres que quisieran, que lo sintieran de verdad.
“Recuerdo que vino Marina Azcuy a crear la organización a Viñales, pero éramos muy poquitas, no llegábamos a 15. Ella nos dijo que al día siguiente iba hacia La Palma y que al regreso vendría a fundar la FMC, que buscáramos mujeres que estuvieran dispuestas. La noche que venía de vuelta ocurrió el accidente donde perdió la vida.
“Después vino otra compañera y quedó constituida la FMC. Desde aquel entonces comenzamos a trabajar mujer a mujer para incorporarlas. Cuando aquello era duro. Muchas querían, pero se dependía de los hombres. La mujer era para la casa, no podía usar pantalón, ni montar en camiones…”
Con 17 años ya Mary trabajaba en las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) como mecanógrafa. Se hizo además taquígrafa y se graduó como secretaria A. Aquello era solo el comienzo de una larga trayectoria de trabajo, siempre vinculada a la Federación.
“Siempre digo que he sido una pieza de ajedrez en el tablero del Partido. Empecé en las ORI, luego allí comenzó a surgir el sectarismo democrático y Fidel se dio cuenta hasta que se disolvieron y cambió aquello.
“Luego pasé al Banco de Crédito y Comercio y desde allí me mantuve como educadora de la FMC en el municipio. Tenía una funcionaria de divulgación y una de educación. De todas esas quedamos pocas ya, pero a cada rato nos reunimos y hacemos actividades”.
A los 23 años, y con sus tres hijos nacidos Mary trabajaba en bibliotecas escolares. Allí no solo tuvo que superarse y estudiar Bibliotecología, sino que también se convirtió en maestra.
“Antes, la licencia de maternidad era un mes y medio antes del parto y el mismo periodo de tiempo después. Yo los dejaba ‘ratoncitos’ con mi mamá, ella me ayudaba mucho, pero era difícil llevar el trabajo, los tres muchachos y todo lo demás. Hubo un tiempo en que dejé de trabajar porque mi madre era diabética y me di cuenta de que no podía con todo”.
Del Partido la designaron como secretaria del primer secretario del municipio de Viñales. En los cinco años que trabajó allí Mary era miembro del Comité Municipal y además integraba el Comité Provincial de la FMC. Entonces le encomendaron la misión de dirigir a las federadas en el municipio y por 12 años llevó las riendas de la organización en Viñales.
“Yo era también jefa de la zona de defensa y le dije al secretario que no podía con las dos cosas. Cogí una neumonía que estuve nueve días ingresada en el hospital. Entonces asumí la Federación.
“En los 12 años que estuve al frente me hice de un equipo de muchachas jóvenes, preparadas. No como hoy que quieren que todo el mundo sea universitario o que tenga 12 grado, si yo con noveno empecé siendo bibliotecaria. Todo está en el empeño que le pongas, y yo me enamoro de lo que hago”.
Cuando Mary cumplió 50 años ya había preparado a su reserva y pidió la liberación. Corrían los años ’90 se despenalizaba el dólar y surgían las tiendas recaudadoras de divisa. Su nueva misión era ser la comercial de la tienda del pueblo.
“Ahí sí lloré, porque no me sentía preparada. Nunca había visto ni un dólar, no sabía nada de tiendas, de pesaje…y estuve allí siete años. Dije siempre que a los 55 me iba a jubilar porque había empezado muy temprano, estaba cansada y a los 57, me dieron la liberación un 13 de marzo.
“El 30 de abril me vinieron a buscar de nuevo, les hacía falta que volviera porque había problemas, dije que solo iría por tres meses y estuve 10 años más. Me jubilé a los 69 y fue porque tenía a mi padre de 96 años y a mi tía de 94 en la casa y necesitaban de mis cuidados a tiempo completo”.
ENAMORADA DE POR VIDA
-“ ‘Jovencita, el camino al Mural por dónde?
– ¡Ay Fidel, igualitico que en la televisión! Él se echó a reír y volvió a preguntar:
-‘El camino al mural, por dónde?
-Por ahí, le dije, señalando el camino de tierra colorada que iba hacia el Moncada”.
Así recuerda Mary una anécdota que la marcaría siempre. Era el curso 60/61, estaba en la secundaria y le había pedido permiso a su profesora de Educación Laboral para ir a su casa a buscar unos pétalos de una rosa que montarían en clase.
“Cuando iba doblando la esquina, vio que venían tres yipes rusos, en el primero estaba Fidel y me preguntó aquello. Imagínate, en Viñales no había ni carros, aquí éramos cuatro gatos que nos paseábamos por la calle”.
Otros encuentros más actuales le han marcado su quehacer: la visita de Mirta, la madre de Tony, la conmovió al punto de convertirse en la presidenta del Comité de Solidaridad por los Cinco en el municipio.
En su hogar y en el pueblo ha tenido la dicha después de recibir a varios de los Héroes, y le regocija saber que muchos extranjeros supieron de ellos gracias a las actividades que realizaban en el pueblo.
Aunque la FMC es parte inseparable de la vida de Mary, le resulta difícil no hablar de los CDR, pues asegura que los lleva como un gen hereditario.
“Mi padre fue el primer presidente de este CDR. En el año ‘70 se fue para la caña, a la zafra de los 10 millones. Mi mamá, que era la organizadora, se quedó de presidenta, y luego me tocó a mí. Tuve que dejarlo un tiempo mientras estuve de secretaria de la FMC en el municipio, pero actualmente lo sigo siendo”.
Mary reconoce que no se puede tapar el sol con un dedo y que vivimos tiempos difíciles. Y a pesar de que el funcionamiento de los CDR dista mucho de sus inicios y que lo pensamientos son diversos, siempre se puede tener iniciativa y aunar a la gente.
“Aquí estamos revitalizando la guardia cederista, porque realmente hace falta y en el bloque de la Federación, del cual soy la ideológica, hacemos que todo funcione muy bien. La gente me ayuda mucho y me sigue. Soy vieja, pero me ves todo el tiempo buscando iniciativas, realizando actividades. Hay necesidad, pero siempre se puede hacer algo en los aniversarios y en los días señalados”.
Mary se siente afortunada, sobre todo porque sus tres hijos y cinco nietos viven en Cuba, a su lado y además participan en todo. “Creo que son pocas las familias cubanas que hoy pueden decir eso, y es un orgullo”.
Se ufana de decir que lo único que ha hecho en este mundo ha sido trabajar honradamente, siempre sin miedo a decir lo que piensa, de frente y sin tapujos.
Al preguntarle por cuál organización siente más cariño, no duda en responder: “Por las dos, y siempre hablo en nombre de las dos, porque somos la misma cosa, se trabaja por lo mismo. A los CDR los llevo en la sangre y a la FMC le he dedicado todo”.