A casa de Maribel Rivero Barrios no se llega de carambola. Sus resultados como productora de tabaco tapado en San Juan y Martínez eran referencia suficiente para que, justo a un mes del paso de Ian, nos empeñáramos en ver cómo se alista para la nueva campaña, a pesar de todo.
El camino no acompaña para que el ligero transporte nos lleve a su encuentro. Quedamos varados en el sinuoso trecho, hasta que el gesto afable de los eléctricos que desde Granma llegaban a reponer postes y líneas derribadas nos ofrecen la “botella”.
Entre constantes sacudiones, sobre uno de esos camiones grúas cargados de solidaridad, recorremos más de un kilómetro. Al lugar lo conocen como El Desvío, una ruta que lleva a Punta de Cartas. Enseguida divisamos, de un lado, la nueva casa de cura que media decena de hombres levanta. Del otro, una casona que, también recuperada, funge como cuartel general de esta mujer que ya fue nominada al Premio Habano en 2019.
TRABAJAR POR LA MEJOR HOJA
“Estudié solo hasta noveno grado. Mis papás no me dejaron ir para el Pre porque era en Sandino, ya sabes cómo son las familias del campo. Cuando tenía 15 empecé trabajar en una escogida de tapado como obrera de banco y después fui revisadora por 11 años”, rememora Maribel cuando le inquirimos por su motivación hacia el cultivo.
Conversamos en el amplio portal de su vivienda. La sana brisa del campo impide, a ratos, escuchar su hablar bajito, tímido, como quien prefiere más práctica y menos teoría. Cuenta sobre sus inicios en el tabaco de sol en el 2017 y cómo, con la asesoría de su esposo y el apoyo de sus hermanos se embulló a incursionar en la hoja que da la capa de exportación.
“Las áreas aledañas a la cooperativa son mayormente tapaderas. Mi esposo es ingeniero agrónomo y le sabe mucho al tabaco verde. Por sus funciones en el gobierno municipal no me puede acompañar en la finca, pero somos una familia numerosa y todos me apoyan mucho.
“Mi mamá tuvo nueve hijos y somos muy unidos. Mis hermanos me dijeron ‘tranquila que te vamos ayudar’ y empezaron conmigo. Ahora ellos siembran tabaco de sol. Primero me ayudan con el mío y entonces después los ayudo a ellos”.
Maribel es asociada de la “40 Aniversario”. Siembra 36 000 posturas en 1.12 hectáreas, y aunque los primeros años no tuvo grandes rendimientos, hoy se enorgullece de lograr hasta el 53 % de capa de exportación.
“El tapado lleva muchísimos requisitos, no se puede perder tiempo, y a una mujer le es prácticamente imposible hacer todas las tareas sola para tener buenos resultados. En tiempo de campaña siempre estoy en el campo con los obreros y de aquí para allá en lo que haya que hacer. Lo mismo guataquear que regar de noche”.
El tabaco tapado de San Juan se cura casi todo en kalfrisas, un proceso que dura 22 días aproximadamente. “Casi siempre lo zafamos de noche. Nos gusta hacerlo nosotros mismos, porque hay que cuidar mucho la hoja, de ahí también los resultados.
“Me da pena decirlo, pero muy pocas personas quieren trabajar con nosotros, porque somos muy “resabiosos” con el tabaco: si vas a ensartar tiene que ser a dos pares, si le echas más, nada más que la hoja se dé un machucón, cuando se seca ya no da capa de exportación de primera calidad”.
Maribel no solo apuesta por estar entre los mejores productores de la hoja, sino que dedica un pedacito de tierra a los cultivos varios y a las hortalizas. Y aunque el huracán arrasó con todo, recuerda la belleza de su patio declarado de referencia nacional.
LA VOLUNTAD DE LEVANTARSE
En cuanto Ian dejó tierras sanjuaneras y el viento amainó, Maribel salió de donde se resguardaba con su familia y volvió a su casa. El panorama era desgarrador. El fruto de tanto esfuerzo quedaba resumido en escombros.
“Yo quería quedarme a cuidar mis cosas, pero mi esposo me dijo que si era preciso él me arrastraba, porque lo que venía no era bueno. Nos evacuamos en la Empresa de Tabaco con nuestros hijos y aquello fue difícil: los cristales se rompían, las matas de coco caían encima del techo…yo solo pensaba en mis casas de tabaco, porque de eso vivimos.
“Al llegar me encontré solo las paredes de mi vivienda. Estaba aturdida, y me alegré de al menos estar vivos. Acomodamos algunas tejas en un pedacito de techo y pasamos la noche. Pero al otro día cuando me desperté, vi que la mitad de las cosas no las tenía y rompí a llorar”.
Maribel tenía una casa que utilizaba como depósito, la otra destinada a la cura, estaba recién construida, aún sin usar. Ambas reposaban en el suelo. “La gente se llevaba las planchas de cinc y la madera, y no podía hacer nada porque todo el mundo estaba en la misma situación. Se las di a quien las necesitara.
“No esperé a que pasara ninguna comisión. Dije ‘tengo cinc y madera de las casas de tabaco, y para seguir con mi campaña tengo que tener un techo’. Así que lo puse y le dije a mi esposo: ‘Yo no quiero que me den nada. Lo que me vayan a dar a mí que se lo den a quienes no tiene nada’”.
Con la madera recuperada de las dos estructuras Maribel ya inició la construcción de una casa de ocho aposentos. Por la cooperativa le asignaron una brigada a ella de la provincia de Mayabeque.
Los cinco hombres de Alquízar levantan los horcones y guiados por Noel, un lugareño con experiencia en la tarea, confiesan que no son carpinteros; sin embargo, la voluntad es lo primero.
“Nunca antes habíamos entrado a una casa de tabaco. Somos de la CPA Amistad Cuba-México y nos dedicamos a los cultivos varios. Cuando pasó el ciclón nos dijeron que nos preparáramos para venir a ayudar a los campesinos a levantar sus casas de tabaco, y aquí estamos, hasta que nos necesiten”, comenta José Tamayo Alarcón, uno de los cinco mayabequenses que trabaja de sol a sol.
Justo cuando hacía un mes del paso de Ian ya Maribel tenía la tierra arada y ponía los postes de la cerca. “Solo me falta pintarlos, porque me gusta que esté bien bonito el sembrado”. En su cronograma aún estaba en tiempo para iniciar la plantación, pues acostumbra a hacerlo entre el 10 y el 20 de noviembre.
En San Juan y Martínez hay que construir más de 1 000 casas de cura, de ello depende el éxito de la contienda. Esta mujer, quien además es miembro del Comité Nacional de la FMC, no cree en tempestades ni se amilana ante el trabajo que tiene por delante.
“Yo vivo del campo y de aquí no me voy, deja que vengan ciclones. No será como otras campañas, pero sí estoy segura de que va a ser buena”.