A cualquier madre se le aprieta el pecho de tan solo imaginarse en la piel de aquella que, en las horas siguientes al asalto a Palacio Presidencial, supo por la radio que su hijo había caído en el enfrentamiento, el 13 de marzo de 1957.
Él, Ormani Arenado Llonch, se había ido a La Habana a estudiar Arquitectura y muy en secreto, sin que sus padres supieran, se enroló en las filas del Directorio Revolucionario. Tenía solo 20 años, era el más joven de los asaltantes y aquel triste día fue el primero en caer.
Su compañero de causa, el destacado revolucionario Faure Chomón confesaría, tiempo después, que tan joven era Ormani que sintió el deseo de evitar que empuñara un arma. También dijo que nunca olvidaría su firme determinación.
Como aquel muchacho, otros 14 pinareños participaron de ese hecho trascendental en la historiografía nacional. La lista de mártires incluye además a Pepe Chepe, quien ese día se dirigía a la universidad de La Habana con un cargamento de armas. En medio del revuelo que causó el asalto, fue interceptado por una patrulla y acribillado a balazos.
De preservar la memoria de cada uno se ocupa el Museo Memorial Ormani Arenado Llonch, con sede en la que fuera su casa, pero con el firme propósito de rendir tributo no solo a su figura, sino también al resto de los combatientes.
Siguen viviendo
Vestuario, fotografías, documentos, armas …. El museo atesora alrededor de 900 piezas relacionadas con la vida de los asaltantes pinareños al Palacio Presidencial; la mayoría permanece resguardada en almacén mientras las elegidas para mostrar al público en exposición permanente se distribuyen en cuatro salas.
En la primera habitación, las fotos familiares llaman la atención del visitante. Allí está el joven Ormani amante del baloncesto, el enamorado, el participante en el desfile martiano, el estudiante, el hijo querido.
Al continuar el recorrido, aparecen también pertenencias diversas de los otros muchachos involucrados en el suceso, pequeños testimonios de una docena de vidas apagadas de súbito. Solo cuatro pinareños sobrevivieron a la fatídica fecha.
En una de las paredes, figura la reproducción de la carta que Gerardo Medina Cardentey escribiera a sus padres el 18 de julio de 1952, casi cinco años antes de su muerte. Desde entonces, la había dejado en el lobby del Hotel El Globo, donde trabajaba. En el sobre decía en letras mayúsculas mecanografiadas: ABRIRLO SOLO EN CASO DE “ACCIDENTE”.
En la misiva, Gerardo ordena a sus familiares que no lloren, que recuerden siempre que él eligió el camino “que se debe tomar cuando se tiene el corazón en el medio del pecho y se dice que se es humano (…) Si de verdad me quieren y aman a Cuba, den fuerza a los demás hermanos”, suplica.
La historia la cuenta, conmovida, Niurka Contino Hernández, una de las especialistas de la institución. “Lo que más me emociona es el fragmento donde dice que la muerte no es más que la manera de seguir viviendo. Es verdad que siguen viviendo, porque la historia es una cosa que no muere, hoy soy yo, mañana será otro especialista y así a través de los años, siempre la historia va a estar conservada aquí y ellos se van a mantener vivos”, asegura.
Historia de un museo
La calle del museo memorial, en la ciudad pinareña, también lleva el nombre de Ormani Arenado Llonch en la actualidad. La familia pasó a habitar el inmueble en 1943, antes residieron en otra casa próxima, en la misma dirección.
Pocos años después de la muerte de Ormani, falleció el padre Manuel Arenado Pando. Por su delicada condición de salud, la madre, Francisca Llonch García, debió irse a vivir entonces con una hermana. La casa permaneció cerrada hasta que en 1977 se entregó al gobierno en la provincia.
De acuerdo con Glendys Margarita Hernández Ramírez, actual directora de la institución, a partir de esa fecha “comienza un trabajo de recuperación de objetos no solo de Ormani sino de los combatientes de Pinar del Río para convertir la casa en un museo y perpetuar la memoria de ellos”.
La inauguración ocurrió el 12 de marzo de 1978. Leidiana González Castillo, vecina del lugar y quien se desempeña ahora como veladora del museo, dice recordar el suceso y afirma que desde entonces, la institución es de suma relevancia para la comunidad donde está enclavada.
“Esto es algo muy importante para nosotros, participamos todos los años del acto que se realiza el 13 de marzo aquí en el portal, incluso cuando la restauración tratamos de cooperar”, comenta.
En 2016, el museo memorial fue intervenido en el orden constructivo y reabrió sus puertas dos años después con un nuevo montaje museográfico que, a juicio de su directora, resulta más atractivo para el público, aunque aún faltan proyectos por concretar.
“Por ejemplo, en la última sala quisiéramos lograr la visualización del hecho histórico con el uso de las nuevas tecnologías, que el visitante pueda incluso conocer otros detalles”, explica.
Caminos diversos para contar la historia
El museo memorial Ormani Arenado Llonch, que otrora fuera llamado museo 13 de marzo, recién cumplió su aniversario 46. Sin embargo, aún es una institución desconocida para algunos pinareños.
“Nos sorprende que hay jóvenes universitarios que vienen de la misma ciudad de Pinar del Río y nos dicen que es la primera vez que vienen”, confiesa Hernández Ramírez.
En consecuencia, su equipo de trabajo apuesta por una variada programación cultural, dirigida especialmente a las jóvenes generaciones. “Organizamos visitas de estudiantes de los diferentes niveles de enseñanza y aquí les ofrecemos un recorrido con discurso expositivo.
“Además, tenemos el museo móvil que consiste en la visita de nuestros especialistas a centros educacionales y de trabajo, allí se llevan incluso algunas de nuestras piezas museables y se realizan conversatorios, círculos de interés”.
La directora comenta igualmente que tienen el propósito de diseñar recorridos patrimoniales “porque ya no solo es lo que atesora el museo, en la ciudad existen construcciones conmemorativas como tarjas, monumentos, obeliscos que están vinculados al accionar de los combatientes y que muchas veces son desconocidos por la población”.
En todo este quehacer resulta determinante la colaboración de los historiadores del territorio, quienes apoyan la realización de charlas, conversatorios, presentaciones de libros así como los procesos investigativos de la institución.
“Como resultado contamos con una tesis de maestría y un libro titulado Iconografía de un mártir: Ormani Arenado Llonch, en coautoría con María Rosa Ramírez”, cuenta la directora.
Otros colaboradores esenciales son los familiares de los mártires. Al decir de Glendys Margarita, “ellos son los principales donadores de lo que se exhibe y se atesora en el museo, también están las anécdotas que nos cuentan y que nos permiten visualizar a esos jóvenes como seres humanos y conocer de su comportamiento en la sociedad pinareña de la época”.
El museo memorial Ormani Arenado Llonch cuenta con una amplia trayectoria y mucho más pudiera hacer todavía, sobre todo teniendo en cuenta las experiencias de otras instituciones de su tipo en el uso de las nuevas tecnologías, que han venido a ofrecer un camino muy atractivo para vivenciar la historia pasada; ese volver a la raíz siempre será necesario.