Cuando Frank Luis Medina llegaba de Italia a jugar en Matanzas la segunda Liga Élite del béisbol cubano, no imaginó que fuera a ser una figura clave del conjunto. El espigado lanzador pinareño, de excelente forma física y con números de asombro, fue llamado por Armando Ferrer, el mentor de los cocodrilos, y no le ha hecho quedar mal con su desempeño.
Medina no solo es capaz de tirar rectas supersónicas por encima de las 90 millas, también lanza pelotas más fuertes y directas al corazón de los buenos aficionados. Esos que saben identificar la nobleza y el alma buena de un hombre.
Sexto juego de la serie de semifinales entre Matanzas-Las Tunas. Momento tenso para el conjunto yumurino, perdían por diferencia de dos, y de golpe y porrazo, los cocodrilos empataron y se fueron arriba.
Un Noelvis Entenza había aguantado una diferencia adversa de cuatro, tocaba el turno de ser sustituido para apuntalar la victoria que casi le daba el pase a la siguiente fase de la final.
A lo lejos viene con su trote característico, medio manguero, medio atropellado, pero vestido de pelotero y de forma inmaculada lanza rectas, curva, cambio de bola, slider, y dice estar listo para lo que se avecina.
Frank Luis parece no tener nervios, mira al cielo, seca el sudor que corre de su frente mientras ya tiene en mente cuál es el próximo lanzamiento. En la grada la algarabía es ensordecedora. En un palco preferencial está Nasir Torres.
Nasir no es un joven normal, es superior a todos, aunque una jodida silla de ruedas limite su locomoción. Ni su atrofia de músculos o su capacidad intelectual disminuida lo hacen ver menos, no es así, ama la pelota y la vive de forma diferente.
Palpita por estos cocodrilos y solo atina a llevarse la mano derecha al pecho, la sube lentamente hacia la boca y muerde. Muerde una y otra vez los dedos, y quién sabe cuántas cosas pasan por su cabeza, mientras observa al nuevo ídolo de turno. Al veguero que se metió al pantano a reforzar a su equipo y hoy le está regalando una nueva alegría.
Medina sacó un out, y otro, y vuelve a dominar, parece indetenible ese moreno de casi un metro y 90 centímetros de estatura. Lejos lo ve Nasir, lo compulsa, y casi ya finalizando el partido el grito de ¡GANAMOS COÑO! se le escapa, como también la sonrisa, las lágrimas, la sensación de ver la pelota, no solo como el mero juego de lanzar, correr o capturar bolas.
Medina es interceptado por todos, lo abrazan, lo cargan en pesos y es llevado casi por la multitud hasta el encuentro con su gente. Algunos aficionados logran llegar hasta él, otros como Nasir, deben esperar por el encuentro afuera. El pequeño del sillón de ruedas estalla de la alegría cuando ve a Yera, Rusney, Andry, Medina, sus ídolos de la pelota, pasar cerca, darle la mano, apretar su pecho fuerte.
Frank Luis es padre y sabe el amor de un hombre por su descendencia, le habla bajito al oído porque la bulla no permite escucharse bien. Y ya en las afueras de la instalación, rodeados de todo el público, le dice que acercaran los puños para que todos vean que el joven, en situación de discapacidad, ya tiene un nuevo amigo.
No es uno cualquiera, se trata de Frank Luis Medina. Un negrón alto y fuerte, un pelotero que va más allá de protocolos, que no solo sabe ponchar o cerrar juegos, sino que calma al niño cuando lo ve emocionado y le pide acercarse, no llorar, pegar los puños y ser amigos y hermanos para toda la vida.
Frank Luis está al corriente que todo lo que puede hacer como figura pública para que niños como Nasir se sientan bien, integrados, sin complejos y alegres, es un acto de mucha fe y renovación.
Ya el lanzador pinareño ha ganado sin alzar la copa todavía un nuevo título. El título de la amistad y la modestia. Ganó la recompensa de saberse útil en el corazón del otro, de ese como Nasir Torres, un niño discapacitado que ve en los peloteros seres de otras galaxias, y que hoy Frank Luis Medina y Yoani Yera, junto a otros, le han cumplido el sueño de abrazar a sus peloteros favoritos.