“Si te quedas dormido como un pez, nunca escalarás la pendiente” reza uno de los poemas de José Nelson Castillo González. Después de entrevistarlo, sostengo que esos versos lo definen, porque es un hombre con objetivos claros, pese a su personalidad calmada y afable.
Llegué a su casa motivada por la publicación de su tercer poemario: Desmemoria, que vio la luz a finales del 2021 bajo el sello Loynaz. Conversamos largo rato sobre su proceso creativo, sobre su labor como promotor cultural y sobre el movimiento cultural vueltabajero, en sentido general.
Nelson es un hombre muy sencillo, pero tiene un hablar educado y constante cuando se trata de defender el arte y la poesía. Desmemoria es un libro que bien podría considerarse una antología personal porque en él están contenidos poemas de toda una vida, muchos de ellos publicados antes en España y Estados Unidos por revistas literarias.
Cuando pregunto el porqué de su título, responde: “Yo soy un olvidado”. Pero es también el poeta que intenta decodificar la realidad en la que piensa, al que le interesa que el lector descubra por su voz las mismas cosas que le duelen, aquel que ha bebido de Vallejo y Eliseo Diego; el mismo que tiene una gran necesidad de expresión y lo hace a través de la poesía. “El día que yo me considere un poeta importante, no escribo ni un renglón más”, dice.
Está rodeado de lectores que le demandan crecerse, evolucionar, exigirse. Desmemoria lo ha regocijado por la acogida. Está estimulado, comprometido con la posibilidad de seguir escribiendo. “Yo soy un poeta emotivo, que necesita sentir lo que está diciendo para poder escribirlo; si no me nace me es imposible”, agrega.
Pero es también un promotor sociocultural tenaz. Su casa ofrece su portal, ubicado en la principal arteria de la capital vueltabajera, cada mes, como un espacio de encuentro y vida artística para la comunidad. ‘“El portal de Nelson’ no es tan mío, sino de todos”, afirma sonriendo. Y su dimensión comunitaria tiene una significación emotiva para el autor: en esa acera creció montando bicicleta, corriendo como cualquier niño, aunque la imagen de la ciudad no es la de antaño, pero su casa es la misma, y los recuerdos impulsan su labor hoy.
Empezó como promotor cultural desde 1990, cuando integraba el grupo literario Cazadores de sueños. Asegura que, desde esa época, dar a conocer a los demás es casi una necesidad. “El portal de Nelson” surgió después, exactamente el 13 de enero del 2010 (su memoria para las fechas es primorosa) y ha sido un espacio por donde han pasado con igual entrega profesional instructores de arte, aficionados, y figuras prominentes de nuestra cultura como Rey Montesinos y Miriela Mijares.
“Siento que la realidad cultural de nuestra provincia es muy rica, pero la forma de difundirla es muy débil. Detrás de cada consejo popular hay mucha gente haciendo cultura de millones de formas; desde la artesanía, las artes plásticas, la música… Ten en cuenta que la persona que necesite expresar algo lo hace de cualquier manera, sin esperar nada a cambio, pero lo hace y eso no es siempre difundido de la forma orgánica que lleva. A veces se le echa la culpa a la prensa y pienso que es culpa de nosotros mismos. La realidad de lo brillante está todos los días alrededor nuestro y no se percibe”, manifiesta.
Es integrante de la Uneac y de la Sociedad Cultural José Martí. Ha obtenido varios premios en concursos literarios entre los que resaltan mención en el José Álvarez Baragaño (1996 y 1998), y en el Buzón de la Poesía en el 2000. Además de Desmemoria, tiene publicados el poemario Habitantes de un tiempo que termina, por ediciones Como un ave libre (1999), el libro de entrevistas Un montón de estrellas. Memorias de un Guajiro natural, por ediciones Extramuros (2008) y Personal e Ingenuo, por Ediciones Loynaz (2008).
Como primicia me cuenta que acaba de salir en Estados Unidos, por la editorial Unos y Otros, su nuevo libro sobre Polo Montañez, que cuenta los planes con su discográfica. “Yo fui un intruso en la vida de Polo, que también fue un gran poeta, pero de la música. No fui su amigo personal, pero sí tuve la suerte de ser aceptado y moverme en sus conciertos. Este año se cumplen 20 años de fallecimiento y yo no he logrado sacarme a Polo del corazón”, afirma y un tono nostálgico lo invade.
Luego hablamos de su vida profesional. Ha sido portero, sereno, pañolero, “la gente del pueblo me reconoce como profe, y yo para nada me lo creo: soy un obrero que nunca he dejado de escribir”.
Es muy laborioso. Trabaja todos los días en su literatura y prefiere la madrugada para enfrentarse al papel. Aunque la poesía, sobre todo la breve, lo enamoró para siempre, es un entrevistador osado que atesora diálogos con Teresita Fernández, Ciro Bianchi, Leonardo Padura… quizás un día se decida y convierta esas entrevistas en otro libro.
Conversar con Teresita pudo consolar la pérdida de su madre, años atrás. Conectó con ella, un ser sensible y devoto a la creación, de sonrisa iluminada ante los niños. La cantautora le enseñó el valor de la humildad. “Los grandes de la cultura cubana han sido todos muy humildes”, sentencia.
El pasado diciembre ganó mención, esta vez con carácter especial, en el Premio Mundial de Poesía Nósside. En el año 2000 había merecido igual reconocimiento por un jurado de élite integrado por Lina de Feria, César López y Marilyn Bobes. El resultado del Nósside 2021 fue particularmente significativo por la variedad lingüística de los premiados. El profesor Giuseppe Amoroso otorgó reconocimientos a autores de cinco continentes, de los 102 países participantes. Nelson se presentó con un canto a los poetas, un viacrucis contra el odio.
También se ha aventurado a escribir palabras al catálogo, pues es un apasionado del buen arte visual. Desmemoria, en su imagen de cubierta, lleva la obra del artista plástico, también pinareño, Abel Morejón, uno de sus amigos entrañables. Según Nelson cuando vio la obra colgada en casa de Abelito supo que debía ser la portada de su libro porque esa escalera representada, con el tallo de espinas en su cúspide, encarna la perseverancia y sus avatares. Trata de subir, de avanzar, de escalar la pendiente: la vida es eso, a fin de cuentas.