Bernardo Samuel Reyes Torres es un hombre de campo, de tierra, de surco. Lo supo desde siempre, pues su familia se ocupó de inculcarle desde pequeño ese amor por las plantas, por la cosecha recién recogida y también a amar el sudor de cada jornada.
A causa de la Covid-19, tras quedar sin trabajo, se lanzó a conquistar un pedazo de tierra que ahora lo llama y le reclama atenciones diarias. Se lanzó, como él mismo dice, a conquistar un sueño.
A inicios de este año lo entrevistamos, pues entonces su patio ganaba en referencias vecinales y elogios municipales por las diferentes autoridades en la materia.
Hoy, sin tiempo que perder ni lamentos, ni siquiera reclamos, Bernardo vuelve al surco casi como empezó, pues tras el paso del reciente fenómeno atmosférico lo perdió todo.
ANTES Y DESPUÉS…
Antes del huracán, las 0,5 hectáreas de Bernardo fructificaban para gran parte de su comunidad, su autoabastecimiento y los respectivos donativos a los que acostumbraba, siempre para los más desfavorecidos.
Los semilleros listos y limpios eran la bienvenida cotidiana al “Delicioso retiro”, como también le llama Bernardo a su pequeña parcela. Rábanos, acelga, lechuga, zanahorias y plátanos, entre otros, eran de fácil acceso.
“Ian me lo quitó todo. Me dañó todas las áreas de plátanos y barrió con mis canteros como si hubiese traído una escoba. Todo quedó devastado, poco se pudo recuperar.
“Pero al otro día, en cuanto pude salir y echarle mano a los instrumentos, no perdí tiempo y comencé a levantarme de nuevo. Lo primero fue llegar hasta el platanal para limpiarlos y sacar lo que pudiera aprovecharse.
“Y por qué no decirlo, de las cosas malas hay que tomar lo bueno. Por eso fui a los lugares en donde había destrozos de fibras de asbesto cemento y recogí muchos pedazos inservibles para la construcción, pero ideales para mí. Con ellos, a partir del segundo día empecé a reconstruir mis canteros. Hoy todavía estoy en ese proceso”.
En tiempos normales, este patio producía más de 100 quintales de alimentos anuales entre hortalizas, vegetales y frutas con diferentes destinos.
“Si no hubiese sido por el huracán, ahora podía haber recogido cerca de 50 quintales de plátano, y estar a la espera de otra recogida a finales de noviembre.
“Me duele no haber podido contribuir más al SAF 28 de Enero como acostumbro, ni al círculo infantil Clodomira Acosta, al cual también le cedo mis producciones. Pero me siento un tanto satisfecho sabiendo que al menos pude donar más de 25 quintales de mi patio a ellos”.
Pero Bernardo es optimista y espera hoy un volumen de materia orgánica proveniente de la granja urbana con el apoyo de la Agricultura, imprescindible para comenzar a resembrar y cosechar.
“Lo que obstaculiza mi proceso recuperativo ahora, es precisamente esa materia orgánica, pues alrededor del 80 por ciento de mis canteros la necesitan para poder plantar en ellos.
“Pero soy de los que no se cansan y no cejan en el empeño, y creo que, si no se demora este asunto en el tiempo, puedo sacar comida de mi patio muy pronto, pues según mis cálculos nada más que tenga en mis manos ese suelo enriquecido, en 30 días comienzo a sacar hortalizas como acelga, rábano, espinacas y otras”.
Para Bernardo, el objetivo es el de plantar la mayor cantidad de hortalizas de ciclo corto, para así surtir a su comunidad y al pueblo consolareño.
“El huracán Ian no pudo con mi voluntad, sigo los preceptos de esos tres grandes hombres que son Martí, Maceo y Fidel. Además, recordemos unas palabras muy importantes y ajustadas a estos tiempos dichas por Martin Luther King: “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol”.
“Y es eso precisamente lo que toca ahora, sembrar, sembrar y sembrar, pues la tierra tiene y ofrece todo lo que nosotros seamos capaces de recoger de ella. Lo único que se necesita es amor, paciencia y trabajo”.