Así, sin medias tintas, se reconoció Andrés González González, uno de los escultores más renombrados en la Cuba actual.
Es extenso y palmario el currículo por él conseguido desde que se graduara en predios de la extinta Unión Soviética, prestigiosa escuela en esta manifestación del arte. Y para más, los dos últimos años han sido período fecundo dentro de su creación; aunque, de todo lo acontecido, no duda a la hora de señalar como hecho notorio el feliz término de un añejísimo sueño: dejar huella de su don en la tierra fértil que lo acunara.
Mucho antes de que su nombre ocupara cintillos en la prensa cubana, sobre todo a partir del Martí que preside la Tribuna Antimperialista, el aún joven artista acariciaba la posibilidad de darse a conocer en un entorno pueblerino que muy exigua cuota de gloria le aportaría, pero hacia el cual continuaba sintiendo una incurable nostalgia. Acotar en este sentido que no son pocos los que pueden dar fe de su tenaz propósito, entre quienes a gusto se incluyen fotógrafo y redactor.
Como marca del destino, parece ser que el reciente estreno del hasta ese momento infinitamente cerrado Museo de La Palma, ayudó a crear condiciones ideales para que cobrara forma el ensueño del virtuoso hacedor. Entonces, sucedió que sus preclaras intenciones fueron amplificadas por medio de familiares y amigos, cual portavoces civilizatorios, hasta llegar el mensaje de bienaventuranza a oídos de autoridades locales. Con este último paso, se allanaba el largo y tortuoso camino hacia la consecución de la quimera; era posible ya vislumbrar el fin de la utopía.
15 de enero de 2021
Ese día se conmemoró el aniversario 60 del extinto escritor e historiador Armando Abreu Morales, cuyo nombre había adoptado, precisamente en igual fecha del 2020, la institución cultural en la que por tantos años laborara. De igual modo, se recordaba como nunca antes al patriota insigne del municipio, Liberato Domingo Azcuy, a 136 años de su natalicio.
Por fortuna, los palmeros que en la mañana surcaban las calles del poblado pudieron ser testigos del acontecimiento: se develaba con todas las de la ley el magnífico busto de Liberato, escultura monumental que el artista había concebido a partir de fotos de época del homenajeado alcalde, víctima de la dictadura machadista, sobre quien vertiera claros halagos el fecundo intelectual y compañero de prisión Pablo de la Torriente Brau.
“De verdad que aún no puedo expresar con palabras todo lo que yo sentí allí, a los pies de mi obra, emplazada al costado de la iglesia, en medio del parque. Había ocurrido: era ya realidad tangible eso que por tantos años entrañé: que una pieza mía, a la que durante meses le puse corazón, al final cobraba vida; y quedaba en aquel lugar, enhiesta, siendo perenne testimonio de ese enorme amor que siento por el pueblo que me viera nacer”, nos cuenta el artista al año y un mes del suceso, precisamente cuando un nuevo compromiso con el amado terruño y con la historia local estaba a punto de transformarse en hecho cierto.
16 de febrero de 2022
Al amanecer era palpable la frialdad; y era asimismo concomitante la tozuda brisa que azuzaba esa frescura dueña en cualquier época del año de las lomas de San Andrés. Sin embargo, pasadas las 9, el fragor in crescendo en el ejército de niños y jóvenes uniformados de blanco, rojo y azul, iba ya fundiéndose con la ostensible templanza del tradicional verde-olivo de los trajes que engalanaban a los miembros presentes de la Asociación de Combatientes de la localidad, hasta ir dotando al punto culminante del llamado Pueblo Viejo de una amable calidez.
Un hecho relevante nos había congregado a todos en ese punto desde bien temprano: la inauguración del monumento erigido en memoria de Manuel Borjas Borjas, el legendario Capitán de la Montaña, segunda obra que Andrés González legaba al municipio. En varias ocasiones habíamos escalado la ruinosa carretera, en el afán de ir siguiendo paso a paso el avance de los trabajos previos al montaje, a cargo de encomiables personas entregadas apenas por amor a la historia a dichos fines.
La jornada previa, antes de que partiera al lugar elegido para el emplazamiento definitivo del busto con tal de darle los últimos retoques, requerimos nuevamente las consideraciones del escultor. Con su proverbial tino y buen decir, nos aclaró:
“Yo viví toda la niñez y parte de mi juventud oyendo hablar del Capitán Borjas. Era un tema recurrente en mi casa, en las escuelas; en todas partes. En cuanto Luis Martínez, historiador de La Palma, y Gilberto Llanes, conocido maestro de la zona, incentivaron mi naciente deseo de perpetuar al héroe en un monumento, de inmediato me puse a trabajar, con la ayuda de mi hijo. En todo este proyecto fue esencial su empuje; su persistencia a la hora de vencer los obstáculos que siempre suelen presentarse en el camino. Fue muy bonito trabajar con los dos. Y claro que también con la gente común de San Andrés, los voluntarios del lugar, en donde Barby mi hermana viene siendo como una institución. Así fue”.
Un lujo que pocos se pueden dar
Es esta una verdad como un templo: La Palma se ha convertido en muy breve plazo en territorio de referencia a nivel nacional cuando se habla de monumentos. Ya no solo hay que referirse por su impronta a la emblemática Cueva de los Portales, comandancia del Che durante la Crisis de Octubre.
Ahora este apartado municipio del nordeste de la provincia, reconocido en Cuba entre otros aspectos por su sólido movimiento literario, se vanagloria de poseer dos obras colosales de la escultura monumental, fruto de la inspiración, del amor y de la entrega sin precio de Andrés González González, artista de renombre internacional que no halló mejor manera de demostrar sus sentimientos que no fuera donando a la tierra que lo vio nacer lo mejor de su arte. En nombre de los que aman y fundan, gracias, Andrés.