“No se vence el miedo al contagio. Crece a cada día y ayuda a respetar y cumplir estrictamente los protocolos.
“El temor crece cuando se conoce el resultado de un paciente positivo y la mente trata de ubicarse hasta en el más mínimo de los detalles de nuestra relación y comunicación con él.
“Se siente mucho miedo, pero a la vez considero que he estado más expuesta a la enfermedad cada día, que en el tiempo que estuve en zona roja.
“Allí cualquier paciente puede ser positivo, por eso cumplimos las medidas como si todos lo fueran, en nuestro andar diario muchas veces por cuestiones de trabajo, no sabemos de quien cuidarnos, nos confiamos y cualquier persona puede estar contagiada.
“En zona roja están muy bien establecidos los protocolos de salud, se cuenta con los medios necesarios para la protección que nos permiten acometer las tareas asignadas. Lo más importante es que me cuidé tanto que tenía total certeza de estar sana, antes de recibir el resultado del PCR”.
Esas fueron las reflexiones que me mandó por Messenger la joven Yamira Mirabal González, profesora auxiliar, doctora en Ciencias Contables y Financieras y subdirectora del Centro de Estudios de Dirección, Desarrollo Local, Turismo y Cooperativismo (CE-GESTA), que de forma voluntaria formó parte de un equipo, que estuvo en zona roja en el centro de aislamiento de la Universidad Hermanos Saíz de Pinar del Río para personas sospechosas de la COVID-19.
CUANDO HABLA EL CORAZÓN
“Los cuidados, miedos y las incomodidades del vestuario no nos impiden acercarnos a los pacientes, aun manteniendo el distanciamiento físico.
“No faltaron los buenos días, cómo amanecieron hoy, cómo están nuestros abuelitos y cómo están el príncipe o la princesa de este cuarto”.
Yamira, y sus compañeros derrochan sensibilidad, como todo buen cubano sufre con la espera del resultado del PCR de sus pacientes, pero el dolor y la angustia aumenta más cuando se trata de infantes.
“Durante nuestra estancia en zona roja, se inicia la entrada de niños y para quienes además de enfrentar los miedos al contagio, también el temor de ver enfermar a nuestros hijos es muy difícil.
“Para los niños allí cantamos, hubo cuentos, historias de superhéroes y hasta alguna golosina adicional. Para los abuelitos no faltó la atención diferenciada, nuestro mimo y cariño. Créanme todo esto sin violar una sola medida”.
LA RECOMPENSA
Sin darse cuenta de la grandeza de su actuar, de la valentía intrínseca que constituye dejarlo todo en casa y partir por días a enfrentar la muerte o a luchar por la vida, Yamira narra.
“Tuvimos lindas experiencias, colegas de trabajo que llegaron como pacientes y tuvieron que reconocernos cuando solo se nos veían los ojos; personas que no creían que estábamos allí de forma voluntaria para atenderlos y nos tildaron de locos, pero que cuando les dijimos que si no fuera así quienes los atenderían, bajaron la cabeza y para nosotros fue la mejor señal.
“Muchos nos ofrecieron su ayuda en las más disímiles actividades como asesoría jurídica, estomatología, servicios gastronómicos, educación, solo que casi no sabemos quienes fueron ellos y tampoco nos reconocerían a nosotros.
“Algunos pacientes querían ayudar, se sentían bien, solo que por cuestiones de seguridad, todos debían permanecer en sus cuartos.
“Demasiada empatía con los niños, esos nos robaron el corazón a todos. Uno de mis compañeros pregonaba los alimentos que ofrecíamos de una manera muy original, espero nos comparta sus experiencias”.
La recompensa que recibieron fue mayor que cualquier tesoro material: el agradecimiento, las palabras llenas de cariño, ¿qué más?
“Lo que más reconforta es el reconocimiento y respeto de los pacientes por el trabajo que realizamos. La satisfacción del deber cumplido. Los aplausos que recibimos desde las ventanas el día que dejamos la zona roja para cumplir con el periodo de aislamiento. Nos satisface el apoyo de la familia y compañeros de trabajo, y el ejemplo legado a mis hijos”.
En la página de facebook de la pinareña Leidy Laura Sánchez Ruíz, el día dos de febrero, sus amistades pudieron leer un mensaje muy elocuente.
“Hoy utilizo está vía para agradecer a todo el personal que labora en el centro de aislamiento de contactos de casos positivos a la COVID- 19, en la universidad Hermanos Saíz Montes de Oca, de Pinar del Río, donde nos encontramos mi familia y yo desde el sábado 30 de enero; personas que realizan una labor digna de felicitar ya que nos hacen la estancia más placentera, personas que día a día ponen en riesgo su salud lejos de sus seres queridos, y siempre lo hacen con entrega y cariño, aquí dejo algunos de sus nombres.
“A los profesores de la universidad: Yamira, Ariel, Silfredo, Carlos César y Marín, y al personal de la salud. La enfermera Sonia, la doctora Aleida, y al pediatra Michel que con tanto cariño atiende a mi Oleg, y a todos los niños que aquí están”.
EL ENCIERRO Y LA SEPARACIÓN
Dentro de lo más complicado para Yamira estuvo el encierro… “Para mí fue lo más difícil, hasta ver las personas caminar libremente anhelaba, ratifiqué que se desea todo lo que no se tiene, por más simple que sea.
“Separarnos de la familia es también una decisión difícil cuando vamos a zona roja, pasamos tres semanas sin ir a casa y se extraña a los padres, esposo y sobre todo a los hijos.
“En mi caso tengo una hija de 15 años y un hijo de 11, ya son independientes y comprenden los riesgos de la tarea y hasta piden que no te vayas. Al inicio no entienden que debas dejarlos y exponerte así, pero llegan a razonar la importancia y necesidad de la decisión tomada y luego esperan cada noche el resumen del día y alguna experiencia”.
No faltó en las palabras de esta mujer un mensaje para la población.
“Lo primero es tomar todas las medidas para cuidar nuestra salud. Que todos sepan que el personal médico y miles de voluntarios de otros sectores hoy dan lo mejor de sí para acabar con la pandemia.
“La tarea que se realiza en zona roja enamora, como dijo nuestro rector. Hoy Ana Bárbara y Manuel Alejandro, mis hijos, saben que puede haber una próxima vez”.
Buenos días, concuerdo con Yamira, el peligro está en todas partes, pero igual me sentí más protegida en el centro de aislamiento que en la calle donde persisten las indisciplinas.