La décima edición de esta gran fiesta identitaria se encuentra por estos días en pleno apogeo en Pinar
del Río. Y esto constituye una evidencia más de que la voluntad de hacer se impone. Sin negar que el
contexto actual reclama racionalidad en cualquier propósito, también nos demuestra que ello no implica
estatismo ni inercia, sino replantearnos muchas de las acciones y ajustarlas a las reales posibilidades
que tengamos.
Este evento sociocultural -bien concebido- puede llegar a ser la mejor prueba de cuánto podemos
conseguir en el afán descolonizador que deberá estar presente como presupuesto o brújula orientadora
en cada realización que toque a fondo la vida espiritual de la población.
Las ediciones anteriores -con sus aciertos y desaciertos- ya nos han desbrozado el camino para no
tropezar dos veces con los mismos muros y no incurrir en iguales fallas. Creo que el programa diseñado
en esta ocasión puede permitir niveles de satisfacción superiores y, sobre todo, marcar bien las señas
que el propio eslogan escogido nos va configurando: De la tradición a la contemporaneidad. Claro, este
abanico abierto de posibilidades en lo que se ofrece no podrá ir en detrimento de la coherencia y el
sentido unitario de la jornada.
Pareciera que la gramática se pusiera de acuerdo con la intención suprema de estos festejos, porque el
pronombre personal “Nosotros” ya lleva en sí mismo una connotación incluyente al significar en la
pluralidad la inconfundible idea de pertenencia. Se trata de identificar adecuadamente en ese nosotros el
nos y el otros. Lo que parece un retruécano o juego de palabras representa la esencia y la razón de ser
de esta celebración.
No olvidemos que la identidad y la otredad constituyen un binomio conceptual inseparable, lo que da por
sentado que pinareñidad y cubanidad están signadas por una relación de inclusión incuestionable.
Perder de vista estas interacciones podría afectar el rumbo y el saldo final de lo que se ha intencionado.
“Nosotros” es el rostro de Vueltabajo. Mucho tino y sabiduría se tuvo al seleccionar este nombre, desde
el momento mismo que alude a ese bolero inmortal de Pedro Junco, lo que acaba de resemantizarse
con la proclamación de este género musical como patrimonio inmaterial de nuestra nación.
La identidad se ha definido siempre como la conciencia que tiene la colectividad de ser ella misma y
distinta a las demás, por tanto, a la hora de validar este festival deberíamos formularnos una y otra vez
esta interrogante: ¿Cuánto y qué quedó en el imaginario del pueblo? Y seguidamente: ¿Qué le aportó?
Recuérdese que el asunto no se limita a las expresiones artísticas, sino que se implican las tradiciones,
las costumbres, las creencias, los modos de vida que se van acuñando como un sello o como una
fotografía inconfundible. Hasta el aspecto axiológico, es decir, el sistema de valores queda o debe
quedar plasmado con la mayor fidelidad posible.
La imagen que se muestre no debe ser epidérmica representación de sus ciudadanos, sino la más
lógica exteriorización devenida resultado de las más serias investigaciones que en el ámbito cultural se
hayan realizado, o sea, la ciencia tiene un lugar indiscutible como fuente surtidora de lo que luego se
expone en este tipo de festividad. Ella es la garantía del grado de credibilidad o veracidad de las
manifestaciones que se someten a consideración de los diferentes públicos.
La sociocultura es un término que todavía hoy se replantea constantemente, aunque lo cierto es que una
invariante aflora insistentemente, me refiero a esa área de la realidad coyuntural que roza con toda
creación humana, desde la más obvia y trivial hasta la más sofisticada. Lo sociocultural se nos presenta
como algo bien polémico y controvertido, porque su naturaleza polisémica lo envuelve en un tejido
bastante difuso.
Pero sea cual fuere su amplitud y demarcación debe tomarse en cuenta en eventos como este, en los
que una exclusión voluntaria o involuntaria puede dañar la nitidez de la imagen plena. “Nosotros” es
como la vidriera donde se expone todo aquello que tiene que estar, queramos o no, al ser legítimamente
de este pedazo de tierra cubana.
Otra arista que ocupa por derecho propio un espacio y un tiempo cada año es la del homenaje a
personalidades que como hijos de esta tierra merecen se les tribute y reconozca por su quehacer
específico y la obra de toda una vida. En esta oportunidad los mismos nombres y sus respectivas áreas
creativas nos ofrecen la noción de diversidad que se ha querido representar: Josefa Acosta, Mario
García Portela, Ángel Pablo Padrón y Nersys Felipe. En los cuatro, la voluntad de entrega y la vocación
de servir descuellan con tan solo revisar sus biografías.
Y como colofón, lo que considero una deuda que ya pesaba demasiado, pues debió ser protagonista de
la primera edición del evento: hablo del culto al cultivo del tabaco, con toda su historia y proverbial
arraigo.
Bienvenido sea, entonces, “Nosotros” con su carga de autoctonía y simbolismo. Acojámoslo con
entusiasta participación popular, porque lo merece con creces como síntesis de esa conciencia y
sentimiento compartido de mismidad, como esa expresión del ser en sus múltiples maneras de estar.
Por máster Luis Pérez González, miembro de la Uneac