Las calles de una ciudad son sus principales lugares públicos y en cierta medida la definen. Alguien dijo: “Cuando las calles ofrecen interés, la ciudad entera ofrece interés; cuando presentan un aspecto triste, toda la ciudad parece triste”. Y sus nombres, su aspecto, representan la cultura de su gente atravesando la historia.
Así Pinar del Río cuenta su devenir en sus calles:
Un plano de la ciudad levantado por el agrimensor público José de Salazar y Hernández en 1841 describía que la ciudad solo contaba con 17 calles en esa fecha y que la más antigua era conocida como Calle de los Marañones, por los numerosos frutos que podían hallarse recorriéndola. Los pobladores también la llamaban camino de San Mateo, pues siguiendo su trayectoria se encontraba una laguna con ese nombre. Pero, en 1886 se determinó nombrarla Vélez Caviedes (actual Gerardo Medina) en memoria del señor español José Vélez Caviedes.
Por aquellos años, las vías eran caminos o terraplenes con un nivel de compactación natural, sin elección previa de los tipos de suelo, con limitada circulación para transportes de carga pesada, y predominaban los vehículos de tracción animal y los caballos como medio de transporte individual. Las etapas de lluvia intensa hacían las vías intransitables, incluso carentes de desbroce, no era posible el suficiente drenaje para su mantenimiento y estabilidad.
Por esos años, según relata el libro La cultura artístico literaria en Pinar del Río (colectivo de autores, ediciones Loynaz), con la toma de posesión del doctor Juan María Cavada y del Haya, inicia un periodo fructífero para la ciudad, que determinó la activación de su vida cultural. Durante su administración se reconstruyó el Parque de la Independencia, el paseo Estrada Palma, y se asfaltaron las calles Martí, Vélez Caviedes, Cuarteles, parte de Rosario (Ormani Arenado), San Juan, Isabel Rubio, Máximo Gómez y otras. Se construyó el puente sobre el río Guamá y en 1931 se inauguró la Carretera Central que unía a Pinar con el resto del país.
Entre las labores de embellecimiento y urbanización se ampliaron las aceras de las calles Maceo y La Coloma (Comandante Pinares) además de la siembra de álamos y la ubicación de bancos. Igual suerte corrió la Calzada de La Coloma desde Martí hasta la Estación de Ferrocarril y La Alameda del hospital. De ese modo, Cavada y del Haya logró que las cuatro entradas principales de la ciudad ofrecieran una imagen agradable al visitante, refiere el libro.
En 1856 se construyó un puente de madera por suscripción de los vecinos para facilitar el paso de una ribera a otra del río Guamá. Antes de la fecha solo podía cruzarse el río vadeándolo. Pero ese puente del ‘56 sería destruido por una crecida. No obstante, en 1877 se verifica una subasta para la construcción de un nuevo puente, también de madera.
La calle José Martí en sus inicios fue el camino de las vegas de El Cangre y recibió el nombre de calle Real o Mayor. En 1897 adoptó el nombre de don Antonio Cánovas del Castillo y el 16 de noviembre de 1898 en sesión del Ayuntamiento se acuerda cambiarle el nombre por el de nuestro Héroe Nacional. Las investigaciones históricas aseguran que es la calle que menos transformaciones ha sufrido en su carpeta asfáltica inicial.
El centro de la vida citadina se ubica allí por sus principales inmuebles: cafés, edificios gubernamentales, teatro, comercios… En ella se inscribía la casa de Gobierno (hoy Museo de Historia) con su patio claustral rodeado de espaciosas galerías, el café La perla o Labiada (hoy restaurante La Casona) con sus grandes puertas y ventanas enrejadas, su techo de madera y tejas; la Ferretería Canosa (La Popular) que antes fuese ocupada por una sociedad de Instrucción y Recreo…
La calle Martí fue también sede del Ayuntamiento (casa de cultura Pedro Junco) con un fuerte halo neoclásico propio de la arquitectura de la época; del art nouveau desbordante en líneas sinuosas y motivos florales del Hotel Comercio; sede del primer reloj público, adquirido para la cárcel y situado en 1859 en el frontispicio de la junta municipal ya convertido en Ayuntamiento y del reloj del Hotel Globo colocado en 1917 -que al construirse la tercera planta del inmueble en 1949, ocupó el lugar que hoy tiene- y así también, ubica otros tantos espacios que desde su surgimiento han animado la vida social y económica de Vueltabajo.
Los ingenieros Orestes Núñez García y Eduardo Rojas Carmona en el libro Pinar del Río, construcciones en el tiempo, afirman que: “…en la ciudad existen otras calles en las que el aumento indiscriminado de las carpetas asfálticas ha provocado, en primer término, la disminución de la capacidad de drenaje de las vías y en consecuencia, la elevación del nivel de las aguas pluviales por encima de las aceras, e incluso la inundación interior de no pocas viviendas; en segundo término, se ha creado un excesivo desnivel entre la rasante del pavimento y la boca de los registros de acueducto, convertidos estos en peligrosos huecos para la circulación vial…
“Ese defecto se ha ido solucionando de forma paulatina por constructores privados en algunos sectores de la ciudad, en otros prevalece y mientras no se realice el fresado del asfalto viejo, previo a la siguiente pavimentación, estaremos agravando el problema y perdiendo obras que han trascendido hasta nuestros días soportando el incremento de la creciente carga por ejes y la frecuencia de la circulación vial para las que no fueron diseñadas”.
Desde el primer caserío de la ciudad existía el Camino de Abajo o Camino del Sur que conducía a la parte baja de la naciente población. Con posterioridad, se llamó Camino del Recreo y más tarde se convirtió en Calle del Recreo. No es hasta 1899 que se le destina el nombre de la heroica capitana de la guerra de independencia, Isabel Rubio Díaz.
La calle Antonio Maceo, por su parte, era conocida como Calle de la Cárcel por existir en ella la cárcel de mampostería y techo de guano que luego se llamó Méndez Núñez. La Máximo Gómez llevó antes el nombre del general español Antonio Ros Olano, incluso el de San Rosendo, porque en ella estaba emplazada la Plaza de Armas y la figura de San Rosendo, el patrón de la población.
Cuarteles tomó su nombre del cuartel del regimiento número 8 –destruido por dos explosiones de dinamita el 18 de mayo de 1910–. Era peculiar en su construcción pues fue terminada sin aceras y para la materialización del terraplén se usó material blanco de mejoramiento. Y Cavada (hoy avenida Comandante Pinares) que necesitaba estabilidad por ser una vía con creciente valor de uso a partir de la intensidad del tráfico, se construyó como otras de la ciudad, utilizando la fundición in situ de losas de hormigón con acero de refuerzo y recubrimiento.
Precisamente entre Cavada y la calzada a La Coloma (Rafael Ferro), en Martí, se extendía el paseo de Estrada Palma o del Malecón, con una glorieta en la que daban retreta los jueves. Los pinareños de entonces podían disfrutar de la banda municipal desde los bancos del Paseo o en sillas de tijeras alquiladas. Hoy la ciudad, envuelta en otros contextos más contemporáneos, no pierde su magia neoclásica. Perviven sus edificios de antaño y, sobre todo, sus calles, que han sido camino de muchas generaciones consecutivas, reflejo de lo que heredamos y somos, parte indisoluble de la identidad vueltabajera.