Cuando todavía siguen dedicándose jornadas acaloradas al tema del denominado lenguaje inclusivo, la Real Academia Española vuelve a sorprendernos con un nuevo concepto identificado como lenguaje claro. El asunto -declara la prestigiosa institución- hace años que viene pujando, pero ahora parece que decididamente va a colocarse sobre la mesa de debate con intenso protagonismo.
A tal punto es así, que el pasado 20 y 21 tuvo lugar una importante convocatoria bajo el rótulo de Convención de la Red Panhispánica de Lenguaje Claro, la cual reunió a representantes de organizaciones de los más diversos sectores como el judicial, político o educativo.
El director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, ha explicado que la petición de lenguaje claro defiende abiertamente el derecho de los ciudadanos de comprender cuando “los poderes públicos” se dirigen a ellos. Se jerarquiza, entonces, con esta tendencia el componente de la comprensión del mensaje por encima de otros aspectos lingüísticos. Podemos entender con ello que existe correspondencia con el pensamiento más actual de ofrecer toda la prioridad al enfoque comunicativo y funcional de las estructuras idiomáticas.
Precisamente, este renombrado académico, en su conferencia de apertura, subrayó los orígenes y las principales invariantes del concepto. A partir de este pistoletazo inicial, -parafraseo la nota informativa consultada en internet- se efectuaron varias sesiones de discusión, y hasta el mismísimo Rey de España tuvo a su cargo el cierre del evento.
Asimismo, relata la fuente, se presentaron a los participantes varios materiales y una guía para constatar las características de estilo que corresponden a dicha concepción, en la que se percibe que la accesibilidad es tomada muy en cuenta.
Muñoz Machado ha reiterado que este concepto de lenguaje claro se encuentra en contraposición -como es lógico- a la oscuridad y el regodeo que se viene observando en el habla. Cito sus palabras: “Hay muchos defectos de redacción debido al uso de arcaísmos y frases muy largas…”. Puntualmente, en ese ángulo aprovecha para arremeter una vez más contra el lenguaje inclusivo que irrespeta el principio de economía en los recursos empleados, al abusar del desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina.
Este tipo de desdoblamientos resulta, en la mayoría de las ocasiones, artificioso e innecesario. Pongamos el caso de “los ciudadanos y las ciudadanas”, “los niños y las niñas”. Recordemos que la lengua nos ofrece el empleo genérico del masculino, y esto no afecta desde ningún punto de vista al reclamo que ahora se está haciendo con el lenguaje claro.
El ámbito científico es uno de los campos que está en el punto de mira de esta corriente de manera muy especial, pues las exigencias estilísticas de la precisión, exactitud y objetividad siempre han sido su sello inconfundible. La claridad es un requisito primordial como reflejo del ajuste a la verdad de la ciencia.
Es obvio que la RAE adopta una posición valiente en defensa del hablante: entender es un derecho fundamental. La retórica muy pocas veces se justifica y los contextos en los que no queda otra alternativa son escasos.
Particularmente muy aludidos han estado los juristas, quienes se han distinguido por la utilización de latinazgos cuando debieran usar un lenguaje más inteligible para el receptor común. También se podría ejemplificar con otros profesionales como es el caso de los médicos y tantos más, porque en definitiva, el llamado metalenguaje y los tecnicismos son inevitables. Lo que decide, en todo momento, es el destinatario en cada circunstancia.
Se ha hablado, en el entorno de los catedráticos, de una vieja deuda que había que saldar, incluso, el propio director de la Academia se expresó con el término de “reivindicación” que viene de años atrás.
Como profesor de Español y filólogo aplaudo de forma entusiasta este enfoque tan actual. La razón la evidenciará el rumbo que tome esta tendencia. Estaré atento y volveremos sobre el tema cuando gane en información. La promesa será cumplida. No lo duden.