Aymée Rivera Pérez fue una de mis profesoras más queridas en la universidad de Pinar del Río. Siempre elegante, con un nivel de cultura y conocimientos que nos hacían admirarla y respetarla mucho.
Nos enseñaba cómo debíamos comportarnos al ir a un teatro, la forma de vestirnos correctamente para cada momento; visitaba a los alumnos enfermos; nos llevaba a La Habana a las galerías, museos, ferias de arte; nos decía que no bastaba con lo aprendido en las clases, era preciso aprender de la vida cotidiana y ser cada día mejores personas.
Nunca olvidaré su dulce regaño cuando me vio ir varios días al aula con un pantalón roto por la rodilla, mientras muchas de mis compañeras iban en vestidos, tacones, o con el último grito de la moda. Con pena le dije: “profe, por ahora no tengo ninguno más que este, no puedo pedir más a mi mamá, pues se esfuerza mucho… ”, y de inmediato, vi el cambio de color en su rostro y me respondió: “Perdóname, te pido que me perdones desde el fondo de mi corazón, lo importante es que asistas, sea como sea”. El año siguiente ella fue una de las profesoras que me seleccionó para que fuera alumna ayudante, quizás era su forma de reconocer mi esfuerzo.
Y sí, aprendí mucho de ella: normas de educación y respeto, actitudes ante la vida, creatividad en un aula, preocupación del dolor ajeno y mucho más.
Pasados los años siguió siendo mi querida profesora, aunque yo trabajara, tuviera mi propia familia, fuera una profesional casi a su altura, era mi profe. Cuando le llegó el amor fuera de su Cuba querida, corrió a sus brazos, y en España siguió impartiendo clases, inculcando valores, y luchando contra la discriminación por el color de la piel.
Nunca perdí el contacto con ella, por correo primero, después por facebook, lo cierto es que ese lazo fraternal nunca se anuló. Ante esta pandemia del Covid_19 le pedí que se cuidara mucho y no se hizo esperar su respuesta, esa que no le molesta sea publicada y por eso aquí se las dejo, como uno de los testimonios de lo que hoy sufre el mundo ante la enfermedad y la muerte.
No te negaré que tengo miedo. Hace ya más de veinte días comencé con síntomas de gripe pero sin fiebre ni demasiada tos. La hija de Pepe es médica epidemióloga y determinó que no tenía «el bicho». No obstante guardé reposo por una semana y tomé lo típico: Paracetamol, líquidos. Cuando me sentí mejor a la semana siguiente, retomé mi trabajo. Me tocaba el análisis de «Los de Abajo» (por cierto) y en mitad de la clase comencé a toser como si no hubiera un mañana!!! A duras penas terminé la clase y regresé a casa. Esta vez sí llamamos por teléfono al número de urgencias, me hicieron el cuestionario de rigor y nuevamente descartaron que tuviera «el bicho»…
Vuelta al Paracetamol, los líquidos abundantes, humectar la casa y confinamiento forzoso y oficial pues ya para entonces, decreta ron el estado de alarma. No me hicieron el test biológico en ese momento porque no me consideraron de y en riesgo…Y aquí sigo con la duda, si tuve o tengo el Covid-19 lo cierto es que finalmente me siento bien. Lo que me pone malísima es leer cada día las noticias, escuchar testimonios terribles y ver cuánto se ha ensañado el bicho con los ancianos, caen como moscas confinados en sus residencias privadas y lujosas o en las sociales y más modestas.
La situación es Decameroniana. El gobierno español ha hecho lo que ha podido a veces tarde y mal. Los profesionales de la salud están sobrepasados, así como los hospitales y las UCI en donde ya hay que «escoger» a quién entubar o no por la escasez de recursos. Ojalá en Cuba no se llegue a esos extremos. A veces quiero ser optimista, otras veces no le veo la salida a esta guerra ( que lo es) y no te niego -a ti no podría- que sigo teniendo miedo, lo que es humano, inevitable y bueno porque dicen que ayuda a mantenernos alerta. Tú también cuídate mucho…Y gracias por estar ahí!
Confiemos en la ciencia y ojalá el mundo aprenda de esta lección de vida, el valor de la solidaridad, el valor de una sanidad social igualitaria y gratuita, de sociedades más justas y humanas y que el dinero y los intereses oscuros de los grandes poderes que quieren hacer un mundo » a su medida» son el verdadero enemigo a derrotar en esta guerra.
Hoy justo hace 15 años que salí de Cuba, solo físicamente y fue por amor. He ganado otra patria con más dinero y menos luz. Soy la luz del sol de Cuba y sus carencias, y la sombra del lado oculto de la luna, de la vieja, culta y egoísta Europa.