Entiendo que la protesta es un mecanismo de luchar por reivindicaciones, pero ella ha de acompañarse de gestos, verdad, coherencia y ese detalle le falló al MSI en su estrategia de desestabilización.
Para protestar hay que tener conocimiento de causa, agendas concretas (no dispersas), horas de lucha, entregas, siembra. En un país como el nuestro valen todos, pero no todas las voces tienen la misma fuerza moral o credibilidad.
Para mí, después de leer mucho, en las afueras del Mincult había patriotas, artistas, intelectuales, pero también resentidos y otros movidos por oleadas vanguardistas, farándula. Puedo asegurar que, como en toda masa, no todos estaban desde el compromiso de apostar a una Cuba mejor. Mucha mala idea y apego a luces fatuas también fueron, estuvieron, cantaron.
Las personas aglomeradas no son la sociedad civil cubana, ni siquiera la representan. El mosaico amplio que somos trasciende los intelectuales y artistas. No hay ombligo de mundo en un país como este. Todos somos parte imprescindible al todo y cada sector tiene sus demandas puntuales, más en un momento en que intentamos afinar el proyecto económico, político y social.
Demandar diálogo es lícito en la democracia, pero la gran mayoría de quienes se posicionan en la radicalidad hoy, precisan hacerse más preguntas que conjeturas.
La estupidez y la verdad, el decoro y la chabacanería están coexistiendo en las redes. Respetar y pensar es urgente. Los cubanos tenemos dolores y conquistas, pero la memoria salva, la memoria es símbolo y todo sentido que se dispute debe respaldarse con el civismo, el respeto al trabajo, las funciones, las profesiones y las emociones ajenas.
El ejercicio de la ciudadanía debe ser responsable, pero en Cuba, por consenso popular, cualquier solución será gestionada siempre que no arriesgue soberanía y conquistas, como debe ser, como queremos la gran mayoría.