Hace 11 años, el dos de enero del 2009, las páginas de este semanario contaban la historia de una maestra que, a sus 74 abriles, se reincorporaba a las aulas. Esta vez esa educadora, que mantiene el mismo espíritu de sus años mozos, asegura que se siente realizada de haber vivido siendo útil a los demás.
Nos recibe en su apartamento, arreglada, con un sobrio maquillaje en los labios y elegancia sencilla. Sobre la mesa del comedor muestra los reconocimientos y medallas atesorados con celo, pues como bien afirma, son fruto del sacrificio y el trabajo de una vida entera. Durante casi una hora recorremos su historia en la que un nombre es recurrente: Fidel.
MAESTRA, ALFABETIZADORA, ATREVIDA
Ante la interrogante de por qué escogió el magisterio, responde al instante: “Era la carrera más asequible para los que teníamos menos. Siempre he sido un poco atrevida, me presenté a la Escuela Normal y a la de Comercio. Era el año ‘51, etapa de elecciones, era difícil porque los bachilleres tenían derecho a presentarse por encima de los demás, pero también podían comprar la carrera. Entré de casualidad, porque un bachiller tuvo un accidente y no pudo matricular en tiempo.
“Luego me llegó la de Comercio y fui llevando las dos, hasta que en el tercer año me empezó a chocar con la Normal y la dejé”.
Cuenta Olga que eran tiempos difíciles, pero orgullosa relata aquella etapa de su juventud, que fue también una de las más importantes de nuestra historia.
“Imagínate, en el ‘52 fue el golpe de Estado. Todos los estudiantes estábamos en huelgas y mítines. Se cerraron los centros docentes porque era mucha la efervescencia que había. En esa dictadura de Batista hacíamos muchas actividades, con el ímpetu característico de la juventud.
“Recuerdo que una vez, en medio del censo electoral, fueron por mi casa a hacer la cédula. Dice mi mamá ‘mira estamos registrados’. Y yo le dije: ‘Si tú supieras mami, que cuando haya un gobierno con vergüenza en Cuba, entonces yo iré a las elecciones’, esas fueron mis palabras.
“Cuando ocurrió el asalto al Moncada, aunque no fue una victoria militar, sí estremeció al pueblo, porque como decía Fidel hacía falta un motor pequeño para echar a andar un motor grande. Y el pueblo lo sintió así, por lo que la necesidad que había de contribuir a un cambio llevó a muchos a sumarse al movimiento revolucionario. En mi casa se compraban bonos del 26 de Julio. Todo muy solapado, claro”.
Al hablar de aquellos días, de la etapa de lucha en las ciudades, en la Sierra Maestra, hasta el primero de enero de 1959, la emoción le brota de los labios.
“El triunfo de la Revolución no fue el despertar de Cuba, sino de América, un segundo despertar. Sí fuimos los últimos en liberarnos del colonialismo español, pero los primeros en liberarnos del imperialismo. Y fíjate que con la Revolución se dieron solución a los seis problemas fundamentales que planteaba Fidel en La Historia me Absolverá. Ahora lo tenemos todo, salud, educación, viviendas, tierras…
“Participé en la Campaña de Alfabetización, no como brigadista, sino como secretaria del consejo en el municipio de Cabañas. Me presenté por allá porque por Pinar del Río era muy difícil coger una plaza. Mis hermanas hicieron lo mismo en otros municipios. Las tres somos maestras.
“Luego del trabajo como secretaria, alfabetizaba por la noche a un grupo de 22 compañeros. Después vino la etapa de seguimiento para que alcanzaran el sexto grado y la superación obrera hasta el ‘62. Ya en ese año regresé a Pinar”.
LA HISTORIA NO, LA VIDA
Desde el año 2000 Olga es miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (Unhic) y presidenta de una sección de base, y aunque se formó como maestra en el área de ciencias, impartir Historia era como contar su vida.
“Como maestra he trabajo siempre el área de ciencias; sin embargo, en los seminarios me preparaban para dar Historia, claro, ella está arraigada en mí porque he pasado por las distintas etapas, las he vivido: una neocolonia, el triunfo, la Revolución en el poder, las leyes y medidas a favor de pueblo y el desarrollo del país. No solo un maestro de ciencias debe dominar la historia: es una necesidad que tenemos todos como seres sociales.
“Mientras impartía esa asignatura en el Plan Titulación para maestros populares hice la licenciatura en el pedagógico. Recorrí todas las escalas de Educación hasta mi jubilación en el ‘92: fui maestra, jefa de colectivo, subdirectora, directora y metodóloga municipal.
“Estoy orgullosa porque fui maestra de 65 pesos, la gente dirá: ‘Escucha para eso’. Hoy el salario de un profesor es posiblemente el que ninguno de los anteriores ganamos. Pero hicimos cimientos, columnas. Los investigadores de hoy surgieron de toda esa generación pasada de educadores”.
SENTIRSE ÚTIL, LO MÁS IMPORTANTE
“Cuando me reincorporé en el seminternado Abel Santamaría se creó una sección de base de la Unhic y quedé como presidenta. Trabajé cuatro cursos reincorporada. Todavía soy la presidenta de allí. Estaba muy activa pero los años no pasan en balde. Sé que soy vulnerable, porque padezco hipertensión e insuficiencia renal, pero son achaques normales de la vejez.
Si tú quieres sentirte vieja te tiras en un sillón y te postras. Que los años pasen no quiere decir que dejes de trasmitir conocimientos, se puede ser útil de muchas formas.
“En esa sección de base hicimos varias investigaciones sobre la historia local. Eso hay que trasmitirlo, porque para defender al país las nuevas generaciones tienen que conocer todo el esfuerzo, tal y como fue. Para que se mantengan esos pilares hay que conocer la historia, y con ese mismo énfasis que lo sientes hay que trasmitirlo.
“Cuando me reincorporé tenía 74 años y al hablarles a los muchachos me decían: ‘Maestra, usted conoció a Maceo?’ Imagínate, yo les decía ‘si yo los hubiera conocido no te estuviera dando clases ahora. Pero sí fui parte de las milicias femeninas que se crearon en la base de San Julián, y cuando juramos vi a Fidel y al Che, a esos sí los conocí’”.
Casi en la despedida, Olga nos habla de sus tres hijos: el mayor, que aunque se graduó de ingeniero forestal ha seguido de alguna manera los pasos de su madre en la educación y actualmente es el director del politécnico Pedro Téllez; la segunda que es médico; y el menor, abogado como su padre que “se da cuenta a veces cuando salgo y me dice ‘¿a dónde te fugaste hoy?”’.
Nos muestra fotografías de cuando estudiaba magisterio, su medalla aniversario 40 de las FAR, la de la alfabetización, la de 20 años como guía de pioneros; el reciente reconocimiento de la Unhic…
“He hecho en cada momento lo que me ha correspondido. En todas las etapas de las luchas de nuestro país a cada generación nos ha tocado hacer, como a ustedes ahora, que tienen la tarea más dura. A los jóvenes les corresponde hacer esto más fuerte. Ser una muralla para que entre solo la rosa y el clavel, como decía Guillén”.