Hablar con Osmín Dovales Cruz es como tratar de domesticar a un venado en el monte o capturar un camarón en el Cuyaguateje: salta de un sitio a otro. Él dice que viene “de viñaleros y mordijullos, una rara mezcla de familia luchadora y productora que nunca para de hablar”.
Este hombre, que pudiera parecer insignificante, es querido en Minas, por lo que muchos agradecerán este trabajo sobre quien fuera profesor universitario, estudioso de la geografía y todo lo relacionado con la Tierra, también criador de puercos, horticultor, floretista, poeta, padre, esposo, además de defensor de todas las causas justas y de su querida Minas de Matahambre.
Nació hace 70 años en el llamado Rincón Caliente, nombre pintoresco de la zona, como lo son Pinillos, por un vecino; Managuaco porque así se llamaba el hato, o La Siberia, Cayo del Gato, El Cartucho, La Curva y La Represa.
En la cultura escandinava Osmín significa protección de Dios y estamos frente a un hombre en Matahambre querido como Barbera, pero diferente; conjuga la sencillez con una erudición y facilidad de palabra digna de admirar, buen conversador y una manera muy peculiar de decir las cosas que enternecía a sus alumnos.
Profesor académico, apasionado por la Geografía y amante de la Historia su origen familiar data de l919: Francisco Dovales Durán -un herrero, de Lugo, en España, constructor de carretas y carretones- desembarcó en Cuba y no paró hasta los Cayos de San Felipe, en Viñales, donde se matrimonió con Guillermina Laras Padilla, y de ellos salió una raíz de la que se derivaron su padre Pancho –Francisco- Dovales y sus tíos Arturo, Chano, Elena y La Gallega.
Pancho fue un carpintero entrenado por Planes, una eminencia que hizo el retablo de la iglesia de Minas de Matahambre junto con otro notable, Emilio Pérez.
Su mamá, Josefina Cruz, para todos Nena, gente de temple tal que sus abuelos fueron a pie del Martillo, allá en Viñales, a asentarse en el suelo minero, también por el año 19 del siglo pasado.
La familia de Nena muy fuerte de carácter, sin nivel, pero muy trabajadora. Cuando Osmín estudió le dieron clases las profesoras Nena Lleras, Hilda del Cañal, Tabares, Aída Pando y Nora Goenaga (madre de Panchy, Tito y Juan Antonio Martínez de Osaba), una mujer de recio carácter, pero muy cariñosa, preocupada mucho por la gente pobre; luego vino Nelly Coro, la hermana del Comandante.
Osmín hizo la secundaria, fue para La Habana, no le gustó, y después de la zafra de los 10 millones en Camagüey volvió para las Minas y se hizo maestro en el ISA y más tarde profesor de Ciencias Geográficas en el Instituto Superior Pedagógico.
Sus conocimientos justifican haberse ligado con lo mejor de esa ciencia en la provincia: Luis Garcés, profesor Emérito; Novo y Martín Luis, formados en la Universidad de La Habana, que le enseñaron mucho sobre Ecología, la Cordillera de los Órganos, los pinares, los bosques y después en la secundaria, en la Facultad y en la Universidad trató de inculcárselo a los otros profesores y a sus estudiantes. Muchos hoy día trabajan en escuelas de Geología en Chile, en Venezuela, Colombia y Canadá.
Fue director de la Escuela de la Minería, ayudó a preparar los programas de Geología y beneficios de los minerales; capacitaba a los obreros para que conocieran el proceso productivo, cuando el gran auge de instrucción y aumentó la intelectualidad, tanto de los ingenieros como de los mineros simples.
La historia es su pasión, por lo que conoce al dedillo los revolucionarios del más antiguo pasado en las luchas sindicales, del Partido Socialista Popular y del Movimiento 26 de Julio, pero impensable publicarlos porque el espacio no es suficiente.
Aunque hay un detalle que no podemos obviar y él lo cuenta: “Minas de Matahambre tenía familias que vinieron de Puerto Esperanza, como los Coro, de allá de la calle Mango.
Tata Coro fue un hombre muy famoso y también Mongo, su hermano y padre del comandante Ramón González Coro, Monguito, que junto a sus hermanos se criaron ahí, en la casa frente a la iglesia; también tenían un cabaré restaurante llamado Eddy Club.
Como vivieron un poquito mejor, Monguito se fue para La Habana a estudiar Medicina, y se involucró con el movimiento revolucionario y cayó en Las Villas en una acción combativa poco antes del triunfo.
“Después de tantos avatares educativos trabajé unos 12 años en el Partido, y nunca olvidaré al compañero Félix Rodríguez, que nos atendía desde la provincia. Alterné nuevamente en Educación, hasta que me vinculé con la construcción en jardinería, en todas esas obras del reparto Hermanos Cruz, la remodelación del Supermercado, los alrededores del periódico, de Radio Guamá y la Terminal, de muchas obras de cuando estaba Ernesto Barreto de presidente del Poder Popular y en la reanimación de la ciudad”.
Sus últimos tiempos los dedicó a las plantas ornamentales, sin olvidar las endémicas de nuestra región; tuvo contactos especialmente con el doctor Urquiola, uno de los mejores botánicos del occidente de Cuba, como él bien refleja. Como profesor siempre se asociaba con la geología, con geólogos como Aurelio, Banderas y uno de Checoslovaquia llamado Litaven, ya fallecido.
Fue obrero en la cooperativa fortalecida Vladimir I. Lenin, en Santa Lucía; trabajó como “campesino” en una finquita que trata de mantener a ritmo de la ciencia, dándole en su suelo los golpes de la ecología: sus abonos y pesticidas naturales.
Y como sus mejores “semillas” cuenta a su esposa Idania, sus hijas, una geógrafa igual que él, y la otra psicóloga en medicina. Su hermana Olimpia, un año mayor, que estudió dibujo técnico y trabajó siempre en la minería y después en la forestal.
Además de trabajar y estudiar, sus hobbies son cazar, leer mucho y “coger” camarones, pero ya sus viejos huesos no le permiten meterse en los fríos ríos.
Un excelente amigo y hermano, compañero de luchas y trabajo, siempre juntos. Lo quiero, admiro y respeto. Un hombre extraordinariamente inteligente. Cierto, mi madre fue su maestra también. En fin, amigo de los amigos. ¡Enhorabuena Ramoncito!