Un grand slam en la misma primera entrada del cuarto juego entre Pinar del Río y Villa Clara acabó con el sueño del equipo verdeamarillo y de sus seguidores de empatar con los naranjas e irse al decisivo para ver quién discutía el título de Cuba en la VII Serie Sub-23 de Béisbol con el campeón oriental.
¿Mal resultado para Vegueros? Depende del cristal con que se mire, porque con un elenco que en el papel y en el terreno era inferior a su rival de semifinales supo dar batalla y nunca se le vio desanimado. El resultado de un tercer lugar en el campeonato atestigua que dieron todo lo que podían en el terreno para escalar a otros peldaños, pero ello no fue posible.
En la etapa clasificatoria culminaron con balance de 10 ganados y cinco perdidos, solo superados por sus verdugos de Villa Clara (11-4) e igualados con los santiagueros que ya disputan el campeonato.
En el camino dejaron a La Habana (8-7), Isla de la Juventud (7-8) y Artemisa (5-10) y aunque los marcadores no fueron abultados sí se triunfó en los juegos que se necesitaban para seguir adelante. El ejemplo mayor está en que consiguieron lo que para algunos parecía un imposible: ganar cinco partidos consecutivos para acceder a la semifinal.
No obstante lo conseguido, hay aspectos sobre los que es necesario comentar, porque una parte de esos muchachos deben repetir plantilla en el equipo que se conforme el año próximo para la octava edición.
Llama la atención que colectivamente Pinar del Río quedó por debajo en el bateo en una serie de por sí bien improductiva en cuanto a incogibles conectados y a total de hombres embasados.
Los verdeamarillos batearon para un anémico .224, el peor del campeonato igualado con Las Tunas. Su OBP (porcentaje de embasados) fue de .321, el más bajo de los cuatro semifinalistas. Fueron los que menos jits conectaron con 110 y los segundos que menos carreras anotaron con 60. Además, se fueron sin jonrones y resultaron los segundos con menos dobles (16), mientras que produjeron dos triples.
El OPS (porcentaje de embasamiento más slugging) fue el más bajo de los cuatro contendientes de la semifinal con .586 y el slugging también resultó el peor con .265.
Se poncharon 107 veces y fueron los que menos bases por bolas recibieron con 58, de ellas 11 intencionales.
El muy celebrado cuerpo de lanzadores de Vegueros tampoco se comportó del todo a la altura que se esperaba: el promedio de carreras limpias fue el más alto del cuarteto con 2.08 en una semifinal en la que se lanzó para 2.01, además de que resultaron quienes más bases por bolas concedieron con 74, de ellas siete intencionales, además asestaron 15 pelotazos (segundos).
Aun así, resulta meritorio que los tiradores se llevaron las palmas en cuanto a ponches propinados (110 al igual que Santiago de Cuba); solo le batearon para .186 y apenas permitieron 19 extrabases (17 dobles y dos jonrones) para obtener los mejores lauros en ambos aspectos.
Pero los números son bien fríos y no revelan toda la verdad, pues volvió a ocurrir que en varias ocasiones los relevistas (traídos para dar strike) no cumplieron con su cometido, al arrancar descontrolados o desconcentrados y, por consiguiente, resultaron castigados u otorgaron pasaportes.
En el fildeo, Pinar quedó como el segundo que menos errores cometió (13) y sus receptores capturaron a 10 corredores mientras le robaban en siete ocasiones, para ocupar también la segunda plaza en positivo.
Lo más relevante en esta accidentada contienda es que se vio a un equipo, a un colectivo y no a individualidades, algo fundamental cuando se quiere conseguir un objetivo, y ello es muestra del trabajo realizado por Donal Duarte Hernández y su cuerpo de dirección.
Lástima que, más allá de lo logrado u obtenido por Vegueros y expuesto de manera resumida aquí, esta atípica serie dejara, en sentido general, un sabor amargo en buena parte de la afición beisbolera.
Como las principales deficiencias están, sin un orden de importancia porque todos los aspectos lo son, a mi criterio, las siguientes:
Arbitraje para el olvido, principalmente por algunos de ellos que han particularizado la zona de strike según su parecer y por consiguiente motivaron desconcentraciones, tanto de bateadores como de lanzadores, además de las injustificadas protestas de unos y otros, ya que se conoce que no hay vuelta atrás cuando de cantar bola o strike se trata.
Deficiencias de una buena parte de los jugadores en cuanto al ABC del juego, o sea, desde el mal corrido de las bases hasta errores mentales en tiros.
Bateadores desconcentrados o desesperados ante situaciones decisivas para sus equipos; así como fallas en buena parte de los que fueron llamados como emergentes o a los que se les indicó tocar la bola.
Lanzadores que no saben cómo terminar su trabajo tras poner a un bateador en dos strikes sin bolas y, finalmente, o son bateados u otorgan boletos.
Jugadores a los que no se les puede arrimar la bola o que no conciben recibir un pelotazo sin sacar afuera una guapería barriotera que tanto desdice de ellos y del espectáculo. Si eso hacen ahora que están comenzando y no son atajados, ¿cómo se comportarán mañana?
Como resumen: si se quiere rescatar la pelota en Cuba, si se pretende llevar el pasatiempo nacional al nivel que tuvo años atrás y que tanto añoramos, es imprescindible jugar y jugar en todas las categorías, algo que quedó pendiente en esta miniserie del Sub-23 que –tal como afirman no pocos aficionados y especialistas– parece se hizo para cumplir con un programa y no para desarrollar a esos muchachos.