¿Dónde estará Ronal Suárez Ramos el capitán de barco que navegó en El Socialista y capitaneó Guerrillero, con mar proceloso o en calma chicha, con viejos marinos que sobre la botavara azuzaban la vela mayor y con los grumetes desde la cubierta del taller fundían tejas para la edición venidera?
Pues sepan que él está bien, jubilado, corriendo tras el nieto y viendo pasar la vida, preservándose para evitar la COVID-19 y muchos sueños como buen guerrero del futuro de su provincia.
Aunque está en el reposo de la jubilación sus medallas no están herrumbrosas, sigue con la mente clara, el corazón activo y en el Día de la prensa cubana es uno más que evocará sus enseñanzas y recuerdos.
Cuando llegué a Pinar del Río en el umbral de 1979, iba yo camino de la Zafra de los 10 Millones, y por indicaciones de Camejo, subdirector de Juventud Rebelde, en el lobby de Guerrillero le dije: “¿usted es Ronald?”… y rápidamente me dijo: “¡No, Ronal!, sin inglés” y pensé: “ñooo, este es más comunista que Lenin”.
Luego acabada la zafra y de muchas vueltas en Juventud Rebelde me afianzaron en Pinar del Río, por el supuesto conocimiento que debía de tener de la provincia donde nací; no había aclarado lo suficiente, que en 1960 –con 12 años- salté de Matahambre para La Habana y regresé joven con una ignorancia total del territorio.
Pues de Ronal siempre admiré su carácter, afable y entendedor, porque de lo contrario no hubiera resistido con personajes tan especiales como Cao, Costa Bomnin, Felito el loco, Ardión como ave pasajera, Pecruz que cada cierto tiempo aterrizaba en el periódico, y mucha gente más, pero más cuerdos como el Chino Naya, Viñas Alfonso, y no tan cuerdos como el negro Tatico lejos del periodismo, pero muy entendido del aseguramiento de cosas; también Fiquito, Arturo Buliés, Osmín Guenaga, Norberto, Olguita, Ileana, Mundy y muchos que durante años formaron parte del staff en la dirección o la administración.
No pienso recordarlos a todos, es imposible, porque llevaría un postgrado y lo importante es demostrar tu grandeza para navegar en bergantín con tal tripulación, con carencia de aparejos: pocas cámaras y no de las mejores, viejas máquinas de cuando nació la Underwood, una gran impresora de épocas del oeste americano y como primicia de la futura internet, trasmisión de noticias mediante los telex (teleimpresores checos o alemanes) que aún encerrados en un cuarto, parecía que venía una locomotora.
¡Qué años felices!, sí, casi sin transporte, pero muy felices, todo el mundo quería comerse el mundo, algunos reporteros viajaban a los municipios en guagua, fíjense como estaban sus autos, que a uno –el mejor- se le cayó el motor antes de llegar a Coppelia. Luego entregaron un Buick Especial, automático, que más bien era entretenimiento para el mecánico “Valeriano” de tratar de enderezar su caja.
Ahora alguna gente se queja, se admiran un poco cuando les cuentan pero no lo suficiente, de cómo era buscar las noticias, llevarlas a la redacción, “bajarlas” al taller para que reprodujeran las palabras en líneas de plomo en el linotipo, luego colocarlas en la rama, llevarlas a la prensa, matrizar, fundir y pasar por el reuter, fundir las tejas, ajustarlas a los rodillos de la impresora y comenzar a ajustar y… a tirar, para cuando los lectores terminarán de desayunar en su hogares el periódico ya estuviera en los estanquillos.
Después de dormir un rato, regresaban los periodistas a la calle y volvían los “técnicos” al taller, eso se hacía seis veces de los siete días de la semana: a esto se le llama el verdadero diarismo periodístico. ¡Y dicen que las cosas ahora son difíciles!
Esto se lee en unos minutos, pero no se imaginen cuántos nombres y hechos quedan en el camino; cuántos detalles que se necesitaría un libro para una gente inteligente, con más de tiempo para que no se pierdan las historias, y quizás con mayor técnica literaria.
Ahora las PC son de corte y pega; antiguamente en la máquina de escribir cada vez que te equivocabas había que cambiar la hoja; admitían algunos arreglos, pero no muchos, y es difícil que todo saliera bien; cosas materiales han cambiado, pero la calidad y exigencia del periodismo era quizás mayor.
Si Ernest Hemingway dijo que la última página de Adiós a las armas la rehízo 39 veces, se imaginan cuántas cambiaría un periodista en un buen reportaje.
Pero así fue la vida del amigo Ronal. De los más inteligentes, formó un sustituto: Ronald Suarez Rivas (este con inglés) y tremenda calidad, joven y prometedor, porque lo hizo enteramente con material periodístico: suma y la de Milagros, igualmente del sector, universitaria, madre y ama de casa. Ese muchacho nació entre cuartillas y tinta.
Algunos de estos apuntes los aproximarán a esta figura, que quizás fue el cuadro pinareño que permaneció más tiempo en un cargo, porque después de Guerrillero dirigió en TelePinar, fue asesor de la Agencia de Noticias de Vietnam, cumplió misión en Guatemala y escribió un libro.
Realmente cumplió la máxima de tener un hijo, escribir un libro y sembrar un árbol… para él fueron millones de bosques en la reforestación de Pinar del Río y otras tantas plantas de tabaco, porque también le sabe a la tierra.
En este Día de la prensa cubana no me imagino cuántas llamadas le harán, pero sí estoy seguro que chillarán sus oídos por la cantidad de pinareños que le quieren.