“Pandemia humorística”

“Pandemia humorística”

Realmente no soy dado a consumir mucha televisión. Para mí la industria cultural con formato 4:3 queda relegada a segundas y terceras plazas, a no ser por recomendación.

El escaso tiempo que deja la presencia continua frente a una hoja en blanco, o las subsiguientes líneas, prefiero dedicarlo a otras actividades de mayor agrado.

Y no lo digo porque sea la televisión en sí un medio desagradable todo lo contrario, pues no hay nada como disfrutar de una obra maestra del cine que nos hiele la sangre o nos haga llorar al parejo de los protagonistas de un buen drama sin importar su época.

La reticencia viene y de seguro muchos coincidirán en que la programación cubana y sus respectivas parrillas por canales nos deben materiales de buenas facturas… y con carácter retroactivo si se permite ser todo lo crítico posible.

Es evidente. Este comentario surgió a raíz de una de las recomendaciones de las que hablaba anteriormente… una de muy mal gusto por supuesto, pues una amistad cercana me instó a “deleitarme” con un nuevo programa en horario estelar: La hora de Noelia.

Sí, “amigues”, otro “programa humorístico” “impertérrito” e indisoluble para descoordinar nuestras psiques. Un espacio que, a criterio de muchos, escudado en el humor televisivo, agranda las deudas gigantes que el género tiene para con el espectador.

Esta nueva apuesta del Centro Promotor del Humor muestra bajo un guion escuálido a la “inédita” e “inmediática” presentadora que conduce o conductora que presenta Noelia Bermellón.

El programa en sí, y que dura lo que puede – para suerte nuestra – es una suerte de monólogos desorientados de la joven actriz Andrea Doimeadiós, en los que apuesta por satirizar quehaceres y procederes al interior de nuestra televisión nacional.

Si de caracterizar se tratara, pudiera decirse que Noelia es un personaje caricaturesco que se vale del absurdo, la ironía, el rebuscamiento del vocabulario y la palabrería hípercultural y el metalenguaje. Anclajes todos nocivos y fatales para una hora en la noche en que nuestro cerebro solo quiere reposar y quizás reír.

Dirían algunos que se trata de un humor intelectual no apto para todos los públicos o sencillamente un nuevo concepto que funciona según no sé quién. Lo cierto es que La hora de Noelia no pasa indiferente, pues como leía hace algunos días en las redes sociales: “a Noelia o la amas o la odias”. No se diga más… no quisiera ni sondear tal terreno.

Y es cierto, a Andrea Doimeadiós en la piel de este personaje es imposible pedirle más histrionismo o seriedad, pues su objetivo marcado es el de descaracterizar de manera frívola, ayudada con la burla y la exageración, los defectos y la falta de originalidad de guiones televisivos.

Eso, al tiempo que ridiculiza las poses de conductoras que recurren a estereotipos, frases comunes o criterios errados sobre lo que significa tener un buen desempeño en televisión.

Noelia Bermellón vendría a ser algo así como un retrato un tanto exagerado y risible, pero a la vez confiado y patentado de algunos de nuestros comunicadores televisivos.

Y quizás me pudieran tildar de conservador o arcaico por discrepar de la “hilaridad” de la familia Doimeadiós y llegar casi al punto de la indigesta mental. Pues esta factura no es risible.

Tras “espantarme” durante varios programas a la imberbe presentadora como se autocataloga, puedo asegurar con mayor confianza que hoy el humor en televisión es un barco en alta mar… y hace agua.

Lamentablemente queda mucho camino por recorrer en este sentido, en especial tras este intento por tomar prestado el socorrido “Stand Up Comedy” estadounidense.

Hoy otros intentos como Al habla con los muertos y Juntos, pero no revueltos que tampoco gozan de aceptación, y no por falta de talento de sus artistas o directores, sino por lo pésimo de los guiones y la falta del sentido del humor. Pero este tema es rama de otro árbol.

Mientras se resuelve este fallido millonésimo intento de hacernos reír, “hagamos de tripas corazón” y… dediquemos esos horarios a asuntos más interesantes.

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