Melany y Nathaly hace un año asistían a las aulas de la Universidad, preparaban con entusiasmo sus tesis para graduarse de licenciadas en Derecho, llegaban todos los días al docente con el ímpetu característico de la juventud de estos tiempos; pero hoy, su rutina no es la misma, cambiaron, además del rumbo de cada mañana, su manera de ver la vida, ambas asumieron la adjudicatura, y son desde hace apenas unos seis meses juezas de la Sala Primera de lo Penal del Tribunal Provincial Popular (TPP) de Pinar del Río.
DOS JÓVENES A CARGO DE IMPARTIR JUSTICIA
Nathaly de la Caridad León Acosta no olvida los nervios cuando hizo su primer juicio, allí, en esa misma sala que impresionó siempre a la estudiante, se coronó. Fue un hurto y sacrificio. “Aprender a valorar las pruebas, a narrar los hechos que me quedan por probados, o analizar la situación en la que son cometidos los delitos significó el colofón, la meta cumplida después de cinco años de carrera”, dijo.
“Cuando inicié mis estudios quería ser fiscal. Uno idealiza las figuras en el estrado como personas tan aclamadas por la profesión que nos resultan inalcanzables; pero al conocer más desde la práctica cada una de las posiciones, la del Sistema de Tribunales captó por completo mi atención”, nos cuenta.
Empezar desde tan temprano en una Sala Primera de lo Penal, con tanta radicación, fue para ellas muy difícil, las llevó a marcar pautas, metas, a dejar de dormir, a desvincularlas en ocasiones del hogar porque tenían que sacar una sentencia o estudiar para un juicio al día siguiente.
León Acosta considera que al estrado no se va a improvisar, por tanto, el estudio es básico, “no es practicar la profesión con la ley en la mano, sino hacerla cumplir, y eso desde muy joven a veces es difícil, pero el acompañamiento del sistema es magnífico, personas que admiramos tanto de estudiante, ahora son colegas y amén de ser jueces, son también grandes amigos, es ahí cuando anhelamos llegar a ser como ellos”.
Al respecto, Melany Acosta García apuntó que para enfrentarse a esa vorágine fue trascendental la unión con los más conocedores, quienes la apoyaron y orientaron en todo momento sobre los asuntos que llegaban a sus manos tan jóvenes.
“Este trabajo lleva mucho estudio, preparación, cuando tenemos una idea formada de cómo se le puede dar solución al asunto, o la decisión más ajustada, es con ellos con quienes colegiamos”, acotó.
JUEZAS: SERLO Y APARENTARLO
Para todos, ese choque con la vida laboral luego de salir de la universidad es fuerte. Varios de los contenidos aprendidos en el aula en ocasiones distan de la experiencia como trabajadores, pero el empuje para confiar en hacerlo bien es que justamente tuvieron una buena teoría, y las dos, apuestan a que fue así.
No hay sustos, ni las frena el hecho de ser mujeres y penalistas, un área del Sistema de Tribunales asociado popularmente a los hombres, juntas imprimen destreza, energías e ímpetu a las áreas del TPP.
Nathaly piensa que, “nos cuesta un poquito más de trabajo porque exige de mayores sacrificios, sobre todo a las que son madres, es verdad, el tiempo no nos da, pero detrás de todo eso está este orgullo que sentimos por lo que hacemos, y en mi caso, el orgullo que siente mi familia por mí, eso reanima y sostiene”.
Ya las personas no las ven como aquellas muchachitas de la universidad, le impusieron un rigor social y en cualquier parte son juezas, “te sobrevaloran y no te ven como un ser humano igual al resto, con los mismos problemas que los demás, pero tienen razón, soy jueza.
“Eso no es índice de una crítica mala, al contrario, es buena, y fortuna es que piensen que hacemos el bien por la sociedad y que hacemos justicia en nombre del pueblo. Doy fe por ello, expresó.
En Nathaly, el sueño de estudiar sobre las lenguas extranjeras o cuestiones referentes al mundo universal fueron pasado desde que supo que la opción asignada era la Carrera de Derecho. Empezó con miedo, pero poco a poco se fue enamorando, por lo que, ante la pregunta de mantenerse en el sistema, la respuesta fue un sí, “y aquí estoy”, me dijo segura; “seguiré”.
Melany, de igual forma, fue de esas estudiantes que desde el tercer año de la carrera se vinculó al trabajo del Tribunal, específicamente desde la secretaría, compartió con jueces de más años, asistió a los colegios y así atrapó experiencias que le facilitaron el tránsito tan difícil de estudiante a trabajador, sobre todo en una de las profesiones más complejas a su criterio.
“Los jueces diariamente tenemos a nuestra vista y consideración las decisiones sobre la vida de las personas, ya sea desde lo civil, lo familiar, lo económico, lo penal, estamos para disponer sobre su libertad, de los bienes más preciados que existen”, comenta.
No olvida la primera vez sobre el estrado, “aunque pasen los años, ese impacto de verme en la misma posición de los jueces que tanto admiraba y todo un público en frente, escuchándome, no se borrará de mi memoria”.
LA FRESCURA DE LOS AÑOS
Los intereses comunes en los jóvenes de hoy, desde diciembre pasado tuvieron que quedar atrás, “desde el momento en que decidí ser jueza, e hicimos el acto de la toma de posesión y firmamos el Código de Ética que nos vincula a la labor que desempeñamos, no son dos personas diferentes, no hay una Melany en la calle y otra jueza en el Tribunal; desde ese instante, escogí vivir desde la arista y el prisma de un juez”.
Le cambió la forma de pensar, de interactuar, incluso con la familia, en la cual ya juega un papel de orientadora y previsora, porque es testigo de las problemáticas de la sociedad cubana del siglo XXI.
A su vez asegura que como mujer le es difícil tratar algunos casos, sobre todo los relacionados con niños, pero comentó que “desde el momento en que me pongo la toga me olvido de esos sentimientos que pudieran catalizar mis decisiones, allí no soy hija, madre o hermana, ya que a la hora de hacer justicia voy solamente con los criterios objetivos del asunto a resolver”.
Su intención de formar parte de la Fiscalía en el primer tiempo de la carrera, como su compañera, cambió para Melany apenas transcurrió el primer semestre, dice. Ya se imaginó, por muchos años, subiendo las escaleras de ese vetusto edificio, porque cada día se enamora más de lo que hace, “y nada mejor que ejercer los que nos gusta, así todo fluye y de la mejor manera”.
El Sistema de Tribunales en Pinar del Río está marcado por el hecho de ser, en su mayoría, mujeres, y estas dos jóvenes muchachas vinieron a levantar el ímpetu de la sala en la que se desempeñan, criterio que generalizan todos a su alrededor.
Hoy, fecha en la que Cuba celebra el Día del Trabajador Jurídico, las juezas del TPP tuvieron en su agenda un juicio, y qué mejor manera de homenajearse a sí mismas, que poner la profesión en práctica.