“El Pibe de Oro del fútbol, Diego Armando Maradona, ha muerto a sus 60 años”, anunciaron los medios de prensa de todo el orbe el pasado miércoles 25 de noviembre. Un paro cardiorrespiratorio puso término a la vida de quien fuera el mejor jugador de su generación y uno de los más brillantes de todos los tiempos.
Mientras seguía esta noticia por la televisión y las redes sociales, Nelson Carrasco Naveda, de Pinar del Río, admirador del astro argentino, sintió una mezcla de emociones encontradas. Se recordó a sí mismo de adolescente, pasándose el balón con sus compañeros en las canchas de la Vocacional Federico Engels, queriendo parecerse a Diego.
Con él estudiaba José Ernesto Mederos Valdés, alias Kiko, actualmente líder de la banda de rock Tendencia. Ambos compartían la pasión por el fútbol y a raíz de la Copa Mundial de la FIFA de México 1986, decidieron hacer un álbum temático de fotos.
La selección argentina, capitaneada por un Maradona en pleno esplendor, se coronó campeona en aquella ocasión tras superar 3-2 a Alemania en el Estadio Azteca.
“Kiko y yo nos fuimos a la biblioteca Ramón González Coro y acabamos con las fotos de todas las revistas del ámbito deportivo que existían allí. Dijimos que éramos alumnos de la ESPA provincial y que estábamos haciendo un trabajo de curso y necesitábamos bibliografía actualizada. Se nos dio acceso a varias publicaciones. Despacio doblábamos las hojas que nos interesaban y las rasgábamos disimuladamente”, relata y prosigue:
“Con todo lo que nos llevamos pudimos llenar una libreta cada uno. Aquel día nos fuimos ilesos, pero cuando llegamos a la escuela y revisamos el producto, nos dimos cuenta de que se nos había quedado una foto de Diego Armando Maradona del mundial sub-20 de Japón 1979, donde la Albiceleste se alzó victoriosa.
“Dicen que el que vuelve al lugar del crimen, tiene 99 probabilidades de ser capturado, por eso le dije a mi amigo:
–Kiko, segundas partes nunca fueron buenas.
–Vamos a buscar la foto de Diego, Nelson, no va a pasar nada –me animó él.
–Pues vamos para allá –compartí su entusiasmo.
“En esa ocasión la jefa de la sala nos descubrió y le comunicó a la dirección de la biblioteca que estábamos mutilando la bibliografía deportiva de la institución. Esa de mutilar es una palabra que no olvidaré nunca.
“Mi nombre cambió ese día y el de Kiko también. Él dijo llamarse Ernesto Robaina y yo, Mario Alberto Kempes, como el líder goleador de la selección argentina que ganó la Copa de Mundo en el ‘78.
“Enseguida nos descubrieron la mentira, supieron que veníamos de la Vocacional y exigieron que nos sancionaran por lo que habíamos hecho.
“Tanto mi compañero como yo, éramos miembros del destacamento Carlos J. Finlay, pues aspirábamos a estudiar Medicina. Ser parte de aquel movimiento era un requisito fundamental para ingresar a la carrera y la medida disciplinaria que tomaron con nosotros fue retirarnos del mismo.
“Tuvimos que optar por otra carrera, ambos elegimos Licenciatura en Lengua Inglesa. Después de graduarnos nuestras vidas tomaron rumbos diferentes; pero aquella vivencia de la juventud nos marcó de alguna manera.
“Varios años después, en el 2003, viajo a Shangai, China, para visitar a mi prima y su esposo que vivían allá. Quiso el destino que coincidiéramos con Diego en un restaurante llamado El argentino, donde me armé de valor para hablarle.
–¿Para donde tú vas? –se alarmó mi prima.
–Para dónde tú vas no, en dónde estoy ya –le dije y acto seguido me acerqué a la mesa del Pelusa.
“El guardia personal de Diego me salió al paso inmediatamente; pero no cejé en mi empeño de hablarle:
-¡Hey Diego, yo soy cubano! –le dije, a lo que me respondió:
–Cubano, asere, ¿qué bolá?, ¿qué haces aquí?
–Luchando –le respondí a media voz. Las palabras apenas salían de mi garganta y tenía los pelos erizados por la emoción.
–Quiero que me firme una camiseta –le pedí, y accedió humilde.
“Para Nelson con cariño”, escribió. Guardo ese pulóver como una reliquia. Aquel día tuve la suerte de conocer en persona a una leyenda, a un hombre que se proclamó defensor a ultranza de los pobres y las verdades, demasiado sincero, demasiado humilde: el Diego de la gente”.