El pasado año, al clausurar en Granma el acto por el Día de la Rebeldía Nacional, el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, convocó al pueblo a trabajar por hacer de cada día un 26, de cada mes del calendario un julio y de cada compromiso un Moncada victorioso.
La gloriosa fecha encarna un llamado permanente al esfuerzo y la consagración de todos los cubanos, para continuar desarrollando nuestro modelo socialista desde la trinchera de la labor cotidiana, frente a la agresividad creciente del imperialismo yanqui. Incluso, en medio de la Covid-19, nuevas medidas irracionales refuerzan su política genocida de bloqueo.
A diferencia de lo que hoy ocurre en la mayoría de los países, el enfrentamiento de Cuba a la pandemia ha demostrado la capacidad del Gobierno, del sistema de salud pública y de la ciencia para proteger, por encima de todo, la vida de las personas. Ello solo es posible en una Revolución humanista que salva a los suyos y tiende su mano a los demás.
A partir de la situación generada por la enfermedad y teniendo en cuenta la necesidad de no efectuar actividades que impliquen concentración de personas, el Buró Político decidió recientemente no realizar el 26 de julio el acto central por el Día de la Rebeldía Nacional y en su lugar promover actividades acordes con la situación epidemiológica que presenta el país, tal como ocurrió el pasado 1ro. de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores.
En estas circunstancias de crisis mundial, que Cuba enfrentará con una estrategia bien definida y sin pesimismo, el mayor homenaje a los caídos en la gesta moncadista será el aporte que cada cual haga para fortalecer la economía.
En cada surco, taller, fábrica o empresa; en los servicios que se presten, en el enfrentamiento a todo tipo de indisciplina, delito e ilegalidad, en el ahorro, las exportaciones o la sustitución de importaciones, deberá primar, cotidianamente, el espíritu de aquellos jóvenes que tomaron el cielo por asalto en la mañana de la Santa Ana.
El 26 de julio es más que una fecha patria. No se reduce a una jornada de celebración y homenaje. Está impregnado en el almanaque del pueblo, en su rebeldía que rebasa lo circunstancial, en la entrega de sus mejores hijos y de su juventud de vanguardia, continuadora del legado de aquellos que cayeron por un futuro mejor. Ya lo dijo la voz de Carlos Puebla: para nosotros, siempre es 26.