No es meteorológico este parte, pero tiene que ver con el tiempo “extraño” que vivimos, por describirlo de alguna manera.
Desde marzo que llegó a Cuba la COVID-19 muchas cosas han sucedido. Primero los temores a la enfermedad, luego el confinamiento, el desvinculo de la dinámica cotidiana, las redes sociales, la saturación de información, las colas, la convivencia intergeneracional a tiempo completo, la policía en las calles para preservar el orden, la subsistencia económica, el arrecio del bloqueo imperialista, las medidas de ajustes del Estado.
Pocos hogares hoy se rehúsan a los partes diarios sobre este tiempo que corre en el país, el barrio o la ciudad, y en ellos coexisten puntos comunes y divergentes, cada quien leyéndolos desde sus mediaciones, construidas por la interrelación de experiencias acumuladas, expectativas y posibilidades de acceso a los bienes de consumo.
La coyuntura actual refuerza la condición de sujetos políticos, críticos y con sentido común para el análisis del momento, conscientes de la simbología de la historia y confiados en la perpetuidad de las conquistas del proyecto social.
En los últimos días, el impacto de los ajustes económicos con la venta de productos en moneda libremente convertible ha calado la subjetividad colectiva y, ante ello, la reacción no se ha hecho esperar. Hay una gama de argumentos diversos, variopintos, pero es de destacar que la inmensa mayoría de los cubanos traspasamos en el discurso la espiritualidad inoculada por la Revolución, mosaico donde descansan nuestras garantías para confiar, resistir y vencer.
A pesar de las carencias, y seguros de que hay excepciones de la regla, la gente piensa más en el bolsillo ajeno que en el propio. La palabra pueblo sigue teniendo la misma connotación de siempre. Nos inquietan los niños y los ancianos solitarios del barrio, los obreros, las familias numerosas de bajos ingresos, los enfermos y es que, también por ellos, nos abalanzamos a la lucha y la esperanza con los nuevos aprendizajes que aportan pautas para superar la crisis.
La importancia del municipio para decidir y gestionar los recursos, las experiencias de producción en las comunidades, los proyectos de desarrollo local, el empeño de las empresas por sustituir importaciones y otorgar valor agregado a sus bienes y servicios, la proliferación de un sector no estatal involucrado con el desarrollo económico y social de la nación, el pago por resultados, el estímulo al trabajo técnico profesional, son modelos incorporados que auguran pronósticos favorables.
Pero mientras el país se piensa y siente, se discute y rehace, otros grupos se enajenan con la única preocupación de tener más, incluso, a costo de la salud como se está demostrando con el coronavirus. Hacer cola o ir a una playa o fiesta aglomerada de personas hoy no es un problema político, pero quienes se sensibilizan con la lucha nacional por detener la epidemia tienen un compromiso ético con las medidas sanitarias hoy y con la vida siempre, por aquello que aprendimos del Che Guevara de la coherencia entre pensar, decir y actuar.
Extraño está este tiempo porque también, en medio de la tensa situación que quita el sueño, los hay, a veces con revolucionario, que lucran con recursos del Estado, revenden, acumulan, especulan, irrespetan la diversidad humana y la naturaleza.
No es Cuba una excepción. Toda sociedad encierra estas complejidades y la disputa por el poder es un tema antológico, pero, en nuestro caso, concreto e inédito, es preciso que el ejemplo ilumine a los que estamos y a los que vienen detrás.
Por último, sumado a los valores y a la memoria del pueblo, a nosotros nos queda la alegría. Desde los años ‘90, el humor criollo ha sido expresión de la resistencia y la risa el arma principal para reencantar la vida.
La educación, los medios de comunicación y la cultura tendrán que ocupar su lugar de vanguardia en la batalla ideológica y estética, desechar las doctrinas y atemperarse a los códigos de la época, provocar y sugerir más que ordenar, mostrar el arte y la belleza, escudriñar en la emoción y no solo en el dato, defender la alegría como trinchera, como decía Mario Benedetti:
“(…) defenderla del escándalo y la rutina, de la miseria y los miserables, de las ausencias transitorias y las definitivas”.
Quizás así, para mañana, podrá pronosticarse en toda Cuba una época estable y soleada, de eterna primavera, con temperatura fresca, chubascos sin tormentas eléctricas y la mar tranquila.