La fundación del Partido Revolucionario Cubano (PRC) por José Martí en 1892 inició una tradición por la búsqueda de la unidad en las organizaciones políticas de la nación caribeña.
Su constitución, durante la denominada etapa de Tregua Fecunda, confirmó la condición de dirigente del Héroe Nacional con uno de sus principales aportes al proceso de emancipación del país, de acuerdo con el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro.
El PRC respondió a la necesidad de crear un órgano para la dirección de la venidera Guerra Necesaria (de independencia de España), así como de aportar coherencia y unidad a los esfuerzos independentistas.
En sus bases, se planteó como objetivo organizar la lucha no con el fin de precipitar la guerra, ni lanzar al país a un movimiento mal dispuesto, sino ordenar la guerra generosa y breve, que asegure en la paz y el trabajo la felicidad de todos los habitantes de Cuba.
La creación del PRC tenía entre sus propósitos, además, contribuir a la independencia de Puerto Rico.
El Partido se concibió como una agrupación pluriclasista y político-militar, superior a las de etapas anteriores pues aseguró un mando único para la preparación de la lucha armada.
Con su conducción, la guerra de 1895 consiguió la anhelada unidad de las fuerzas, aunque no logró la total independencia de Cuba por otro de los peligros advertidos por el Héroe Nacional: la intervención de Estados Unidos en 1898.
El 20 de diciembre de ese año, tras la muerte de José Martí, Tomás Estrada Palma, decretó la desintegración del Partido.
Sin embargo, las ideas iniciadas por el Apóstol fueron retomadas años después por uno de sus colaboradores, Carlos Baliño, y el joven revolucionario Julio Antonio Mella, cuando el 16 de agosto de 1925 fundaron el primer Partido Comunista de Cuba.
A 129 años, los preceptos de unidad del PRC mantienen su vigencia en el actual Partido Comunista, considerado fiel velador y continuador de los principios e ideales de Martí a las puertas de su VIII Congreso, a celebrarse entre el 16 y 19 de abril.