El joven Andy Marcé Mesa hace algunos años dedica gran parte de sus horas a la enseñanza de la Educación Física y el deporte en su área de trabajo en el consejo popular Hermanos Cruz. En el combinado deportivo del mismo nombre llegó casi siendo un niño. Desde que comenzó a recibir clases en la facultad de cultura física Nancy Uranga Romagoza decidió que la actividad comunitaria era lo suyo.
A sus 33 años confiesa que nunca había tenido un espacio tan pleno. Él prefiere el trabajo en la comunidad, aunque también en la escuela. La recreación de sus alumnos y los practicantes sistemáticos es parte de su vida.
“Uno se retroalimenta de cada uno de sus alumnos. Es cierto que hoy en día la labor de un profesor no es tan remunerada, y cada vez se hace más complicada la vida, pero siento que mi lugar está aquí, con ellos. Uno siempre busca motivaciones para hacer, lograr que los practicantes, ya sean niños, abuelos o jóvenes, salgan complacidos. Esa ha sido mi premisa desde que decidí ser profesor de Educación Física”.
En la provincia hay más de 2 000 profesionales que se dedican a esta actividad, a veces sin todo el reconocimiento necesario o la atención con recursos materiales para lograr un desempeño a la altura de sus capacidades.
“Adquirí mucha experiencia en las prácticas preprofesionales. El maestro que no se haga de sus propios recursos, que no busque la forma de innovar medios de enseñanza y no motive está destinado al fracaso. Al menos así nos enseñan en la Facultad, y yo he intentado hacer lo mejor que puedo. Siempre te queda mucho por aprender, por hacer, esta tarea de la Pedagogía en el deporte es para estudiar toda la vida”.
Andy no es muy dado a las cámaras, prefiere más bien pasar desapercibido por el lente de nuestro fotógrafo, eso sí, les habla con una pasión a sus discípulos que uno sabe que además del amor por el deporte, lleva la pedagogía en sus venas.
“Decidí por la práctica del deporte porque era la manera de hacer lo que siempre me ha gustado. Fui deportista, y ya uno tiene esa base necesaria para poder comprender los procesos. Algo hay claro, no es igual en la Facultad que en lo caliente, o sea, estar con los abuelos, los niños o en la escuela. Eso no tiene comparación, no es menos cierto que en la Universidad aprendes a planificar, sistemas de entrenamiento, te dotan de valiosos conocimientos, pero si no eres capaz de transformar eso en el trabajo diario, de nada vale”.
No solo educa bajo la premisa de marcar una huella en los que le acompañan durante el proceso de aprendizaje, también lo hace con la convicción de ser útil, de aportar.
“He tenido muchas anécdotas simpáticas. Está el niño que no quiere hacer ejercicios o los padres que le buscan certificados médicos aunque no los lleven, sin saber el daño que les hacen a sus hijos. El ejercicio aporta, máxime desde edades tempranas.
“Hay que rescatar esa fuerza que en mis tiempos, por allá por los ‘90, había con la Educación Física. Ahora, de una matrícula de 30 alumnos, por ejemplo, hay 10 o a veces más que no pueden hacerla. Si no es por sol, no pueden hacer planchas o en las manos tienen algo, en fin, siempre hay una limitación. A la larga, en tu vida eso te sale, porque la educación física no es un capricho, está demostrado científicamente que es necesaria. Por eso es que hacemos un llamado a las familias para que en todas las edades hagan deportes.
“Ser profesor de Educación Física es mi pasión. Te juro que pensé que mi tiempo en el alto rendimiento iba ser lo más grande, pero no hay nada comparado con esto. Uno se emociona con los abuelos, los niños, es que palpas el progreso que van teniendo; ver sus caras de alegría cuando ya no les duele la cintura o evidenciar que saben tirar en la cancha del baloncesto o sentir que la presión arterial está bien, no tiene comparación, es único”.
“No me he graduado, me falta solo unos meses para que eso suceda, pero ha valido la pena ser maestro, aunque te reitero, se pasa mucho trabajo y no se paga todo lo que de verdad merece esta labor, pero la volvería a elegir con todos esos impedimentos”.
El protagonista de esta historia tiene familia, novia, amigos. A veces siente que no alcanza, pero, además de esa línea de afectos filiares, hoy cuenta con una que es inmensa, la de sus alumnos.
“No hay recompensa mayor que saberse importante por el reconocimiento de tu trabajo, de ganar con el sudor de tu frente la admiración de los que te acompañan. En mi caso estoy convencido que me queda mucho por aprender, por eso, desde donde esté lo haré con pasión. La pasión en el maestro es fundamental, sin ella y el amor por el deporte no se puede transmitir nada.
Quizás el profe Andy no sepa la verdadera dimensión de lo que hace. Cuánto ha calado desde su trabajo diario. Sin embargo, las opiniones de padres, familiares, abuelos, que incluso, reciben sus servicios de forma voluntaria, (lo hace como parte de su proyecto de tesis en los círculos que acogen a las personas adultas mayores) son siempre positivas y de gratitud, esa que se ganó a base de entrega diaria. No habrá otra palabra para describir su quehacer que no sea esa Entrega.