De los recuerdos de su niñez, Esther Lidia Rodríguez Castro guarda como un tesoro las horas pasadas junto a su abuela Pastora.
“Ella, que trabajaba en la fábrica de La Conchita, me subía en un cajón y me enseñaba a cocinar y a hacer dulces. De ahí mi amor por la repostería”, nos confiesa quien no obstante decidió dedicar su vida al magisterio y hoy labora en la escuela especial Hermanos Saíz Montes de Oca, del municipio Pinar del Río.
Allí se desempeña como maestra de apoyo a la inclusión educativa, con niños, adolescentes y jóvenes con discapacidad físico motora, de los diferentes niveles y modalidades.
También prepara y asesora a docentes del resto de los municipios y aporta su dominio como colaboradora desde la Dirección Provincial de Educación.
Por qué decidió ser pedagoga nos lo explica con breves y sentidas palabras, y una vez más retorna a los días de su infancia.
“Me crie en la casa de mis abuelos y mi tía era maestra, su celo y amor por la profesión definieron mi vida. Además de ser una deuda con los educadores que nos antecedieron”.
Cuenta que su maestra de segundo grado le preguntó un día qué le gustaría estudiar.
“Le respondí: ‘Psicóloga, porque deseo ayudar a muchos niños’ y ese sueño se hizo realidad.
“Algo que me marcó para toda la vida fue el amor con que nos impartía las lecciones mi maestra Zoila Rubalcaba: sentada a su piano y con extrema delicadeza, nos daba a cada uno la cuota de cariño que necesitábamos. Es una de las razones por las cuales amo trabajar para la primera infancia”.
NOBLE LABOR
Esther Lidia escogió la licenciatura en Educación Especial, una noble labor que implica mucha entrega y sensibilidad.
“Decidí la especialidad por su complejidad, además cuando me gradué en la Universidad, trabajé mucho tiempo como maestra ambulante, esas experiencias fueron el motor impulsor para buscar respuestas, desde el punto de vista educativo, a tantas interrogantes que se nos presentan en el día a día con nuestros educandos y sus familias.
“Al brindar ayuda a mis alumnos siento una alegría inmensa, porque puedo ver el brillo en sus ojos ante el logro alcanzado, por muy pequeño que sea”.
Es un orgullo para ella cuando se encuentra con las familias o los exalumnos y le dicen con alegría: “Esa es mi maestra”.
“Mis estudiantes son un pedacito de mi corazón, los que día a día me imponen retos cada vez mayores, para tributar a sus vidas un poco de amor, paz, armonía, confianza, saberes, pero a la vez me aportan mucha energía positiva y deseos de vivir. Son los otros hijos que la vida me dio.
“Experiencias en la profesión tengo muchas, pero recuerdo una que me marcó. Hace años trabajaba con un niño con artogriposis múltiple distal, Ernesto Tomás Lacoste, vivía en el camino al Guamá, tenía tres años y comenzamos su atención educativa desde el programa Educa a tu hijo.
“Asistimos a su hogar con una instructora de arte y un grupo de niños del seminternado Camilo Cienfuegos, y a él por su discapacidad le era imposible utilizar sus manos para empinar el papalote que habíamos elaborado entre todos; entonces pidió que lo sujetasen a la cintura, fue muy feliz al estar a la par de los otros.
“Ese día llore de felicidad y aprendí una gran lección; hoy Ernesto estudia en la enseñanza Técnico Profesional”.
DESDE LA BASE Y HASTA LA CIMA
La formación profesional de esta maestra e investigadora comenzó desde la base, porque muy joven, con solo 20 años, se inició como auxiliar pedagógica en instituciones de la primera infancia, hasta que en el año 2002 se graduó como universitaria, y luego siguió su preparación hasta alcanzar la categoría de máster en Educación Especial, profesora Asistente y actualmente está en el proceso de defensa de su tesis doctoral, como parte del proyecto Diversidad funcional físico motora e inclusión, de la Universidad de Pinar del Río (UPR).
“He trabajado con educandos con discapacidad físico motora, autismo, trastorno de la conducta, discapacidad intelectual, y en la enseñanza Politécnico General”, asegura la maestra pinareña.
Notable es el desempeño de Esther Lidia como profesional y como investigadora, por eso en su aval abundan los cursos impartidos, talleres, posgrados, la obtención de premios, la participación como ponente en eventos municipales, provinciales, nacionales, regionales e internacionales y las publicaciones científicas.
También colaboró con la Asociación Cubana de Limitados Físico-Motores al impartir cursos de Medicina Natural Tradicional para la rehabilitación psicopedagógica para la inclusión social.
LA LUZ DE LA INVESTIGACIÓN
Investigar le apasiona a la entrevistada, ella es de las que disfruta cada uno de los resultados.
“Me siento comprometida con las aristas que aún quedan por resolver en nuestra provincia y país, referidas a la discapacidad físico motora. Actualmente soy colaboradora del Proyecto Diffimi, de la Universidad Hermanos Saíz Montes de Oca, en el Departamento de Educación Especial, dirigidos por los doctores en Ciencias Tomás Puentes de Armas y Xiomara Sánchez”.
Esther Lidia participó en el congreso internacional Pedagogía 2021, que se realizó en febrero de forma virtual, para ella fue una experiencia extraordinaria, porque pudo socializar con colegas de otras latitudes, y se sintió feliz de mostrar al mundo la capacidad de los maestros cubanos.
En este evento fue una de las cinco educadoras en el país que recibió el Premio al Mejor Maestro Investigador.
“Como ser humano significó un reconocimiento al esfuerzo, empeño y abnegación al trabajo, como pedagoga el resultado de compartir saberes y a la vez poner en alto a mi provincia, y como investigadora un reto, porque cada día surgen nuevas necesidades en nuestra especialidad a las cuales dar respuesta”, aseguró.
Para los colectivos de trabajo de su escuela, la UPR y la Dirección Provincial de Educación Esther Lidia tiene también loas, ella agradece lo que aportan todos a su estabilidad emocional y espiritual y a su desempeño como docente e investigadora.
De su familia habla con amor, ellos son su motor impulsor, fortaleza y refugio.
“Tengo un hijo y un nieto que viven en el extranjero, pero aun así cada día me alientan porque me dicen que soy su guía y su ejemplo a seguir. Ellos son mi razón de ser, mi aliento, la fuerza que cada mañana me inspira e impulsa hacia nuevas metas.
“Mi esposo, el doctor en ciencias Clemente Jesús González, falleció hace tres años, pero fue la savia que me nutrió, y su gran paciencia y amor fortificaron el ser humano que soy hoy. Gracias infinitas le doy por su amor prodigado por muchos años. Su obra aún es ejemplo a seguir en mi vida”.
Muchos son los frutos que Esther Lidia ha logrado, tanto desde el punto de vista social, profesional como personal, sin embargo la vida le ha impuesto grandes retos como ser humano.
Hace tres años está en tratamiento de hemodiálisis por poliquistosis renal bilateral, diagnóstico que tiene desde los 17 años, pero no ha podido borrar de su rostro una sonrisa cada mañana, por eso al despertar se dice: “Mundo, allá voy a cumplir todos los sueños”.
Ella se antepone a las adversidades, y su actitud es positiva: “Como te has dado cuenta la enfermedad es solo una parte de mi vida, todo lo demás lo supera, soy resiliente”.