Ian fue una pesadilla insuperable, una noche aterradora, que nunca pensé que llegara la mañana. Rogué, me metí en el clóset cuando la casa se llenó de agua y los vientos sostenidos eran terribles, en fin, recuerdos a los que prefiero no recurrir.
Pero es que mi Pinar del Río se ha convertido en el camino de los ciclones, por años y años. A veces pueden andar muy lejos, pero los verdaderos oriundos de este pedacito del caimán saben o presienten, aunque no lo digan, que nos toca, como decimos los cubanos, por la libreta de abastecimiento. Un chiste de humor negro.
Y los de afuera, digo de otras regiones de Cuba y de lejanos lugares, pensarán que de tanto vivir las experiencias estamos acostumbrados, pero la verdad es que a los vientos fuertes y a la lluvia destructora no se adapta nadie.
Los fenómenos naturales de este tipo, casi siempre prefieren las noches, y qué noches. La de este lunes para martes fue una más, y mucho peor para los residentes de las zonas más occidentales, porque si aquí en la ciudad sopló, me imagino allá.
Claro que hemos adquirido una cultura para tratar de defender lo que poseemos, y mucho más la vida, pues los pinareños sabemos de lo que es capaz un ciclón, y aquí todos, sin excepción, tienen sus historias de pérdidas o miedos, sí, porque el respeto nunca se les pierde. El sonido de Ian, la forma en que silbaba, le erizaba los pelos al más pinto.
Como persona he tenido pérdidas con estos fenómenos, tanto, que en 2002 me dejaron cocinando debajo de una mata de limones, sin techo. Recuperarse no ha sido fácil; pero lo más difícil me ha pasado como periodista.
Siempre viene a mi mente aquella mañana de hace muchos años, cuando nuestro equipo de prensa llegó a un pequeño poblado costero de esta región occidental. Detrás de nosotros venía la guagua con los habitantes del lugar, y qué sufrimiento al verlos tirarse al piso y llorar ante la desolación del lugar y la pérdida de todo.
Esas escenas las hemos vivido los pinareños. Pero como también de lo malo puede nacer lo bueno, recuerdo que hace mucho tiempo llegamos a Mantua y conocimos a una familia que era de las pocas en el caserío que tenían una casa con techo de placa, allí, aquella noche fatídica, se albergaron cerca de 40 personas.
Esos ejemplos de camaradería los he observado mucho, y siempre tocan mi corazón. Porque esas personas que brindan lo que tienen son gente humilde, sencilla, muchos de ellos guajiros natos de los campos de Vueltabajo.
Para nosotros es muy común, y lo agradecemos con el alma. Igual sucede que en cada evento de este tipo, prácticamente sin terminarse, ya las brigadas de eléctricos y de telefonía de otras provincias parten hacia Pinar del Río, incluso a lo más intrincado, en eso somos recíprocos.
Muchas son las historias. Puedo hablar incluso de la cultura de organización, del oído y disciplina para escuchar lo que orientan los dirigentes de la provincia y el país, de ejemplos de heroísmo de las brigadas