Con una delegación que apenas sobrepasó a los 20 atletas, Pinar del Río obtuvo la mejor eficiencia de los XXIV Juegos Centroamericanos y del Caribe San Salvador 2023. De ellos, 16 se colgaron una o más medallas. En total fueron 25 las preseas alcanzadas por la delegación del territorio que no incluye a entrenadores.
La eficiencia mostrada está por encima del 76 por ciento, resultados que hablan de un trabajo consolidado desde la base. Si bien es cierto que hay varios deportes que quedaron a deber, otros como el remo, el judo, el atletismo o el levantamiento de pesas tiraron de nuestra delegación hacia puerto seguro.
Lo más sobresaliente de este desempeño en San Salvador viene de la juventud. Un grupo eminentemente lozano, con talento, de proyección hacia el futuro y mucha garra en cada competencia. Si en otras ocasiones los deportes colectivos habían quedado a deber, esta fue diferente. Muestra inequívoca de ello lo es el balonmano y voleibol.
En las pistas se puede seguir ampliando la cosecha y el mensaje más claro lo ofreció la joven Leyanis Pérez. Aunque solo fue un oro el entregado por el deporte rey, es una realidad que la lamentable lesión de la palmera Adriana Rodríguez mató el grito de la victoria a falta de una sola prueba para concluir la difícil competencia del heptatlón.
Adriana tuvo que salir entre lágrimas y dolor, entre impotencia y resignación. Pero la bandera no cayó, la palaceña Laura Moreira López corrió duro en la posta del 4×100 femenino y solo ella sabía lo que representaba llegar con el batón a la línea final vencedora.
Es este un deporte en el que hoy más que nunca hay que trabajar desde los combinados deportivos, escuelas en el plan montaña, desde cada rincón, pues son varias disciplinas que por sí solas amplían una cosecha para Cuba en eventos múltiples.
El sacrificio tan inherente al deporte no abandonó a la delegación occidental. Ahí están las historias de Hugo Franco y el arco roto, la mano amiga y la medalla de bronce en el pecho. Se dice fácil, mas no lo es, lleva coraje, sangre fría y mucha puntería, para en flecha de desempate, lograr el sueño de entrar en la historia.
Los juegos Centrocaribeños dejan lecciones bellas de superación. Una Leyanis Pérez saltando al infinito, superándose a ella misma con ese brinco de 14.98 metros, lo mejor de su vida, nada menos que frente a la mismísima Yulimar Rojas. O Liadagmis Povea, viniendo de una lesión, pero siempre competitiva y entre las tres mejores.
La historia de Zalarit Milagros Cortés a quien le fue esquivo el resultado individual en el taewandook y fue como una leona en busca del éxito colectivo. Las proyecciones de Yurisleydis Hernández en el judo, el coraje que no cabe en unas pocas letras, incrustadas en esta hoja de papel.
El poderío de Arley Calderón; el ritmo intenso de Carlos Andriel Ajete en el remo, y esa manía terca de los cubanos de siempre llevar el bote proa hacia adelante, pese a todos los obstáculos. Los bloqueos del bisoño Endriel Pedroso desde zona tres en el voly de sala, o los recibos desde la cinco de Laura Suárez en ese mismo deporte. Disparos seguros de Melisa Chala y Mario Alfredo Pérez en el balonmano.
Nadie olvidará jamás a Yerisbel con su merecida medalla de plata con el conjunto del ajedrez, o a los bisoños Yania Gavilán en la esgrima y al consolareño Alejandro de la Cruz, que tuvo que implantar respeto en el área, cuando todos pensaban que la competencia en la gimnasia artística había acabado para él.
Hay una medalla que sorprendió y me quedo con ella, porque hoy en día se ha convertido la lucha para el cubano en un deporte nacional. Desde el mismo corazón del “Cuba Libre”, de una familia humilde, salió a conquistar el mundo Ángela Álvarez, y lo hizo con creces.
Esta pinareña, sin ser la súper favorita, ofreció la mejor lección. Hay muchas Cubas en una Cuba, y mucha gente buena luchando por ahí, para ser de este, nuestro país, uno mejor. Mostró cuánto puede el deporte incluir a las personas, cómo les transforma la vida y cuán necesario es para una sociedad.
Las cortinas de San salvador cierran, y para Pinar del Río, tierra de campeones, los juegos, más que todo, fueron una proeza. Esta ciudad no solo es de tabaco y peloteros, lo es también de resistencia, y claro que de gloria. Vueltabajo quedó en la cima, evidenció que la frase “más con menos no”, puede ser posible.
Pinar del Río, el pedazo de tierra que nos acompaña siempre, brilló en San Salvador, y lo hizo inevitablemente con luz propia.