Ubicada en la zona noroccidental del municipio de La Palma, la zona conocida como La Miriam es celebrada por sus suelos altamente productivos, en ella estaba enclavada la unidad básica de producción cooperativa (UBPC) Los Guerrilleros, que tuvo tiempos de esplendor y constituyó referente en la provincia, en cuanto al quehacer desde esas estructuras.
En tiempos recientes, ya no distinguía por ello, y en el territorio decidieron desintegrarla y transformar esa área en una de desarrollo agrícola, por lo que la distribuyeron entre las tres empresas con mayor potencial: tabacalera, forestal y ganadera.
A la primera le entregaron lo que comprendía la UBPC y atenderán a 16 usufructuarios; la segunda recibió cinco caballerías, de las cuales una y media ya se encuentran en producción, y la tercera, dispone de dos, también plantadas.
Eduardo Blanco Morejón, intendente del municipio, precisó que van incrementando en la medida que es viable el desmonte de tierras que están cubiertas de marabú, pero que no avanzan más por el déficit de combustible.
VISTA HACE FE
Lograr el autoabastecimiento alimentario del territorio es un propósito que requiere de grandes extensiones de cultivo, y eso se aprecia en “La Miriam”, aun cuando no disponen de la diversidad deseada al carecer de sistemas de riego, aunque hay varias fuentes de abasto con excelente disponibilidad de agua dentro del área.
Incluir la calabaza dentro de los esquemas de siembra es una de las prioridades, para dar respuesta a la actual demanda de esta en función del empleo de extensores para la elaboración del pan. Sobre este tópico, Blanco Morejón acotó que los especialistas de la Unidad Básica de Alimentos aseguran que obtienen mayor eficiencia y reduce los costos en comparación con la yuca.
Esta responsabilidad actualmente la tiene la unidad empresarial de base (UEB) Ganadería La Palma, ya sembraron la hortaliza, y aunque no tienen referentes de rendimientos anteriores, por lo poco exigente de cuidados y la calidad de los suelos, esperan dar respuesta a las necesidades del municipio.
Con alrededor de 1 000 hectáreas en la zona de “La Miriam”, de las cuales más de 400 son cultivables, uno de los retos es convertir los cinco espejos de aguas en fuente de alimentos. Hace dos años sembraron alevines, pero el desconocimiento les jugó una mala pasada, y llegado el momento de la captura comprobaron que no hubo sobrevivencia.
Asesorarse adecuadamente e insistir para convertir esos estanques en espacio para la cría de peces, figura entre las estrategias para esta área de desarrollo agrícola, “tenemos que hacerlo bien, porque eso fue una inversión que no rindió frutos”, aseguró Blanco Morejón.
Dentro de los gastos que tampoco se revirtieron en alimentos se encuentra el desmonte de tierras ociosas, para evitar que se repita, la limpia es seguida de la siembra; cuando son grandes áreas recurren a movilizaciones, porque uno de los problemas es la poca cantidad de personas residentes en ese entorno para asegurar la fuerza de trabajo, e incluso, el cuidado de las cosechas, pues el robo es otro mal con el cual lidiar.
DE HOMBRES, DINERO Y MOTIVACIÓN
La Empresa Forestal La Palma dividió sus caballerías entre las diferentes unidades empresariales de base (UEB), la de Marbajita es una de las que tiene presencia allí. Wilfredo Bombocó Fuentes, director de la misma, explicó que disponen de una brigada que oscila entre siete y ocho hombres para atender dos caballerías.
Es un alivio la cercanía de la época de lluvia, pues, aunque mayoritariamente han apostado por la yuca, lograr que el plátano superara la sequía fue un desafío del que salieron airosos con esfuerzo e innovación. Con pomos plásticos y pequeñas estacas improvisaron depósitos para el agua, para que la recibieran por goteo, y así proteger las plántulas.
Crear allí un colectivo laboral es otra proyección; sin embargo, en intercambio con los obreros constatamos que desconocen qué significa eso y cómo los beneficiaría.
“Por cosas de la vida”, según sus palabras, José Alberto González Medero dejó de ser marinero mercante, y ahora, con 56 años se gana la vida como obrero agrícola, el salario oscila entre los 2 500 y 3 000 pesos, “y hay que vivir con eso, cuando hacemos recolección nos venden productos”. Su esposa también es trabajadora forestal y con ingresos similares, al preguntarle si le resulta difícil llegar a fin de mes, se encoge de hombros y musita: “Es lo que hay”.
Caridad Mejías siempre ha obtenido su sustento del campo, con 54 años y viudo, reconoce “que la cosa está apreta’, una libra de arroz son 200 pesos, y hay que estar comprando, por eso hay que sacar tiempo pa’ ir a trabajar con los particulares, pa’ ir escapando”.
Media jornada, en dependencia de lo que haga, puede generarle entre 200 y 500 pesos al laborar para usufructuarios o propietarios de la zona. Con la tarifa máxima, solo en una semana supera lo que devenga en un mes en el sector estatal, y allí estaba, descalzo en el surco, con la azada en la mano, dijo que los zapatos estaban afuera, “ya están malos, y me entra la tierra”.
Si hubiese una competencia de rapidez en el manejo del arado, el joven Sadiel Mesa Bello tendría posibilidades de erigirse como ganador, la rapidez y seguridad con que maniobra la yunta es sorprendente, con 22 años dice que aprendió desde niño el manejo de los animales, ayuda en una vega familiar para elevar sus ingresos, está casado, pero no tiene hijos, y está convencido de que la única forma de obtener dinero es trabajando.
En el colectivo hay motivación, pese a los bajos salarios y escasos beneficios. Conseguir que esos hombres mejoren sus condiciones de vida es una necesidad para sostener en el tiempo a lo que han dado inicio.
NO BASTA
Recuperar las tierras ociosas y transformarlas en sembradíos no basta para alcanzar el autoabastecimiento territorial, hay que ser sistemáticos y lograr que las cosechas lleguen a los destinos pactados, pues cada vez está más claro que la alimentación de los cubanos dependerá de lo que se produzca en el país.
Las extensiones de cultivos que hoy existen en “La Miriam”, como área de desarrollo agrícola, pueden volver a convertirla en un referente dentro de la provincia, porque allí está naciendo el verdor, y con él, la esperanza.