Deseo y pronóstico se abrazan en la expresión que sirve de título a este comentario, porque lo visto en nuestra sala principal de las artes escénicas en el territorio –me refiero a nuestro coloso Teatro Milanés de Pinar del Río – nos lleva a pensar que este proyecto artístico nombrado Dúo Vida va a dar qué hacer en el panorama musical de la Nación.
Su primer concierto devino verdadero acontecimiento cultural y el lleno total de público que nos satisfizo tanto en la noche del pasado sábado así lo confirma. Hacía mucho tiempo que no ocurría que el lunetario resultará pequeño para acoger a todos los que fueron llegando a la institución de la calle Martí, y no fue solo un hecho de número sino de índole cualitativa, pues el predominio de “gente joven” era muy evidente.
Disfruté entonces tanto el espectáculo como la recepción de este por un público entusiasta y gozoso por la oferta. Me arriesgo a afirmar que la mayoría de ellos –estudiantes universitarios– visitaban el recinto por primera vez, pero el estado de empatía alcanzado les exigía manifestarse como asiduos a este tipo de presentaciones. Aplausos constantes y ocasionales, ovaciones cerradas hasta expresiones corporales con manos, brazos y linternas de sus celulares delataban una singular complicidad.
Y es que, junto a la calidad vocal que caracteriza a este dúo, su repertorio y el propio programa concebido inteligentemente para la ocasión, fueron creando y reforzando una magnífica identificación que consiguieron momentos de catarsis exteriorizados con el tan gratificante ¡Bravo!
Era de esperar que ello ocurriera, ya que tanto los textos como las sonoridades encajan perfectamente con el gusto y las preferencias de los consumidores de este grupo etario. Los códigos comunicativos empleados coincidían, porque en este caso artistas y receptores son de edades semejantes.
La participación de invitados fue otra decisión muy atinada al ofrecer cierto necesario dinamismo en el guión y no le restó protagonismo al dúo al tratarse de sus profesores o amigos que comparten su misma estética, la de una última generación de trovadores que se encuentran unidos por una común actitud histriónica: la del desenfado y la sinceridad en su proyección.
Se pensó en todo, en cada detalle, en cada palabra dicha entre canción y canción, lo que advierte a las claras que una mano, o mejor, el talento de un maestro estaba manejando y siguiendo paso a paso el espectáculo. Efectivamente, ese gigante del arte teatral Irán Capote fue quien dirigió esta producción que –sin exageraciones– dejó boquiabiertos a todos los asistentes a la función.
Mención aparte merece la concepción escenográfica tan a tono y en total coherencia con la naturaleza del concierto. De veras no recuerdo en ese lugar otro montaje tan original y simbólico como este, pero a la vez tan funcional.
La mayoría de las interpretaciones fueron creaciones de los propios integrantes del dúo y su carácter poético sobresalía no solo para esa juventud expectante, sino también para los que ya peinamos canas como es el caso de este comentarista.
A todos los que apoyaron a estos muchachos inquietos y talentosos llegue nuestro reconocimiento. Especialmente, al Consejo de las Artes Escénicas por confiar y ceder el espacio. Y a ustedes, Adriel y Raúl, gracias por entregar vida a la vida de los pinareños.
Excelente comentario, el concierto estuvo espectacular.