Pudiera parecer un ejercicio más del sector agrícola; sin embargo, no solo implica transparencia y calidad en el proceso, sino que resulta un reto constante para quienes cada día deben recorrer incontables kilómetros con el propósito de que no quede ni un animal sin inspeccionar, sin ser contabilizado.
Sus jornadas son intensas. Sombrero, mangas largas, pasamontañas, compromiso y dedicación se convierten en sus más fieles aliados cuando se adentra en el corazón del campo.
Yaquelín Llorente Cala forma parte del equipo de inspectores y registradores pecuarios que, desde el Centro de Control Pecuario de la Delegación Municipal de la Agricultura en Pinar del Río, lleva varios meses volcado en la tarea de la alta fiscalización al control de la masa ganadera.
Desde el año 2000 trabaja en el sector, y aunque reconoce que es engorroso se ha adaptado al rigor y le gusta mucho su trabajo, incluso decidió superarse y actualmente está a punto de concluir su licenciatura en Educación Agropecuaria en la Universidad de Pinar del Río Hermanos Saíz Montes de Oca.
“Mi trabajo es bonito, siempre digo que quien estudie Veterinaria, Agropecuaria, Zootecnia, Agronomía, debe ser porque le guste y a mí me encantan los animales y todo lo que tiene que ver con su crianza y manejo.
“Por supuesto, para un inspector es difícil lidiar con la población, mucho más con los campesinos, pues muchos dejaron los estudios a temprana edad para dedicarse al campo; otros tienen un carácter fuerte, y el trabajo es casi todo el tiempo con hombres, porque hay muy pocas mujeres propietarias de ganado.
“Por otra parte, lleva mucho sacrificio, en ocasiones la distancia que recorremos en un día es abismal, sin contar los riesgos. He pasado buenos sustos y he tenido que correr bastante, porque hay toros que embisten o búfalas paridas que te salen al paso. Me las he visto feas”.
ORDENAR LA GANADERÍA
“Pasó mucho tiempo, como 10 años, sin que hubiera inspectores pecuarios y eso trajo consigo un descontrol de la masa, porque el campesino no inscribía, no iba al Registro, daba el patrón en su casa y no se acordaba de que, si tenía ganado vacuno, por ejemplo, debía concurrir dos veces al año.
“A raíz de la falta de inspectores fue mermando el control y la exigencia. Ahora estamos insertados en la Delegación de la Agricultura, el departamento cuenta con siete registradores y cuatro inspectores pecuarios con Hernán Blanco al frente, un gran especialista, con amplios conocimientos de ganadería y que siempre está al tanto de todo. Gracias a él hemos asumido, con mucha preparación, la tarea que hoy lleva a cabo el país”.
Yaquelín no solo trabaja hasta los sábados, muchas veces dedica los domingos a atender a algún campesino que toca a su puerta preocupado o para que le aclare alguna duda.
“El trabajo de los inspectores y de quien ama a los animales es siempre estar a disposición del campesino, del propietario, mucho más en este proceso de alta fiscalización que lleva tantos requisitos. Por eso pienso que ahora que estamos activos nuevamente, la ganadería puede recuperar el paso.
“Hoy todo el país está contando, y esto es fundamental para el control de la masa. Es un proceso integral, pues incluye medirle la tierra al campesino si es necesario, verificar el marcaje de manera adecuada y que esté todo bien fiscalizado.
“Lo otro es adaptarse desde la posición en que estás. Es complicado, sobre todo con la situación del hurto y el sacrificio y con lo riguroso del Decreto 225. En las inspecciones que hacemos, los campesinos se quejan de las cuantías de las multas, pero así se ha establecido a nivel de país. La ganadería se ha deteriorado mucho y hay que buscar la forma de recuperarla, de ordenarla”.
Según refiere la norma, el propietario de ganado está obligado a reportar los nacimientos antes de los 30 días después de ocurridos, las muertes antes de los 10, y este mismo periodo de tiempo es el establecido para reportar en caso de pérdida, extravío o sustracción. También tienen la obligación de concurrir al Registro para realizar conversión de categoría, trámites de compra y venta o traslado de ganado mayor.
“Te puedo poner varios ejemplos: por la no inscripción de un ternero son 10 000 pesos de multa, y por no actualizar el patrón 20 000. Las cuantías son bien altas, y es duro para un campesino tener que enfrentarse a una suma así, pero es la única forma de controlar, para que marche el proceso”.
Entre anécdotas explica Yaquelín lo complejo del ejercicio y la preparación que demanda, tanto con personas naturales como jurídicas.
“En La Guabina, por ejemplo, fue muy difícil para contar 152 caballos y 40 reses. Fueron dos días, y para ello tuvimos que atravesar una presa, bien honda, en bote y como cuatro veces. Era la primera vez que tenía una experiencia de ese tipo. Fue complicado pero el resultado muy positivo.
“Esta es una entidad que, a pesar de los daños que sufrió en su infraestructura a causa del huracán Ian se ha recuperado y tiene su ganado equino en muy buen estado, además de marcado y presillado como debe ser”.
Entre muchas tareas se divide esta mujer, quien además de ser la presidenta del CDR de su zona, es la secretaria del núcleo en la Delegación Municipal de la Agricultura; no obstante, se las ingenia para llevar a la par el trabajo como inspectora y las tareas de la casa. “Tengo un esposo maravilloso que me ayuda mucho y también cuento con el apoyo de mis hijas”.
Yaquelín es de las que confía en que se puede avanzar mucho en la ganadería si de verdad se le pone empeño. A la vez reconoce que hoy se han logrado cosas que antes eran impensables, como es la autorización a propietarios a sacrificar sus reses, siempre y cuando cumplan con lo establecido para ello.
“La ganadería tiene muchos requisitos, pero si se logra estimular al campesino, que es quien lo ordeña, lo atiende, lo alimenta y lo cuida, podemos salir adelante”.