Nadie ha ganado más que Vegueros en la pelota cubana. Nadie puede presumir más vitrinas y éxitos en la historia beisbolera de esta Isla. Los nacidos en el occidente de Cuba tuvieron que esperar pacientemente de la mano de un hombre que les impregnó un ADN ganador como lo fue el maestro José Miguel Pineda.
Pinar del Río nunca poseyó un equipo representativo en el torneo cubano, ni siquiera cuando se iniciaron las series nacionales en enero de 1962.
En el año 1967 se modificó por segunda vez la estructura de los campeonatos nacionales, a cada provincia se le orientó presentar dos novenas en competencia.
La sugestiva alegoría del tabaco, cultivo emblemático de este territorio, resultó predominante a la hora de escoger el nombre que llevaría uno de estos dos conjuntos: Vegueros.
Su uniforme fue de color morado, dejaron el color verde para vestir al otro equipo denominado Pinar del Río, cuando el verde podía armonizar mucho más con una vega de tabaco; pero, probablemente, ese no fue un detalle preocupante en ese momento, sino que la zona de Vueltabajo tuviera sus dos clubes oficiales en la Serie Nacional.
LA HISTORIA
Los occidentales cada año eran visitantes permanentes del sótano de la pelota cubana. No fue hasta 1971 que comenzaron a mejorar estas posiciones, aunque continuaban en los peldaños de media tabla hacia el fondo. Un público que, ya con un estadio consolidado, moderno y con capacidad para albergar grandes algarabías, salía desilusionado de él.
Pero la campaña de 1974-1975 señaló un futuro diferente. Ese año, Vegueros se levantó hasta la tercera posición con resultados similares a los del subcampeón Constructores, y apenas a un juego de distancia del campeón Agricultores.
Brotaba así el futuro de la pelota pinareña con aquel equipo en el que ya comenzaban a brillar el receptor Juan Castro; el señor pelotero Luis Giraldo Casanova; la mejor segunda base de aquellos años, Alfonso Urquiola; el guajiro de Punta de la Sierra, Jesús Guerra; un mulato de Ovas llamado Rogelio García, y el laborioso y ganador, Julio Romero.
El primer título nacional llegó hace 46 años. Corría la contienda de 1977-1978. Precisamente, ese fue el año en que se expandió el torneo nacional con la creación de las 14 nuevas provincias
.EL TÍTULO
Los discípulos de Pineda empezaron a marcar el paso. No solo como el mejor equipo pinareño, sino como uno de los más poderosos del pasatiempo nacional. A falta de 10 juegos, (incluyendo el que tenían suspendido) la subserie entre Industriales y Vegueros tomaría prácticamente un carácter decisivo. Vegueros llegaba con balance de 30 y 11, e Industriales con 28 ganados y 13 perdidos, solo dos juegos eran la diferencia por encima en el primer lugar.
El profesor Jacinto Carcedo Pérez vivió en primera persona aquella epopeya, que hoy, con el paso del tiempo, recuerda con un regocijo sin igual.
“Jamás el Capitán San Luis se había abarrotado de tanto público como en aquellas dos jornadas del sábado 11 y del domingo 12 de febrero de 1978. Industriales gana el sábado contra el mismísimo Jesús Guerra y se pone a solo uno. Llega el domingo, en el primero y espectacular desafío, Casanova, prácticamente de novato, los deja al campo en el final del noveno con línea que montó al jardinero derecho Héctor Mena.
“Más de mil aficionados, entre los que me incluyo, nos tiramos al terreno, y Casanova fue paseado en hombros en un campo convertido en un verdadero manicomio”.
En ese partido, el zurdo vueltabajero Maximiliano Gutiérrez ganó el juego 2×1, y un digno rival fue Manuel Rivero, en esa temporada ganó ocho y perdió solo dos, con un promedio de carreras limpias 1,45.
Aunque fue el comienzo con el bate de aluminio, muchos lanzadores trabajaron para menos de dos carreras limpias por juego, según refiere las estadísticas de aquella época.
Maximiliano aparecía con un grandioso promedio de carreras limpias de 1,37 (nueve ganados y uno solo perdido). Era un fenómeno desde el box. En aquel segundo juego, un inmenso Ladislao Labastida los pintó de blanco, y con victoria de 7×0, ya Vegueros se despegaba peligrosamente rumbo a la victoria.
Industriales y Vegueros ganan por barridas los compromisos de martes, miércoles y jueves. Solo faltan las subseries de fin de semana, era cuestión de tiempo, la diferencia ya era de tres. Lo que por años parecía esquivo estaba a la puerta de la esquina.
Vegueros vs. Holguín en el Feliú Leiva, e Industriales vs. Citricultores en el Latino, son las subseries finales.
Ambos equipos ganan sus correspondientes desafíos sabatinos, y todos en Pinar esperaban un desenlace que se antojaba muy expectante. En el primer juego del doble, Guerra no arranca bien y llega la derrota 11×6.
Industriales gana también el primero del domingo y se pone a dos la diferencia. Con un triunfo ya, el campeonato venía por vez primera para casa. Otra vez llega la derrota, con Labastida en el box, y a pesar del jonrón de Roilán Hernández en el último capítulo, no se logró el resultado anhelado.
Para poner esa dosis de dramatismo que lleva implícita la pelota, Industriales gana y se pone a un solo juego del elenco local. Todo quedaba listo para el lunes 20 de febrero: Industriales vs. Camagüey. Vegueros espera para si hace falta jugar su partido suspendido en la cuarta entrada frente a Citricultores.
Oscar Romero les lanza un tremendo desafío a los azules y los vence 6×4 para desatar la locura en todo Pinar del Río. Fue entonces que, aquel 21 de febrero de 1978, comenzaría la gloria para este pueblo al que tildaban tanto y tantos de Cenicienta.
LOS PROTAGONISTAS
“Esa Serie la recuerdo con tremendo cariño. Ya nosotros veníamos trabajando fuerte, y como se dice, nos tocaba de verdad. Pero nada llegó fácil, hubo que pelear duro, ya éramos un equipo, los demás nos respetaban”, comentó hace años a Guerrillero Jesús Guerra, una de las piezas claves en aquel triunfo.
“Juanito estaba entero, Urquiola no era segundo de nadie; y Casanova, para nadie es un secreto, la calidad que poseía. Pineda siempre nos motivaba. Él como nadie había descubierto el potencial que ni nosotros mismos nos sabíamos. Me acuerdo que empecé explotado, ‘el conde’ Pineda va al box y me pone la mano arriba. Me dijo ‘acabaste Requemo’. Yo que siempre he tenido mi carácter le dije furioso: ‘¡Conde, yo soy héroe o mártir, no me quites!’.
Luis Giraldo Casanova: Capirro, como lo conocen muchos desde aquellos años, recuerda con nostalgia ese primer título.
“Yo entiendo que nos empezamos a creer que era posible, cuando a mitad de campeonato vimos la unidad que había. Holguín, Industriales, Citricultores, todos eran tremendos equipos. Pienso que Pineda fue una pieza clave, porque ni Fernando, Urquiola o el propio Roilán solos podíamos. Estaban los lanzadores que para nadie es un secreto en aquel entonces le metían nueve ceros a cualquiera”.
Para muchos aficionados, la mejor segunda base de la Serie estaba en Pinar. El pequeño del central azucarero de Orozco, en el antiguo municipio de Bahía Honda, tiraba sin mirar hacia primera, hacía dobles matanzas con una facilidad espantosa, además de su función como capitán.
“Si alguien tiene mucho que ver en este triunfo fue el comandante Camacho”, expresó Urquiola en una reunión ante el líder que años atrás había sido artífice de la trasformación en el coloso de lo que es hoy el estadio Capitán San Luis.
“El Comandante educaba con el ejemplo. Una vez por mi malcriadez me fui de la Serie. Yo me fui a Bahía Honda y él estaba buscándome, recuerdo que personalmente fue a buscarme. En el regreso no hablamos ni una palabra. Casanova, que era de mi zona, siempre tuvo una confianza en mí, y cuando ya se veía venir aquello que hoy recordamos como una hazaña para este pueblo, solo lo miré y le dije que nadie podía quitarnos esa alegría. Yo he tenido el privilegio de muchas cosas buenas en la pelota, pero como esa primera Serie y la 50, ninguna, para que sepas”.
CAMACHO Y UN ORO QUE SUPO A GLORIA
Si alguien tiene un lugar reservado en ese hito de la pelota pinareña fue el comandante Julio Camacho Aguilera. El Comandante, como le decían los beisbolistas, no salía del estadio. Camacho alentaba mucho y era el pelotero número uno del listado, al menos así lo refieren al paso de los años estos héroes.
Al historiador Juan Antonio Martínez de Osaba, no le sale de su mente esas horas de diálogo constantes del líder con los peloteros.
“El comandante iba al estadio, sabía cada detalle, se reunía con los peloteros. Una vez alguien comentó que un pelotero tenía problemas personales. Él dijo que el rollo de uno era un problema de todos”.
Rogelio García era una de esas piezas claves que nacía por aquellas temporadas, muchacho nuevo al fin, contaba con todo el seguimiento del secretario del Partido Comunista de Cuba en Vueltabajo.
“Para mí, la figura de Camacho fue clave en esos momentos”, explica el Ciclón de Ovas. “No solo sabía exigir, sino que lo hacía con una maestría admirable, eso te daba más compromiso con él y el pueblo. Siempre decía que, si la pelota andaba bien, todo lo demás iba a marchar bien”.
46 AÑOS DE UNA EPOPEYA
La fecha gloriosa del lunes 20 de febrero de 1978 fue el punto de partida para entender lo que es hoy el béisbol pinareño para Cuba. Toda la nación cubana comenzó a respetar a esta tierra de encumbrados beisbolistas.
Vegueros se coronó campeón en el primer torneo con 18 equipos, pero lo que se vivió en las calles de toda la provincia con el pueblo volcado en ellas, es rememorado como uno de los acontecimientos más gloriosos de este sitio.
Por demás, este aniversario, debe ser momento para rendirle homenaje a los que están y esos que como Guerra, Fernando, Juanito y tantos otros, ya no viven junto a nosotros. Aniversario para reforzar la historia, para que las nuevas generaciones lean en primera persona una hazaña de marca mayor.