Quiso el azar que naciera un siete de diciembre (año 1927), como si la historia conjurara en ese día toda heroicidad y estoicismo que pueden atesorar los hombres. No por gusto lo llamarían Antonio (en franca alusión a Maceo). La pobreza en que vino al mundo, forjó a fuerza de golpes, junto a otros factores, las convicciones políticas que lo definirían a lo largo de su vida.
Cuenta la historia que era un niño alegre y enérgico, su familia- como era característico en los campos pinareños- le pusieron un apodo, en este caso: Tite.
Desde pequeño laboró en el campo y supo combinar los estudios. Antonio Sánchez Díaz, Comandante Pinares, aprendía en la noche Comercio; mientra por el día el cultivo del tabaco lo llamaba en cada faena. También la albañilería lo cautivó desde el punto de vista laboral.
Se fraguó al calor de una familia numerosa, y cuando en 1952 Batista llegó al poder a través del Golpe de Estado, esa realidad no lo dejó indiferente. Quienes lo conocieron aseguran que se declaró “antibatistiano confeso”, de ahí que participaría en acciones contra la tiranía.
Se identificó con Fidel y el asalto al Cuartel Moncada, también con el Movimiento 26 de Julio y con la lucha insurreccional. Quería ser parte activa de esos cubanos que luchaban por poner fin al régimen de oprobio que nos gobernaba.
Hacia la Sierra Maestra emprendió viaje. Llegó a ella en abril de 1957 para unirse a los rebeldes. No llevaba ninguna recomendación, solo el deseo de ver libre a su Patria. Era tan cubano como las palmas que habitan en estas tierras occidentales.
La misión primigenia que tuvo en la Sierra fue cargar la única ametralladora calibre 30 que había, una misión que al asignarle tuvieron en cuenta por su corpulencia y estado físico, además de la buena puntería que había adquirido desde pequeño y que sirvió para ganarse un puesto en la lucha.
El Comandante Pinares estuvo codo con codo con Camilo Cienfuegos. Como jefe de la retaguardia de la columna invasora liderada por el Señor de la Vanguardia partió, con los grados de capitán, desde El Salto en plena Sierra Maestra, en agosto de 1958.
Sería el propio Camilo quien pusiera en sus manos el grado militar que lo identifica a lo largo de la historia, Comandante del Ejército Rebelde. Habían transcurrido solo tres días del triunfo revolucionario de 1959.
Integrado totalmente a la Revolución y a la construcción de una Cuba nueva, Antonio Sánchez Díaz, fue parte activa de todas las transformaciones. Se volcó a los estudios, al trabajo e integró el primer Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Esto lo llenaría de orgullo, un sentimiento compartido por la familia.
En 1966 el Che Guevara lo seleccionó para integrar el grupo que lo acompañaría en Bolivia a conformar la guerrilla internacionalista. Su respuesta fue positiva, lo animaba la misma aspiración guevariana de ver una América libre y “luchar contra el imperialismo donde quiera que esté”.
A la nación andina llegó el 20 de noviembre de 1966. El Che consignaría en su diario: “… ahora somos seis”. Bautizado con el nombre de guerra, Marcos, cumpliría sus 39 años en tierras agrestes. Aquí fue designado a la retaguardia de la guerrilla junto a otros 10 guerrilleros más.
Fueron meses de lucha, penurias, escaseces, padecimientos, carencias, de enfrentamientos al enemigo, de causarle bajas, también de sufrirlas, pero siempre con una fe inquebrantable en la victoria.
Mientras cumplía una misión de logística, y se hacía acompañar por el boliviano Casildo Condoni Vargas (Víctor), fue ultimado el 2 de junio de 1967 en la zona de Bella Vista.
Hace 55 años que nuestro Comandante Pinares, ese revolucionario cubano, pinareño por antonomasia, que le gustaban “las cosas en grandes porque se veían desde lejos”, el combatiente que aún, en los momentos más duros, consideró que se combatía con tiros no con lágrimas, pasó a la historia, a la eternidad.
Este pueblo recuerda a su coterráneo, su imagen de hombre íntegro se reproduce en los cientos de pinareños que desafiando tempestades y vendavales, mantienen presente el apotegma de que Cuba vive en su historia.
Comandante Pinares, ejemplo de valentía y heroísmo internacionalista