Hablemos del almuerzo escolar… ese, el de los seminternados, el que muchas veces usan en las redes sociales para desvirtuar la imagen de la Revolución o los logros del sistema socialista cubano.
Y sí, las fotos son reales: arroz y tomate puede ser el menú de un día; quizás al otro haya algún tipo de potaje; tal vez al siguiente, al arroz lo acompañe solo un ñame. Puede que haya días en que la bandeja tenga alguna mermelada o natilla, pero no todo el problema yace en los integrantes del menú.
El almuerzo de las escuelas, a excepción de las de deporte o alto rendimiento, que requieren de una dieta especial, siempre ha sido un punto débil en el sistema educacional del país. No es una cuestión de la difícil situación actual, pues también depende de voluntades y empeños que nada tienen que ver con la economía.
Y no solo es la calidad de lo que se elabora, que al parecer a alguien se le olvida que va destinado a niños, es también el no cumplimiento del horario establecido para ello. Es cierto que la complejidad energética atenta contra muchos procesos de nuestra vida, pero, ¿no existirán acaso alternativas para periodos como estos?
Sin mucha palabrería, vamos a ilustrarlo así: niños entre cinco y 11 años, que muchas veces llegan a la escuela sin desayunar (leche) o con algo muy ligero en el estómago; a media mañana se comen la merienda, que también, muchas veces, es exigua. Después de una mañana entera recibiendo contenido, son cerca de las tres de la tarde y no ha llegado el almuerzo… de la calidad, hablamos más adelante.
Que si no hay transporte, que si no hay electricidad, que si empezaron a hacerlo tarde. Son algunas de las razones por las que una y otra vez en los últimos tiempos es este un panorama recurrente en los seminternados que reciben el almuerzo proveniente de lo que todos conocen como el P1.
Y en situaciones como esas, no solo se afecta el proceso docente-educativo, sino que se altera el metabolismo de los niños, se interrumpe la jornada laboral de muchos padres que acuden a recogerlos y, por si fuera poco, todos los recursos destinados a la alimentación de los educandos terminan en tanquetas de comida para cerdos.
Pero también existen centros donde se elabora el almuerzo, y en no pocas ocasiones es alarmante el volumen de alimentos que va a parar a cubos y tanques con el mismo destino antes mencionado.
Y aquí sería bueno hablar de la calidad, no precisamente del menú, que en todas partes sabemos que es limitado, pero ¿qué impide que en una escuela exista, al menos, una parcela donde cultivar un poco de condimentos para hacerle un “mojito” al triste ñame que acompaña el arroz?
No son todos los padres que pueden mandar al niño a la escuela con un “refuercito”. La mayoría está en su centro de trabajo con demasiadas preocupaciones a cuestas para sumarles entonces la incertidumbre de si pudo o no almorzar.
Aun en medio de la escasez, cuando cada vez son menos los recursos disponibles para la mayoría, el estado cubano hace un esfuerzo, me atrevo a decir extraordinario, por garantizar el almuerzo en un seminternado y con una tarifa que se mantiene subsidiada, a pesar de que los precios aumentan a la velocidad de la luz.
Entonces, ¿por qué no ablandar los chícharos o escoger bien el arroz?, ¿por qué si es sabido que no habrá electricidad no se buscan otras alternativas para cocinar?,¿por qué preferir engordar a un puerco que dejarle la vianda al niño que no se llenó?
Tenemos la mala costumbre de normalizar lo mal hecho y cargar con esa cruz toda la vida, como si nos tocara por la libreta. De la voluntad, el empeño y el interés, también dependen muchas cosas.