Cada día, cientos, miles, millones de cubanos salen a balcones y portales para batir palmas en muestra de agradecimiento y respeto por la labor que realizan los trabajadores de la Salud en la batalla que libra el país contra la COVID-19.
Ese gesto que importamos, pese al cierre de fronteras, desde Europa, algunos a los que va dedicado lo han cuestionado en redes sociales: prefieren que les concedan prioridad en las largas colas que se forman frente a cualquier centro comercial donde expenden productos de primera necesidad, prueba irrefutable, aunque innecesaria, del carácter primario de la materia.
Nuestros galenos, como cualquier otro ciudadano, requieren satisfacer las necesidades de sus hogares y familias. Facilitarles el acceso a las mercancías fue un llamado de las autoridades, apelando a la conciencia ciudadana para contribuir, especialmente, con los que están en los distintos escenarios de enfrentamiento a la pandemia.
Al indagar con funcionarios del Gobierno provincial sobre el tema, supimos que, al amparo de tal gesto de cortesía, muchos han intentado abusar de este privilegio, desde jubilados del sector hasta trabajadores de entidades ajenas a Salud Pública, en las que también usan batas blancas.
Resulta lamentable que un acto de buena voluntad seres inescrupulosos lo trastoquen y despierten con ello la inconformidad de la población; pero si algo sabemos los cubanos es que los tiempos de crisis remueven los cimientos de los valores morales y todavía hoy las secuelas del llamado periodo especial se hacen sentir en esta sociedad.
Con el propósito de sellar resquicios por donde la falta de ética encuentra brechas para burlar los derechos de la mayoría, se articulan estrategias que permitan llegar con ofertas hasta el personal que labora en la primera línea de combate contra la pandemia, según dio a conocer el coronel de la reserva Gilberto Rodríguez Ortega, jefe del puesto de dirección del Grupo Económico Social del Consejo de Defensa Provincial de Pinar del Río.
Confirmó que ya se realizan las primeras ventas, e incluso, entregas a domicilio para los que trabajan en áreas cerradas al cuidado de los pacientes y que hoy están allí, bregando contra un virus que ha cobrado cientos de miles de vidas en todo el mundo y a cuya cuenta los vueltabajeros no han aportado ninguna.
Más de 22 000 pinareños laboran en el sector de la Salud, cifra nada despreciable, y si cada uno hace valer el beneficio de saltar las largas esperas que en la actualidad marcan la posibilidad de comprar artículos prioritarios, seguro impactará negativamente sobre la población.
Por ello urge que prime el sentido ético y no el de comodidad, que apelen a esta variante de generosidad ciudadana solo quienes realmente trabajan en puestos claves y carecen del tiempo para esperar, porque imprescindibles hoy son muchos y solo por citar algunos pensemos en los obreros de Servicios Comunales, los de la Empresa Eléctrica, Comunicaciones, Transporte, la Agricultura, Gastronomía, Comercio, la Alimentaria e incluso los de los medios de prensa…, y la lista podría ser más extensa.
El respeto que siente la sociedad por sus médicos no debe mancillarse en reclamos de poca monta, como dijo Martí: «La pobreza pasa; la deshonra queda» y tener poco nunca ha sido motivo de vergüenza.
También es preciso que la ciudadanía sea consecuente con esos que arriesgan su vida al exponerse a fuentes de contagio del letal virus para salvar vidas.
La realidad está llena de matices, ajustémonos a ellos, usemos el prisma adecuado para asomarnos a cada situación y obremos de acuerdo con ese espíritu de solidaridad que no es solo motivo de presunción, sino que requiere aplicación práctica.
Dejar que carencias materiales nos fijen con clavos a la tierra de la mezquindad sería tan pernicioso o más que dejarnos subyugar por esta pandemia. Entre todos podemos triunfar, pero hagámoslo desde las palabras del Apóstol: «Haga cada uno su parte de deber, y nada puede vencernos».
Tal vez su contribución solo sea quedarse en casa y aplaudir cada día a las nueve de la noche: cumpla con ella.