Ya comienza la etapa estival. Muchas serán las jornadas y motivos por venir en estos meses para que todos los cubanos disfruten junto a sus familiares y amigos de un merecido descanso tras largos meses de trabajo arduo.
Y es que la etapa vacacional constituye de por sí un motivo de alegría y regocijo. El verano en nuestro país es siempre sinónimo de energía y recreación, además de una mezcla entre el deporte y la cultura, y la necesaria “recarga de baterías” debido al cariño esperado de las reuniones familiares.
Pero es importante conocer que junto a estos meses de julio y agosto, en los que se incrementan exponencialmente las temperaturas, también crecen las ansias de esparcimiento, y con ellas la poca observancia de las medidas higiénico sanitarias y el control e inocuidad de los alimentos, así como el consumo de alcohol.
En el caso de lo primero, es sumamente importante velar por la extrema y correcta manipulación y almacenaje de los alimentos que se expenden y se compran en cualquier cafetería estatal o privada.
Recordemos que una pizza, una ensalada, un helado o un pan con… con lo que aparezca, pueden ser perjudiciales para la salud si están en mal estado, pues según la Organización Mundial de la Salud, esto acarrea la muerte de al menos dos millones de personas –en su mayoría niños– al año.
Por supuesto, no vamos tampoco a ser apocalípticos, ni es algo que en Cuba sea cotidiano, pero sí tenemos que estar vigilantes.
Como es normal en estos meses, las actividades recreativas nos dan hambre por el gasto de energía, y es ahí cuando compramos todo lo habido y por haber a los vendedores ambulantes, quienes en ocasiones violan los estándares mínimos de la limpieza de las manos, de los alimentos, del lugar de preparación y de los utensilios de cocina, entre otros.
Es entonces cuando aparecen las enfermedades de transmisión digestiva, las diarreicas agudas y otras relacionadas con las transmitidas por alimentos. Enfermedades que traen consigo la aparición de signos como taquicardia, bradicardia, disminución del pulso y otros síntomas. Entre ellos las náuseas; cólicos abdominales; vómitos; dolor de cabeza, articulares, musculares; fiebre y otros.
En el caso de las bebidas alcohólicas, estas constituyen lamentablemente las alternativas juveniles y también las de los mayores al reunirse en grupos para diversas actividades, porque supuestamente con ron todo fluye, es mejor y ayuda a que el día transcurra de forma más amena.
Sin embargo, ¿esta nefasta compañera en verdad es necesaria para pasarla bien?
Verano y diversión no tienen por qué marchar obligatoriamente bajo el compás de las bebidas alcohólicas, pues el aparente estado de bienestar o euforia que produce el alcohol, a corto o largo plazos, podría evitar el disfrute con óptima salud de próximos periodos estivales.
Ha sido demostrado que estos líquidos etílicos tienen efectos cancerígenos. De forma concluyente se ha comprobado la relación del alcohol con siete tipos de cáncer: los llamados cánceres bucofaríngeo, además de aquellos localizados en laringe, esófago, hígado, colon, recto y mama femenina.
De igual forma, es en estos meses de verano en los que se incrementan los accidentes de tránsito con consecuencias fatales para las vidas de conductores y pasajeros, todo a causa de la ingesta de alcohol.
Y sí, es muy fácil decir “Yo sé hasta dónde puedo tomar” o “Dos cervezas no me van a hacer daño”. Pero nada más lejos de la realidad. Recordemos que al alcohol se le conoce por ser un enemigo silencioso y mortal en ocasiones.
Por desgracia, frenar ambos comportamientos nocivos, tanto a los vendedores inescrupulosos como a los bebedores compulsivos, no es tarea fácil. No obstante, la solución radica en la conciencia y actuar de cada uno de nosotros. Seamos conscientes del verano que queremos para nuestras familias y del nivel de diversión sana que pretendemos en estos meses de julio y agosto.